Inicio Opinión “La Guerra de Hamas es una guerra contra el pueblo judío”, por Vanessa Hites

“La Guerra de Hamas es una guerra contra el pueblo judío”, por Vanessa Hites

Por M S
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Itongadol.- (Vanessa Hites*) Me paro hoy frente a ustedes, conmemorando 2 años desde que mis abuelos no están con nosotros. Y estoy de duelo. Duelo por mis antepasados. Duelo por el presente. Pero parándome firme con ustedes hacia el futuro.

Quiero compartir con ustedes una de las experiencias mas fuertes y transformadoras que he tenido en mi vida.

A menos de 1 mes del 7 de octubre, del peor ataque que hemos sufrido como pueblo después del holocausto, tuve el privilegio de viajar a Israel, y visitar el Kibbutz Kfar Azza.

Caminé por la mas reciente exhibición del odio mas antiguo del mundo.

Invadí la privacidad de los residentes del kibbutz, entré a sus casas.

Y sentí el olor a quemado, los sueños destrozados, las comunidades devastadas.

Sentí la ausencia de la presencia y la presencia de la ausencia.

Escuche los gritos desgarradores, vi la barbaridad indiscriminada. La niñez robada.

Y sentí el trauma colectivo, hasta los huesos. Ese trauma que es parte de nuestra herencia judía. El trauma que mis abuelos conocieron y que se lo contaron a mis padres y mis padres a mi, pero yo junto con mi generación lo olvidamos. O no lo creímos.

“Papás no le pongan color”

Por que yo vengo de la generación de Taglit. “Taglit Birthright” le dicen. Soy de la generación en donde visitar Israel era mi “brithright”, mi derecho de nacimiento. Como si por nacer yo tuviera derecho no solo a visitar Israel, si no que su existencia se diera por sentado y que este fuera un asilo seguro para los judíos del mundo.

Y me avergüenza pensar que mi sionismo se basaba en una creencia de lujo. Que ingenuos que fuimos. Y ahora me doy cuenta que no es nuestro derecho de nacimiento, no es mi “birthright”. Es nuestra obligación.

Esto me hizo preguntarme y redefinir: ¿Que significa ser judío después del 7 de octubre?

¿Por qué incluso a los judíos mas asimilados les duele tanto?, personas que no conocemos, un país que quizás nunca hemos visitado, pero nos duele. Nos arde la sangre.

Ese sentimiento que sentimos desde el 7 de octubre no es el nacimiento de algo nuevo. Es el resurgimiento de lo q siempre ha estado ahí. El rugido de nuestros antepasados, el rugido que sale de las cenizas, de nuestras cenizas.

Y ese sentimiento se llama pueblo.

Nos duele por que somos un pueblo, somos parte de este colectivo. Y ese dolor nos muestra que el organismo esta funcionando, que somos un “nosotros”. Y sentirme parte de este “nosotros” me hace sentir algo mas que miedo y duelo. Me hace sentir fuerte y orgullosa, infinitamente orgullosa de ser judía y sionista.

Me hace pararme firme frente a la intolerancia, al odio irracional, y al doble estándar de una sociedad moralmente corrupta. Por que después de pensarlo…me duele, pero no me impresiona.

Esto es solo la culminación de un odio histórico que se ha ido sembrando y transmutando, generación tras generación. Ese odio del que me contaron mis abuelos hoy en día se manifiesta en un discurso que aboga por los derechos de los refugiados, pero cuando los refugiados son judíos retornando del genocidio mas grande de la historia a construir con éxito un hogar nacional, somos colonizadores.

En un discurso ruidoso que aboga por el derecho de autodeterminación de los pueblos, pero cuando el judío se auto determina es ilegitimo, porque a la gente le encanta ver al judío vulnerable, victima, apátrida.

Una sociedad que admira la utopía socialista de trabajo colectivo, pero cuando formamos comunidades agrícolas autosustentables (kibutz) merecemos morir y ser violados y linchados.

