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El mensaje de Pésaj y el extranjero entre nosotros

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La próxima lectura (semanal de una porción) de la Torá, Kedoshim, nos ordena ser especialmente sensibles en nuestro trato con el extranjero entre nosotros. ¿Qué tiene que ver esta orden con la festividad de Pésaj? ¿Y qué tiene que ver este mensaje con el Israel de hoy?
Entre los muchos mandamientos e instrucciones morales que figuran en la lectura de la Torá de esta semana sólo para uno se da una explicación histórica:
“Si un extranjero vive contigo en vuestra tierra, no habrán de maltratarlo. El extranjero que vive entre vosotros será tratado como uno de vuestros ciudadanos y lo amarás como a ti mismo porque vosotros habéis sido extranjeros en la tierra de Egipto.” (Vaikrá o Levítico XIX:33)
Dos aspectos de este mandamiento son sorprendentes. El primero es que no se espera sólo que nos comportemos amablemente con el extranjero, sino que realmente “lo amarás como a ti mismo”. ¿No es ésta una demanda exagerada?
También es notable la razón dada para su cumplimiento: “porque vosotros habéis sido extranjeros en la tierra de Egipto”. En nuestra manera común de pensar, el haber sufrido suele ser considerado como una circunstancia atenuante, que justifica bajos niveles de comportamiento. Pero en este caso, la Torá invierte este enfoque e insiste en que nuestra experiencia como extranjeros en Egipto debería, en realidad, tener el efecto contrario y llevarnos a tener niveles más altos de conducta para con el extranjero que vive entre nosotros.
Cuando son tomados en conjunto, estos dos aspectos inusuales del mandamiento echan una nueva luz sobre la manera en la cual se nos alienta a mirar al extranjero: no con simpatía, sino con empatía. Cuando vemos a los extranjeros entre nosotros, sugiere la Torá, debemos recordar que nosotros también hemos atravesado esa experiencia. Al reconocer nuestra propia historia como extranjeros en Egipto -y podríamos añadir, como inmigrantes y una minoría a lo largo de siglos de exilio en sociedades de todo el mundo- somos alentados a sacar su carácter de “extranjero”, somos llamados a amarlo como ‘a nosotros mismos’ mediante el reconocimiento de nuestra experiencia común y el saber que él o ella no tiene menos humanidad que nosotros.
El papel sensibilizador de nuestra conciencia histórica es también un elemento central de la festividad de Pésaj. La recreación, en la noche del Séder (cena ritual), del Éxodo de Egipto ha desempeñado diversas funciones en la psiquis judía con el paso de las generaciones. En los oscuros períodos de persecución, ha servido como un símbolo y una promesa de libertad. Pero en otras ocasiones, en lugar de confortar al afligido, ha servido para “afligir al confortado”. El comer matzá -el pan (ácimo) de los pobres- y el sabor de las hierbas amargas y el agua salada están diseñados para asegurarnos que, por más seguros que podamos sentirnos, tenemos un recordatorio anual de la experiencia de ser una minoría, de la discriminación y la persecución. Y mientras esperamos que nosotros y nuestros hijos sigamos viviendo con seguridad y confort, estamos conminados a asegurar que este mensaje sea transmitido de padre a hijo y que “en cada generación uno debe verse como si él o ella salieron de Egipto”.
Este mensaje, tan central para la identidad judía, tiene una particular importancia para Israel, una sociedad compuesta por inmigrantes de más de 70 naciones, con una miríada de etnias y culturas. En los últimos años, la cuestión de cómo relacionarse con los “extranjeros” se ha convertido en aún más acuciante con la significativa afluencia de refugiados, migrantes y trabajadores extranjeros. Esta tendencia presenta desafíos económicos y sociales con respuestas no fáciles. Estos retos deben ser afrontados con responsabilidad y sensibilidad por muchos niveles de la sociedad israelí, incluyendo los servicios sociales, los agentes del orden y los legisladores. Pero Pésaj y la lectura de la Torá de esta semana sugieren que toda respuesta auténtica del Estado judío debe partir de un reconocimiento de la experiencia del ser forasteros que está incrustada en nuestra propia conciencia histórica.
En un caso reciente ante la Corte israelí, un juez desestimó el argumento de que un departamento alquilado a trabajadores extranjeros no necesitaba cumplir con las normas usualmente requeridas en Israel. “Estamos obligados -escribió el juez- a no hacerles a otros lo que nos han hecho. En términos actuales podríamos decir que el momento en que dejamos de reconocer la humanidad de quienes vienen a nosotros para perfeccionarse, también perdemos nuestra propia humanidad”.
El Presidente de Israel, Shimon Peres, hizo hincapié en el punto al describir el enfoque que estamos obligados a darles a los trabajadores extranjeros en Israel:
“Como un pueblo que ha sufrido con tanta amargura en el exilio, estamos llamados a ser sensibles con el extranjero que vive entre nosotros.”
En el discurso público, el acercarse al extranjero frecuentemente es presentado como opuesto a la necesidad de preservar el carácter judío del Estado de Israel. Pero la lectura de la Torá de esta semana y las palabras del Presidente de Israel y de sus jueces son un recordatorio de que el cuidar del extranjero y el reconocer nuestra propia historia en su apremiante situación son valores profundamente judíos.

CGG

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