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Itongadol ESPECIAL EN ISRAEL.- (VER VIDEO CLICK AQUÍ) Difícilmente Theodor Herzl habría soñado que su máxima sionista sería citada más de un siglo después por un beduino que trabaja como director de un bosque en el sur del Estado judío, el mismo que David Ben Gurión instó a poblar.
Pero la Agencia Judía de Noticias (AJN) puede dar fe de ello: Abu Elkiaan Avad (foto) aseguró que en Yatir siente a “D’s en todas partes” y que el éxito de ese espacio verde en una zona que hace cincuenta años estaba tan desolada que la bautizaron “Texas” certifica que “como dicen, ‘si lo quieren no será una leyenda’”.
Es que en 1964, Iosef Weitz y otra gente del Keren Kayemet Leisrael (KKL) llegaron allí “y absolutamente nada había”, pero el primero “miró la zona y tuvo la visión de que habría un bosque”, contó.
“Fue un milagro que creciera pese a la sequía, pero al principio fue una tarea primitiva, simple: se construyó una fortaleza, con una torre de vigía y un bosque a su alrededor con unos 220 árboles, en un 80-90% especies puntiagudas que crecen rápido y no necesitan irrigación, como pinos y cipreses, y el resto frutales de hojas anchas, como olivos, almendros, nogales y granados, que son más lentos”, especificó.
Ése fue el nacimiento del “bosque no natural más austral del globo”, según lo calificó su director.
El mismo “crea un microclima especial: absorbe las emanaciones de monóxido de carbono y favorece la producción de precipitaciones, además de haber sido un refugio para las especies animales de la zona desde la década de 1960”, informó.
En esa época “había mucha inmigración del norte de África, con una alta tasa de desempleo, así que se dedicaron a trabajar la tierra, construir terrazas y plantar árboles en casi 1.500 dúnam (unidad equiparable a un kilómetro cuadrado); hoy tiene 40.000”, destacó.
Es que “hace unos 30 años, el KKL comenzó la ‘sabanización’ de la zona, con caminos para plantar”, un proceso que es admirado y estudiado por especialistas de todo el mundo, que “vienen todos los días para ver cómo pudo tener éxito”, subrayó Avad.
Ello se debe a que el “KKL comparte con todo el mundo sus conocimientos sobre la ‘sabanización’ de zonas desérticas y el empleo de la tecnología para plantar y cultivar en esos terrenos, además de combatir el calentamiento global con más bosques”, se enorgulleció.
Además, “desde hace catorce años tenemos una estación de investigación del Instituto Weizmann que verifica todos los parámetros de comportamiento del bosque y cómo influye en el medio ambiente; lo usan como parte de la currícula de maestrías y profesorados”, precisó el director del bosque Yatir.
“Todavía no saben cuántos años puede vivir un pino en estas condiciones, pero algunos llevan medio siglo y están espléndidos”, resaltó.
Avad enfatizó que “cuando el KKL planta en un bosque gigantesco como éste, lo disfrutan -ya sea como paisaje o para hacer picnics, dormir, descansar o pastorear- todos los que viven alrededor, y no importa si son judíos, beduinos o musulmanes”.
En la zona “no hay kibutzim o moshavim alrededor, pero el KKL creó seis o siete poblados que tienen huertos y viñedos dentro del bosque”, los cuales “exportan uvas para comer y para producir vino, y hay una pequeña población que todos los años vende 250.000 peonias a Holanda”, finalizó.