Esta posibilidad se había alejado con los acuerdos de paz con Egipto y Jordania y tras la retirada israelí del Líbano, país despedazado por las facciones internas y las disputas entre las potencias vecinas.
Hubo un tiempo, no lejano, en el que este apaciguamiento permitió circunscribir los esfuerzos de paz a la cuestión palestina. Conducida ahora a un callejón sin salida, que introdujo a Israel en un escenario de guerra interna como nunca lo tuvo en sus 55 años de existencia, el gobierno de Ariel Sharon apunta a una contraofensiva que no se detiene en sus fronteras nacionales.
Israel y Siria mantienen una disputa principal que tiene a las alturas del Golan como zona caliente permanente. Pero desde la última guerra árabe-israelí, de la que se cumplieron treinta años, ambos países derivaron el conflicto a terceros escenarios y actores, incluidas las organizaciones armadas responsables de actos terroristas con apoyatura en los estados árabes.
La decisión del gobierno israelí de atacar supuestas bases terroristas en el sur de Siria no tendría a ese país como objetivo, sino el intento de «externalizar» la violencia interna provocada por los ataques suicidas y el estado de insurgencia en los territorios autónomos palestinos.
El gobierno israelí estaría buscando desactivar las bombas de tiempo y polvorines diseminados dentro de su país a través de una reactivación de la amenaza externa, lo cual difícilmente sofoque el primer peligro y aumenta los riesgos de que la amenaza se extienda, en un nuevo reguero de violencia y sangre.
No habrá fronteras seguras en Oriente Medio mientras no se logren separar la seguridad israelí y los derechos palestinos de las violencias que se ejercen para defender ambos legítimos propósitos.
Esta posibilidad se había alejado con los acuerdos de paz con Egipto y Jordania y tras la retirada israelí del Líbano, país despedazado por las facciones internas y las disputas entre las potencias vecinas.
Hubo un tiempo, no lejano, en el que este apaciguamiento permitió circunscribir los esfuerzos de paz a la cuestión palestina. Conducida ahora a un callejón sin salida, que introdujo a Israel en un escenario de guerra interna como nunca lo tuvo en sus 55 años de existencia, el gobierno de Ariel Sharon apunta a una contraofensiva que no se detiene en sus fronteras nacionales.
Israel y Siria mantienen una disputa principal que tiene a las alturas del Golan como zona caliente permanente. Pero desde la última guerra árabe-israelí, de la que se cumplieron treinta años, ambos países derivaron el conflicto a terceros escenarios y actores, incluidas las organizaciones armadas responsables de actos terroristas con apoyatura en los estados árabes.
La decisión del gobierno israelí de atacar supuestas bases terroristas en el sur de Siria no tendría a ese país como objetivo, sino el intento de «externalizar» la violencia interna provocada por los ataques suicidas y el estado de insurgencia en los territorios autónomos palestinos.
El gobierno israelí estaría buscando desactivar las bombas de tiempo y polvorines diseminados dentro de su país a través de una reactivación de la amenaza externa, lo cual difícilmente sofoque el primer peligro y aumenta los riesgos de que la amenaza se extienda, en un nuevo reguero de violencia y sangre.
No habrá fronteras seguras en Oriente Medio mientras no se logren separar la seguridad israelí y los derechos palestinos de las violencias que se ejercen para defender ambos legítimos propósitos. Fuente: Editorial Diario Clarín