Tras encabezar una de las administraciones más proisraelíes de la historia estadounidense, George W. Bush espera aumentar el decepcionante 19 por ciento de los votos judíos que registró en el año 2000. Aunque las comunidades judías más grandes se encuentran en Nueva York y California –estados seguros para John Kerry–, los 600.00 residentes judíos en Florida, principalmente jubilados, podrían entregarle las llaves de la Casa Blanca.
Los principales lobbies proisraelíes apenas ocultan su preferencia por el equipo Bush-Cheney, y hasta demócratas proisraelíes como el ex alcalde de Nueva York Ed Koch han pedido el voto a Bush. Las contribuciones a los republicanos de lobbies proisraelíes han subido del 25% al 35% del total en los dos últimos años, según el Center for Responsive Politics. Pero no está claro que el votante judío medio –tradicionalmente demócrata– acabe siendo seducido. Según un sondeo del Consejo Demócrata Judío, el 75% de los judíos votará a Kerry, casi tantos como el 79% que apoyó a Al Gore y su candidato a la vicepresidencia, el judío ortodoxo Joe Lieberman.
Kerry no se ha desviado de la política proisraelí de anteriores presidentes y hasta ha defendido el polémico e ilegal muro construido por Israel en territorios palestinos. Pero ha minimizado la cuestión de Israel en su campaña y brilló por su ausencia la habitual referencia a la relación especial en su discurso en la convención demócrata de Boston. Su propuesta de mandar a Jimmy Carter a mediar en Oriente Medio ha caído como una bomba en medios proisraelíes. Carter «usaría la relación especial para exigir concesiones inviables a Israel», sostiene el diario proisraelí New York Sun.
Por todo esto, el sondeo demócrata ha decepcionado a los republicanos. Pero Jonathan Sarna, profesor de historia judía de la Universidad de Brandeis, en Massachusetts, cree que se ha infravalorado el voto ortodoxo. «Los judíos que van a la sinagoga se inclinan por votar a Bush», afirma a La Vanguardia. Habrá «una fuerte batalla por este voto y creo que Bush puede alcanzar el 30% del electorado judío».
Según el semanario judío Forward, la búsqueda de votos judíos es uno de los motivos por los que los organizadores de la convención han optado por ceder protagonismo a los llamados moderados –notablemente, Rudy Giuliani, ex alcalde de la ciudad, y el actual gobernador, George Pataki, ambos muy curtidos en el arte neoyorquino de compaginar un apoyo sin fisura a Israel con posiciones de progresismo social, proaborto y progay–.
Esta noche se celebrará en el Jewish Heritage Museum de Manhattan una recepción en la cual miembros de la Administración Bush tomarán un cóctel con los 52 presidentes de organizaciones judías, entre ellas los diversos lobbies que han condecorado a Silvio Berlusconi y a José María Aznar.
Koch, por su parte, ha llenado las páginas de opinión de diarios en los últimos días: «Bush es el mejor amigo que ha tenido Israel en la Casa Blanca… Si no estuviera (…), todo el mundo seguiría a España y Filipinas en la retirada de Iraq».
Lobbies proisraelíes como el Comité de Asuntos Públicos América- Israel, tienen «un miedo escénico a que los demócratas saquen las tropas de Iraq y que el enemigo piense que si ha ganado en Iraq también puede ganar en Israel», dice Sarna.
Pero muchos judíos de Nueva York rechazan este argumento, compartido, curiosamente, por grupos propalestinos. «Iraq tiene que ver con dinero y petróleo; la situación de Israel y Palestina es mucho más compleja», dijo Mark Edlitz, un joven cineasta de Nueva York que se enfrentaba a un grupo propalestino en la manifestación de ayer luciendo una camiseta ¡Anti-Bush, pro-Israel!
Fte L.V.D