Algunos la aprueban y otros la rechazan con pasión, en especial por sus consecuencias en vidas humanas y porque —como una buena parte de la sociedad israelí— están muy atentos a la imagen del país que estos episodios generan ante la opinión pública mundial.
El mismo enfrentamiento se registra entre ambos bandos —uno favorable a una opción militar y otro inclinado a una solución política— cuando opinan sobre si Israel debe retirarse unilateralmente de Gaza, tal como propone el premier Ariel Sharon, uno de los líderes israelíes que más ha defendido en el pasado la creación de colonias judías en territorios reclamados por los palestinos.
«El operativo en Rafah estuvo destinado a destruir fábricas de morteros y túneles para el contrabando de armas desde Egipto», dijo a Clarín Yehuda Heinmenrath. Este ingeniero llegado en 1971 con su mujer y sus seis hijos aludió así a la reciente ofensiva militar en Gaza, que provocó una cadena de repudio mundial, incluyendo una reprimenda de EE.UU. Durante varios días, topadoras israelíes destruyeron decenas de viviendas palestinas, con el argumento de que desde allí se atacaban a los guardias israelíes. Hubo 50 palestinos y casi una docena de soldados muertos. El episodio levantó una polémica entre los 80.000 argentinos que viven en Israel, de los cuales 10.000 llegaron en los últimos cuatro años.
Desde el otro lado del arco ideológico, contrasta la opinión de Moshe Rozen, un veterano socialista argentino que desde hace 30 años es miembro del kibutz Nir Itzjak, al este de Gaza. «Los israelíes seguimos viéndonos como víctimas, sin poder percibir el contexto». Cuando se le piden más precisiones, aclara: «Vemos el ómnibus destruido por un terrorista suicida, pero no vemos el hambre, la miseria, la humillación de los palestinos».
Al sur de la Franja de Gaza, junto a la frontera con Egipto, se concentra un gran número de kibutzim —las aldeas colectivas de tendencia socialista— en los que los inmigrantes argentinos han hecho raíces. Como ocurre con el 70% de la población israelí, están a favor de la retirada de Gaza, con o sin acuerdo previo con los palestinos. A unos kilómetros, en las cercanías de los campos de refugiados de Janiunes y Rafah, un puñado de argentinos levantaron sus hogares en los territorios conquistados por Israel en la guerra de junio de 1967, en una operación que un grupo justifica apelando al «derecho bíblico» del pueblo judío a habitar en la zona y otro lo hace citando «razones de seguridad».
Yehuda Heinmenrath vive en Neveh Dekalim, una colonia de edificación baja con muy trabajados jardines. Es un centro industrial que, en épocas más tranquilas, daba ocupación a palestinos refugiados en Janiunes, uno de los poblados de menor nivel económico del mundo.
«Los problemas comenzaron con los acuerdos de Oslo», dice aludiendo al diálogo de paz labrado en Noruega en 1993, y que ahora está en terapia intensiva. «Antes de eso, los palestinos no tenían la cantidad de armas de ahora», comenta. Heinemrath se opone a la retirada unilateral judía y no quiere que se vayan los 7.500 israelíes que viven allí entre 1.300.000 palestinos.
Es muy posible que, en su camino de entrada y salida de Gaza hacia el centro de Israel, Yehuda se haya cruzado con otro argentino, Jorge Katz, a favor de la retirada y organizador de marchas pacifistas con el lema «Volver a casa. Salir de Gaza».
Katz vive en el kibutz Nirim y hasta hace un año atrás representó al movimiento kibutziano y al Frente de Izquierda Meretz en la Argentina. «También nosotros —dice— somos blanco de los palestinos. Pero tenemos claro que son las colonias (judías) en los territorios ocupados la mayor traba para un acuerdo de paz».
Yehuda Heinmenrath y otros argentinos que piensan como él no sólo rechazan la propuesta de paz a cambio de retirada de territorios que plantea Katz, sino que la ve como el origen del mal. «La paz llegará sólo cuando los árabes sepan que los judíos hicimos una decisión definitiva», asegura.
Sin embargo, Israel y aún los judíos en Israel están lejos de coincidir en una solución. «El problema estructural más grave no es lo que haya ocurrido en los últimos días sino la situación de ocupación que se arrastra desde hace 37 años», retruca Rozén.
Ese pensamiento es una abierta herejía para Jaim Katz, quien desde hace 14 años vive con su mujer e hijos en Ofrá, uno de los asentamientos mas radicales en Cisjordania. Katz se opone abiertamente a la retirada auspiciada por Sharon. «Lo que se plantea ahora es la transferencia forzada de judíos y de sus casas, que fueron levantadas por los abuelos hace más de 30 años».
Pero muchos argentinos asociados con la izquierda israelí dan ahora su respaldo a Sharon. Eso es lo que ocurre con el arquitecto Larry Sternschein, de 39 años, quien llegó a Israel hace 14 años y siempre votó por el laborismo. «Estoy a favor de un acuerdo negociado pero hoy no hay con quién hablar en una Autoridad Palestina liderada por terroristas. Por eso apoyo el repliegue de Gaza», afirma.
Otro argentino, Aharon Barnea, integra el «Foro de familiares de víctimas del conflicto», un grupo que trabaja por la paz junto a representantes palestinos. Con un hijo muerto durante la ocupación israelí del Líbano, en 1982, cuando Sharon era ministro de Defensa, ahora le ofrece un apoyo táctico. «Toda retirada es positiva, porque puede generar una dinámica distinta», dice. Pero no es muy optimista. «Por ahora, Sharon deberá enfrentarse a los extremistas de dentro y fuera del partido». Ese, afirma, será un momento decisivo
Fte CLARIN Shlomo Slutzky