¿Qué puede aportar esta película a la sociedad argentina?
Doria: La película, más allá de los valores artísticos que pueda tener, es un testimonio muy fuerte, porque recuerda un hecho terrible que todavía sigue impune. Y creo que hace bastante hincapié en eso, en cómo se tapó la investigación que permite mantener esa impunidad, diez años después.
Wainrot: Es una nueva toma de conciencia, porque después de diez años seguimos sin justicia en ese tema.
¿Los cortos intentan hacer algo de justicia, que no llega por otro lado?
Guterman: Como madre de una víctima, creo que la única justicia que tenemos hasta ahora es la que puede dar la memoria. Los diez cortos me impactaron, son un gran homenaje a las víctimas, hechos con mucho respeto, sin caer en golpes bajos que pudieran lastimar a los familiares. Y además, es un gran gesto solidario de gente de primer nivel, talentosa, que hace esto desinteresadamente. Eso es algo que agradecemos profundamente, porque es un aporte muy valioso para la memoria, no sólo para los argentinos. Creo que va a trascender las fronteras y va a dar a conocer en otros países el tema AMIA.
La película, como cualquier hecho artístico, permite que la historia se vuelve universal.
Wainrot: Sí, y además permitió que participara gente muy joven, que en su momento eran niños y ahora son adultos, y pudieron tomar conciencia de lo que pasó.
Lew: Es una obra maravillosa y sería bueno que fuera proyectada en las escuelas, quizás se podría incluir en la currícula. Y que no se vea solamente para los días 18. Nosotros llevamos el dolor desde hace diez años, todos los días de nuestras vidas.
Guterman: Sería ideal que la película llegara a las escuelas, porque si bien no está basada en personajes reales, a los chicos les despierta la sensibilidad reconocer personajes de carne y hueso; en cambio, un número suena muy frío. No es lo mismo decir murieron 85 personas que ver lo que pudo sentir un familiar o la misma víctima, antes de encontrarse con la muerte; gente que tenía sueños, a quienes se le truncaron todos los proyectos. Hay que buscar eso, que la gente los recuerde como personas.
Doria: Eso es muy importante. En la película las víctimas adquieren otra dimensión. Al final, con el episodio de Carlos Sorín, mostrando las caras de esas personas, las vemos hermosas, en un momento muy especial. Y todos están muy vivos.
Guterman: Es el final que tiene que ser. La gente se da cuenta con lo que se está sensibilizando.
Pecoraro: Eso se puede lograr gracias a la fuerza de la imagen, que es maravillosa en todo sentido. Cuando vi la película me di cuenta de la fuerza que tiene el cine, que hace que uno se pueda meter en la imagen y revivir, de alguna manera, una historia. La película te llega desde la imagen, desde la música, que es bellísima. Todo eso hace que uno se sensibilice más y pueda entrar en la historia. Creo que el arte despierta en la gente que es sensible una mirada, algo que va más allá de lo que puede sucederle con la noticia sola, a secas.
¿Es como un gran llamado de atención sobre lo que todavía está sin resolver?
Wainrot: Sí. Y lamentablemente es necesario hacerlo.
Lew: Quisiéramos que la gente no necesitara de la película para acordarse de las cosas. Hace diez años que luchamos para que este hecho no se olvide. Si la película ayuda y refuerza esa lucha, bienvenida sea. Mucho mejor aún si la ve gente a la que no le interesó lo que pasó, que es una gran parte de los argentinos. Muchos lo sintieron como algo ajeno, algo que les pasó a los judíos. Quizás con la película puedan reaccionar, pero tengo mis dudas, porque el argentino no suele reaccionar y por eso siguen pasando las cosas que pasan. Por eso tenemos en nuestra historia 30.000 desaparecidos; por eso, un atentado a una embajada; por eso, la bomba de la AMIA; y también, la miseria. Todo es consecuencia de la falta de memoria y de educación, creada por los gobiernos para manejar más fácil a la gente.
Wainrot: Por eso es importante tratar de crear conciencia en la mayor cantidad de gente posible. Pero eso es una decisión política, como lo fue también el hecho de tapar pruebas y desviar pistas en el caso AMIA. Y educar a los chicos para que estas cosas no vuelvan a pasar. Eso también es una decisión política.
Guterman: Creo que se pueden despertar conciencias y sensibilidades. El que ve esta película siente que cualquiera podría haber sido una víctima. Yo trabajo mucho con chicos en escuelas, sobre todo hablo con ellos el tema de la memoria para lograr esa conciencia. Y lucho a diario por encontrar justicia. Pero mientras tanto, tengo que hacer algo porque yo perdí a mi única hija.
¿Cómo encararon su trabajo en un tema tan delicado como éste?
Doria: Básicamente, todos los que colaboramos para hacerla, directores, actores y técnicos, lo hicimos por compromiso, no por interés económico. En mi caso particular, haciendo el guión del monólogo con Aída Bortnik, me encontré con más situaciones dolorosas de las que ya habíamos conocido cuando ocurrió todo este horror. Hacer la película me sensibilizó tanto que cuando terminé de armarla, no pude evitar llorar. Y he tomado esto como una responsabilidad, la de jugarme y que todos lo hagamos para que algún culpable pague.
Wainrot: Cada uno trabajó desde su poética, de una forma muy particular. En mi caso para hacer la coreografía, estuve leyendo mucho, viendo videos, porque no quería ser literal. Trabajé mucho sobre la ausencia, sobre la pérdida: por eso la ropa en el piso, por donde se mueven los bailarines con su carga emocional.
Pecoraro: En mi caso me puse en la piel de un personaje que se encuentra en un estado muy especial (que no podemos contar). Este monólogo fue un desafío pero no lo pensé así desde el principio porque tenía muchas ganas de trabajar con Doria y con Bortnik. Sentía que tenía el respaldo de ellos y me emocioné de entrada con el texto, que es escalofriante. Después me encontré con el tema de cómo traducirlo a algo sencillo. Ensayamos durante dos semanas, todos los días para encontrar desde dónde esta mujer iba a expresarse y que así llegara al corazón de la gente, sin golpes bajos ni trampas. Fue muy difícil lograr ese estado en que el espectador se pueda identificar. Por eso elegimos que fuese una señora, la persona más común del mundo, una argentina que estaba en el medio de todo ese horror, diciendo algo sincero.
¿Creen que algún día habrá justicia?
Lew: Creo que lo que no podemos hacer es quedarnos esperando justicia. La tenemos que exigir. Es lo que corresponde.