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¿Qué está sucediendo realmente en el Egipto post-Mubarak?

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Mientras Egipto se tambalea en una nueva era, una mirada a su complejidad ayuda a entender el probable rumbo del país. Algunas reflexiones sobre cuestiones claves:
• El espíritu de la plaza Tahrir es real y vive, pero excesivamente lejos de los pasillos del poder. Las ideas revolucionarias -que el gobierno debería servir al pueblo y no a la inversa, que los gobernantes deberían ser elegidos por el pueblo y que las personas tienen derechos inherentes- han penetrado finalmente en una porción sustancial del país, especialmente entre los jóvenes. Pero por ahora son ideas “disidentes”, firmemente excluidas de toda función operativa.
Un tribunal militar condenó al bloguero liberal Maikel Nabil a tres años de cárcel.
• El gobierno militar continuará. Como ve, los soldados no tomaron el poder con la salida de Hosni Mubarak hace dos meses, lo hicieron en 1952. Ahí fue cuando los Oficiales Libres derrocaron a la monarquía constitucional y asumieron el cargo. Un militar de alto rango siguió a otro -de Naguib a Nasser, Sadat, Mubarak y Tantawi- en una sucesión ininterrumpida durante 59 años. Con el tiempo, el ejército amplió su dominio para incluir el ámbito económico y la producción de todo, desde televisores a aceite de oliva, y así adquirió el control sobre una porción considerable de la riqueza de Egipto. Los soldados de Egipto se han acostumbrado demasiado al poder y la buena vida como para renunciar a estos beneficios. Ellos harán todo lo necesario para mantener el poder, ya sea purgar a Mubarak, mandar a sus hijos a la cárcel, prohibir a su antiguo partido político, cambiar la constitución o reprimir el disenso.
• El ejército no es laico. Desde los primeros Oficiales Libres, en la década de 1930, hasta la reciente reafirmación de la Sharía (ley islámica) como “la principal fuente de legislación”, los líderes militares egipcios siempre han mostrado una orientación islamista. Más concretamente, los Oficiales Libres surgieron del ala militar de la Hermandad Musulmana y han estado compitiendo con el ala civil durante décadas. Como escribe la analista Cynthia Farahat en Middle East Quarterly, su rivalidad “debería entenderse no como una lucha entre una dictadura autocrática y secular y otra islamista en potencia, sino una lucha entre dos grupos rivales ideológicamente similares provenientes de la misma fuente”.
• La Hermandad Musulmana es menos formidable de lo que su reputación sugiere. No es una potencia. La organización padece graves problemas. En primer lugar, los islamistas exaltados la desprecian. Al-Qaida recientemente la criticó por participar de las elecciones y la ridiculizó por estar en camino a convertirse en “secular y falsamente vinculada con el islam”.
En segundo lugar, la Hermandad es débil sobre el terreno. Hesham Kassem, de la Organización por los Derechos Humanos egipcia señala que sus miembros no exceden los 100.000, lo cual -en un país de 80 millones- significa que “no es realmente un movimiento de base”, sino una institución mimada. La auténtica competencia política debería reducir su atractivo.
Finalmente, comprender la política egipcia significa penetrar en el característico doble juego de Medio Oriente (como en la política iraquí y siria), uno que aquí juegan militares e islamistas. Tenga en cuenta sus elementos en contra:
• Rutina de cooperación militar-islamista. Los militares, señala Farahat, han “actuado en sutil connivencia con los islamistas en contra de sus compatriotas más democráticos y las minorías religiosas; en particular, los coptos”.
Uno de muchos ejemplos: el 14 de abril, una conferencia sobre derechos humanos que criticaba a los militares por llevar a civiles ante tribunales militares fue interrumpida dos veces. Primero por un oficial militar preocupado por las “mujeres indecentes”, y después, por islamistas furiosos por la inapropiada discusión sobre los militares.
¿Quién es quién? Los papeles se han vuelto casi intercambiables. Del mismo modo, el nuevo liderazgo militar les permitió a los islamistas formar partidos políticos y liberó de la cárcel a miembros de la Hermandad. Por el contrario, Mohamed Badie, el líder de la Hermandad, elogió a las fuerzas armadas y su organización apoyó el referéndum convocado por el ejército para marzo.
La cámara baja de Egipto, la Asamblea del Pueblo, es una herramienta para combatir a la Hermandad Musulmana.
• El gobierno explota los temores de la Hermandad. Los militares se benefician con las preocupaciones, tanto nacionales como extranjeras, acerca de una toma del poder islamista. Esta perspectiva justifica no sólo su propia dominación continua, sino también excusa sus excesos. Los militares han aprendido a jugar con los islamistas como un yo-yo. Por ejemplo, Mubarak admitió astutamente el ingreso de 88 Hermanos Musulmanes al Parlamento en 2005, lo cual simultáneamente mostraba los peligros de la democracia y volvía indispensable su tiranía. Una vez logrado esto, sólo permitió que un Hermano Musulmán entrara al Parlamento en las elecciones de 2010.
En resumen, mientras que la modernidad de la plaza Tahrir y la barbarie de la Hermandad Musulmana tienen una importancia a largo plazo, con toda probabilidad el ejército seguirá gobernando Egipto, haciendo sólo cambios cosméticos.

* Director del Foro de Medio Oriente e investigador visitante distinguido en el Instituto Hoover de la Universidad de Stanford.

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