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A 165 años del nacimiento de Scholem Aleijem

Por AJN
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 Itongadol/AJN.- Así lo consideró a la Agencia Judía de Noticias (AJN) en 2015 el actor, escritor y ex profesor de la escuela argentina Scholem Aleijem en un nuevo aniversario del nacimiento del popular humorista y escritor judío, famoso por “El violinista en el tejado”, película basada en su novela “Las hijas de Tevie”. “Decía que nunca había que llorar y para sus aniversarios pidió que no lo hagan, sino que se junte la familia y lean sus cuentos”, destacó.

Scholem Aleijem nació el 2 de marzo de 1859 con el nombre de Sholem Yakov Rabinovitsh o Rabinnovitz en el pequeño poblado judío de Periaslav, cercano a Kiev, Ucrania. Es posiblemente el autor popular más reconocido de la literatura judía en idish. “La literatura judía tiene un abuelo, padre y nieto. Y para mí, Scholem Aleijem fue el nieto. Fue muy popular porque fue un autor muy positivo. Su figura existe y va a existir siempre”, aseguró Berliner a AJN.

A los 15 años, influenciado por la lectura de Robinson Crusoe, decidió ser escritor, firmando sus obas con el seudónimo que lo hará inmensamente popular: Scholem Aleijem, el tradición saludo que significa “la paz esté con ustedes”.

Originariamente escribía en hebreo y ruso, además de idish, pero en 1893 decidió hacerlo solamente en el idioma popular de los judíos ashkenazím. Ese mismo año se casó con Olga Loev, hija de un comerciante, con quien tuvo seis hijos: Lyla, Ernestina, Emma, Marusi, Elimelej y Najum.

En los años siguientes escribió una importante cantidad de obras y en 1890 fue considerado el más popular de los escritores judíos europeos, lo que le permitió poseer una pequeña fortuna, parte de la cual dedicó a promover a otros escritores judíos.

“Todos pueden gozar de su escritura, por eso es eterno, eterno, eterno. Invito a la juventud a que lo conozca, que se empape de él porque fue realmente una figura que representa la vida”, enfatizó Berliner.

En 1890 pierde su fortuna en la Bolsa de Valores, y siguió escribiendo, pero lo hacía en ruso para un periódico de Odesa, y en hebreo para la publicación de la intelectualidad judía rusa, Vosjod.

En esos años se enfermó por primera vez de tuberculosis, trasladándose en 1891 a Odesa y luego a Kiev. En 1905 viajó a Estados Unidos, mientras su familia se quedó viviendo en Ginebra, Suiza, a donde regresó para seguir escribiendo y realizando giras por los centros judíos dando charlas y presentando sus obras.

De ese tipo de recaídas en la vida Scholem buscaba que el pueblo judío aprendiera y lo plasmaba en su literatura, sobre todo a través de Menajem Mendel, “su personaje más importante, que fue el que mejor representa la figura del judío”, según contó Berliner.

“Es el que busca y encuentra algo en la vida. No tiene un centavo, pero busca igual, trabaja y consigue lo que quiere. Es un luchador en la vida. Es el divertido, el cantante, el que va, el que viene, el que vuela por todo el mundo en busca de la felicidad, la alegría, el canto porque el judío es considerado uno de los pueblos más cantantes y contentos. En los momentos más tristes de su vida, él canta. Es un personaje que tenemos en todo momento en la vida real”, destacó.

Ya en el nuevo milenio, tuvo una recaída en su enfermedad y pasó dos meses internados en un hospital ruso en el que se encontraba de gira. Quedó imposibilitado por cuatro años y casi no podía escribir. Pero con mucho esfuerzo, su familia sobrevivió gracias a importantes donaciones de amigos y de admiradores.

En 1914, la mayor parte de su familia emigró a Estados Unidos, residiendo en Nueva York. Su hijo Misha enfermó de tuberculosis y no pudo regresar al país, por lo que debió permanecer en Suiza junto a su hermana Emma. Falleció en 1915, suceso que dejó a su padre profundamente deprimido.

Un año después, el 13 de mayo de 1916, Scholem Aleijem falleció en la ciudad de Nueva York, a los 57 años, y fue enterrado en el cementerio judío de Brooklyn, a donde acudieron unas cien mil personas a rendirle homenaje.

Tanto en las comunidades judías de la diáspora como en Eretz Israel, innumerables instituciones llevan su nombre como permanente homenaje no sólo a su obra, sino a la difusión que realizó de la cultura judía.

Su legado

Durante su vida fue un ferviente idishista, pero también adhirió al ideario sionista, que está presente en muchas de sus obras.

Si bien su obra “Tebie Hamiljeke” (Tevie el lechero) resulta la más conocida, al punto de que llegó al cine en varias versiones y también fue convertida en obras de teatro, Scholem también posee un vasto volumen creativo traducido al inglés, hebreo y castellano, entre otros idiomas.

Scholem murió hace ya rato, pero sin dudas que sus obras y su figura dejaron una marca imborrable en el pueblo y la cultura judía, que “cumplen un papel muy importante en la educación”, apuntó el actor judeoargentino.

“Marcó de alguna manera cómo tomarse la vida, con sacrificio pero siempre para adelante con alegría. Desde mi balcón veo una rosa que plantó mi esposa. La veo y me inspira. Para mí eso es Scholem Aleijem, una rosa que floreció y espero que no se marchite nunca”, completó Berliner.

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