Clamamos por un cese al fuego, pero cuando Hamas lo viola, es tan grande el silencio que nos ensordece.

Formamos departamentos de “Diversidad e Inclusión” en nuestras Universidades, pero cuando se les pregunta si llamar al genocidio de judíos viola sus códigos de conducta, la respuesta es que “depende del contexto”.

Somos de una sociedad que busca reformas legislativas para no revictimizar a las victimas de abuso, de la sororidad del “Me too”, pero cuando vemos una mujer judía con sangre en los pantalones entrando a una camioneta con sus verdugos no es digno de nuestro activismo.

De una sociedad que, invirtiendo de tal manera la narrativa, nos acusa de genocidio sin comprender que el grito desde el rio hasta el mar literalmente es un llamado al genocidio de judíos desde el rio Jordán hasta el mar Mediterráneo.

Y no me impresiona, por que también nos acusaron de esparcir la peste negra en Europa. Y de liderar la revolución bolchevique contra los zares. Pero también de dominar los mercados y los medios de comunicación.

Y esto que vivimos hoy fue lo que Hertzl y el sionismo entendieron: y es que no hay una sociedad lo suficientemente liberal para ser inmune al odio y al antisemitismo. No hay suficiente judaísmo del cual yo me pueda desprender para ser aceptado incluso en una sociedad que se basa en valores liberales, progresistas e interseccionales.

Y es así como volvemos en la historia judía: bchol dor vador. En cada generación surgieron para intentar eliminarnos. Moisés le dijo al faraón: Deja a mi pueblo ir. Y hoy, después de 100 días clamamos lo mismo por nuestros rehenes en cautiverio. Y es que después de 4000 años
no solo sobrevivimos, si no que prosperamos, florecimos el desierto, cultivamos la tierra que emana leche y miel, construimos una nación, nos inundamos de innovación.

Porque quebraron nuestras líneas genealógicas pero no nuestro espíritu. Y si alguna vez fuimos expulsados, asesinados, masacrados, y obligados a convertirnos por la fuerza, hoy somos libres, resilientes, fuertes y orgullosos. Y somos una inspiración. Y eso es el sionismo, rehusarnos a desaparecer. El sionismo es ser sujetos activos de nuestro destino, es reclamar la valentía de los macabeos contra los griegos, el coraje de los rebeldes de Masada que dieron su vida antes de rendirse, es el espíritu de los primeros sionistas que batallaron contra los británicos para descolonizar nuestra tierra y autodeterminarnos, libres del yugo de una potencia extranjera.

Es la Operación Entebbe que sorprendió al mundo entero con la inteligencia quirúrgica en el combate desproporcional contra el terrorismo. Es la locura de país que es Israel, el único país en guerra donde los aviones que entran van llenos y los que salen van vacíos. Es Lo que dice nuestro himno: ser un pueblo libre en nuestra tierra

Este dolor que sentimos desde el 7 de octubre viene a mostrarnos que no hay guerra contra una parte de nuestro pueblo que no sea una guerra contra todos nosotros.

De hecho, la guerra de Hamas no es una guerra contra Israel o contra los ‘sionistas’, es una Guerra contra el pueblo judío. Contra nuestra historia, nuestra memoria, nuestra dignidad. Una guerra en contra de nuestra propia existencia.

Se que las lagrimas que derramé en el kibutz Kfar Azza sembrarán raíces que fortalecerán nuestro camino, y me paro hoy, como judía sionista, parte de un pueblo milenario, me paro porque se los debo a mis antepasados con la cabeza en alto y digo: nunca mas, nunca mas seremos judíos pidiendo perdón y permiso por nuestra existencia, por que a lo único que le tengo miedo es a los judíos teniendo miedo.

* Vanessa Hites es Abogada, egresada de la Universidad de Chile, Activista de Derechos Humanos, Ex- Presidenta de la Federación de Estudiantes Judíos de Chile y Miembro del Cuerpo Diplomático del Congreso Judío Mundial, Graduada del programa de la Academia de Liderazgo Sionista. de la OSM

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