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AMIA. Especial Jorge Arguello. 17 años después, los otros rostros que nos importan

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 Pero mientras se luchaba por llegar a eso, cuando todavía campeaban los indultos a los culpables, 114 argentinos morían víctimas del terrorismo en dos atentados, contra la embajada de Israel en 1992 y contra la sede de la AMIA, en 1994. Los sobrevivientes, los familiares de esos muertos y todos los argentinos seguimos buscando también el rostro de estos otros culpables.
Con ese firme propósito, durante la última Asamblea General de la ONU, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner llegó a proponer que tribunales de un tercer país pudieran juzgar a los ciudadanos iraníes acusados del ataque a la AMIA.
Sin embargo, quedaba claro que incluso con esa propuesta no se trataba de buscar culpables sólo por buscarlos: la demanda era y es más amplia, de Justicia, para que quienes hayan cometido semejante delito sean castigados por atacar ya no a una comunidad, ya no a una religión, sino a todos nosotros.
Porque la Justicia bien comprendida, además de castigar también repara. Y, si es así, entonces nunca debemos olvidarnos de los demás rostros involucrados. Ya no sólo de los que buscamos y buscaremos como culpables. Sino también de los que lloramos y recordamos. Y, sobre
todo, de aquellos rostros que todavía tenemos la fortuna de poder mirar, los de los sobrevivientes, los de los familiares, los de los amigos.
Ya se ha dicho. Así como la última dictadura se ensañó con sectores sociales muy vulnerables, de por sí víctimas de injusticia como trabajadores, así también el ataque a la AMIA apuntó al corazón de la acción social de la comunidad judía.
Cuando el jefe de Prevención del Terrorismo de la ONU, Jean Paul Laborde, visitó la nueva sede de la AMIA reflexionó sobre eso: Mientras buscamos culpables y les ponemos un rostro, las víctimas sobrevivientes pueden quedarse demasiado solas. Las víctimas, ciertamente, son la primera consecuencia del terrorismo.
En 2009, la ONU organizó un simposio general de víctimas del terrorismo, primer paso para coordinar la tarea de agencias y comités creados previamente cuando el fenómeno terrorista se extendía. Para las Naciones Unidas, hoy, un fenómeno tan importante como el del
cambio climático o de las grandes crisis financieras. Ya en 2006, la ONU se había dado una Estrategia Global contra el terrorismo, que alertaba sobre el riesgo de deshumanizar a las víctimas.
En ese contexto, el informe del Simposio sobre Víctimas dejó algunas conclusiones sobre las que ya se están preparando nuevos pasos: dar a las víctimas un rostro y una voz; proteger su dignidad; otorgarles condición jurídica; prestarles apoyo médico, psicosocial y financiero; establecer lazos de solidaridad con ellas; y hasta mejorar la información periodística sobre las víctimas, con el mismo énfasis que se pone habitualmente sobre los culpables.
En un nuevo aniversario del atentado contra la sede de la AMIA, 17 años después, la continuidad de las actividades y los proyectos de la mutual social son un ejemplo trágicamente potenciado de cómo seguir trabajando por los más vulnerables, víctimas, cuando ya se ha estado de ese mismo lado.
La Justicia humana tiene sus tiempos y conseguirla depende de muchos factores. Pero mientras les ponemos cara a los culpables y los sentamos en un banquillo -y aun después- es imprescindible seguir atendiendo a esos otros rostros, los de los sobrevivientes, los de familiares, amigos, todos ellos víctimas que nos necesitan.

Jorge Argüello
Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas

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