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¿Luna de miel palestino-israelí? Por SAMUEL HADAS*

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Israelíes y palestinos acaban de establecer nuevos gobiernos y se habla nuevamente de luna de miel entre los protagonistas de uno de los conflictos más prolongados de la historia. Estamos en el inicio de una nueva era, pero parecería que únicamente trae consigo nuevas-viejas esperanzas, abatidas una y otra vez en el pasado. La luna de miel entre sus dirigentes apenas duró días y fue interrumpida abruptamente por una nueva ofensiva terrorista que culminó en el asesinato perpetrado por terroristas del fundamentalista Hamas y de las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, que causó la muerte de seis israelíes el jueves último. Este acto terrorista puso fin abruptamente a la luna de miel.

Algo realmente importante acababa de suceder en la Autoridad Nacional Palestina y en Israel: el establecimiento de un Gobierno palestino, encabezado por Mahmud Abbas (AbuMazen),líder legitimado en las urnas y liberado de la sombra de Yasser Arafat, por un lado, y un nuevo Gobierno israelí del que fueron desplazados los ultranacionalistas, dejando su lugar al moderado laborismo, lo que habla de la voluntad de su primer ministro, Ariel Sharon, de llevar adelante su plan de evacuación de la franja de Gaza y de zonas de Cisjordania. Algo no menos importante para palestinos e israelíes sucede esta semana en Washington: la inauguración de la segunda presidencia de George W. Bush, presidencia que no será necesariamente similar a la primera con respecto al conflicto palestino-israelí. Se espera que el presidente introduzca cambios en su política en Oriente Próximo, modificando en primer lugar la actitud negativa que mantuvo hacia el Gobierno palestino mientras estuvo dirigido por Arafat. Sus cálidos augurios y su invitación al nuevo presidente de la Autoridad Nacional Palestina a visitar Washington, señala la apertura de un nuevo capítulo en las relaciones EE.UU.-ANP. El presidente Bush ha reiterado que el conflicto ocupará un lugar prioritario en su agenda y que tiene esta vez la intención de hacer cierta su visión de «un Estado palestino conviviendo pacíficamente con el de Israel».

Washington exigirá al nuevo Gobierno palestino poner fin a la caótica situación que se vive en los territorios palestinos, implementando las reformas que se le exigen e imponiendo la ley y el orden. Se espera asimismo que exija al nuevo Gobierno de Ariel Sharon ayudar a su colega palestino, cumpliendo con los compromisos adquiridos en el marco del plan de paz elaborado por Estados Unidos, la Unión Europea, la ONU y Rusia, la casi olvidada hoja de ruta, así como el desmantelamiento de los asentamientos ilegales, el levantamiento de decenas de puestos de control y el retorno de las fuerzas militares israelíes hacia las posiciones anteriores a la intifada.

Parecería que Sharon y el nuevo presidente palestino, Mahmud Abbas, están decididos a aprovechar la nueva realidad creada por la desaparición de Arafat. Sharon se ha empecinado, con una voluntad que ha sorprendido a observadores israelíes y extranjeros, en llevar adelante su plan de desconexión, lo que ha causado un cisma en su partido, el Likud, que podría significarle un alto precio político. Su nuevo Gobierno logró la aprobación de la Knesset con mucha dificultad, gracias al apoyo de diputados de la izquierda, mientras que diputados de su propio partido votaron en contra. Entre los ultranacionalistas que hasta ahora lo apoyaban hay quienes no vacilan en calificarle de traidor,y los israelíes esperan días sombríos: muchos dan por seguro un enfrentamiento, que podría incluso ser armado, con los colonos que se oponen a ceder territorios a los palestinos y se aprestan a impedir su evacuación. Abbas, por su parte, que acaba de tomar posesión en medio de una seria crisis, deberá demostrar gran determinación si se propone poner en práctica el desmantelamiento de la infraestructura terrorista. La nueva ofensiva terrorista no tiene otro objetivo que impedir cualquier negociación con Israel. Si Abbas, que siempre se opuso a la estrategia de violencia de Arafat y abogaba por una intifada no violenta, demuestra que se propone actuar contra los grupos terroristas y poner fin a la incitación contra Israel en los medios públicos palestinos, Sharon podría coordinar con la ANP su plan de evacuación, cuya implementación está prevista para junio próximo. Abbas considera que puede poner fin a la violencia persuadiendo a los radicales a abandonar las armas por las buenas,sin necesidad de un enfrentamiento que podría conducir a una guerra civil. Pero Hamas, la Yihad Islámica y los grupos armados del propio Al Fatah, el partido de Abbas, no están dispuestos por el momento a renunciar a la lucha armada y continúan ejecutando acciones terroristas contra objetivos israelíes. Ganar las elecciones ha sido lo más fácil para el nuevo líder palestino; crear un régimen democrático, el primer régimen democrático genuino en el mundo árabe, le será mucho más difícil. Las elecciones presidenciales le han dado a Abbas legitimidad para abordar los graves problemas de su pueblo, que después de cuatro años de una intifada fútil solamente ha recibido la postergación indefinida del establecimiento de su Estado palestino. La comunidad internacional tendrá que ayudarlo si quiere evitar que, como su antecesor, caiga en manos del radicalismo.

SAMUEL HADAS, primer embajador de Israel en España y ante la Santa Sede

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