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Opinión. Peligrosos puntos muertos

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Los puntos muertos pueden generar complacencia. Ése es precisamente el peligro que subyace en el actual posicionamiento internacional respecto de Siria e Irán. La dudosa aceptación de un cese al fuego por parte del presidente Bashar Assad y las conversaciones de Irán con las potencias mundiales sobre su programa nuclear son la táctica más reciente de estos dos aliados para resistir las crecientes presiones económicas y diplomáticas.
Ambos regímenes han ganado algo de respiro. Nuevas medidas contra Siria esperan el resultado de la misión de observadores de la ONU. Lo más que se puede hacer con Irán es esperar una tercera ronda de conversaciones (foto) con los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU y Alemania, conocidos como el grupo P5+1.
Sin embargo, mientras las potencias mundiales ponderan qué hacer con estos dos regímenes recalcitrantes, ni Damasco ni Teherán están cambiando su comportamiento o metas. En Siria, los costos en sufrimiento humano están aumentando muy por encima de la estimación de la ONU de 9.000 muertos. La búsqueda iraní de capacidad de armas nucleares avanza en la medida que se instalan más centrifugadoras para expandir el enriquecimiento de uranio.
La ostensible aceptación de Assad del plan de alto el fuego de Kofi Annan no provino del impiadoso dictador sirio. Fue anunciado por el vocero del ex secretario general de la ONU. Sin embargo, el sino del plan fue anticipado cuando las fuerzas de Assad continuaron golpeando las ciudades sirias durante la visita de Annan a Damasco, en marzo.
Ahora, con más de 250 observadores de la ONU en Siria, Assad ha vuelto a demostrar que no tiene interés alguno en finalizar sus 15 meses de brutalmente violenta represión. La masacre de más de 100 personas -un tercio de ellas, niños- en Houla, el fin de semana, fue una atrocidad particularmente sangriento. También fue un recordatorio de que las fuerzas de Assad comenzaron a atacar al pueblo sirio deteniendo y torturando a escolares en marzo de 2011.
Mientras Assad continúe ignorando el cese del fuego que supuestamente aceptó, el plan de Annan seguirá siendo una fantasía. Y la misión de observadores -nacida del fracaso del Consejo de Seguridad de la ONU, debido a la oposición de Rusia y China a adoptar una acción significativa- seguirá siendo ineficaz. La ONU debería reconsiderarla, admitir su fracaso, remover a los observadores internacionales y reagruparse con una acción más fuerte.
Lo más decepcionante para la oposición siria es que la presión internacional sobre Assad no ha dejado de debilitarse. En la actualidad apenas si hay una mención a la necesidad de que Assad dimita, que era el llamado a la acción emitido por los EE.UU. y la Unión Europea en el verano y otoño de 2011.
La presencia de la ONU ayuda a legitimar Assad, que continúa viviendo en un mundo ilusorio en el cual promueve una visión según la cual terroristas extranjeros, y no sirios, están en contra de su régimen. Él expuso recientemente esa visión en una entrevista para la TV rusa. Y ahora culpa a insurgentes por la masacre de Hula.
La aceptación siria del cese del fuego de Annan se produjo apenas un día antes de que los representantes de Irán y el P5+1 se reunieran en Estambul, por primera vez en más de un año. Sea o no una coincidencia, las relaciones irano-sirias se han estrechado, con Teherán proveyendo apoyo al régimen de Assad.
El historial de engaños de Irán es similar al de Siria. Teherán ha ignorado cuatro resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, informes de la Agencia Internacional de Energía Atómica y sanciones económicas y financieras cada vez más estrictas impuestas por los EE.UU., la UE y muchos otros países.
En la reunión en Estambul del 13 de abril -y otra vez la semana pasada, en Bagdad- el grupo P5+1 dedicó mucho tiempo a hablar con Irán, pero no se llegó a más acuerdos que volver a reunirse dentro de unas semanas en Moscú. El lado positivo: los EE.UU., Gran Bretaña, Francia, Rusia, China y Alemania rechazaron las peticiones de Irán de debilitar las sanciones sin acciones concretas y verificables de que Irán abandonará su búsqueda de capacidad de armas nucleares.
Se justifica el escepticismo respecto de cualquier sinceridad de los regímenes sirio o iraní acerca de resolver de buena fe sus respectivas crisis. Pero tienen una ventaja sobre una comunidad internacional que no está del todo unida, o puede no tener la debida resistencia, para lidiar con ellos.
La triste realidad es que estos dobles puntos muertos, con sus peligros inherentes, pueden continuar mientras las potencias mundiales están distraídas en otros asuntos, aparentemente más apremiantes. Con elecciones en los EE.UU. en menos de cinco meses y el electorado preocupado por la economía, el debate y las discusiones sobre las crisis en tierras lejanas se desvanecerán. Del mismo modo, los nuevos gobiernos que surgen de las elecciones en Europa se verán tentados a concentrarse en la profundización de la recesión económica, en lugar de considerar nuevas iniciativas para lidiar con Irán y Siria.
El statu quo en Irán y Siria, sin embargo, es inaceptable y constituye amenazas de seguridad más allá de sus respectivas fronteras. La comunidad internacional, liderada por los EE.UU., deberá dejar en claro que la paciencia no es ilimitada. Se necesitan plazos firmes para terminar con la represión de Assad en Siria y para detener el programa de armas nucleares de Irán, con advertencias creíbles de que se tomarán acciones convincentes si continúan desafiando a la comunidad internacional.
En síntesis, la complacencia no es una opción.

* Director de relaciones con los medios del Comité Judío Estadounidense.

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