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Viviendo como merece la gente vivir

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Hablamos con Waldo en su oficina en la fábrica del kibutz, mientras lo visita Yusuf Eid, un ciudadano árabe israelí, de Kfar Kara.

Yusuf habla con Waldo como un verdadero amigo. «Es mi hermano mayor, apenas me enteré de lo sucedido lo llamé para ver si está bien, si necesita algo», nos dice Yusuf, que llegó al kibutz a presentar sus condolencias.

Waldo y Yusuf no están de acuerdo en todo, pero a diferencia de lo que sucede en muchas otras partes, ambos saben que pueden discrepar, sin pelearse.

Waldo recuerda al gobierno israelí que es imprescindible comprender que no podrá seguir ocupando militarmente los territorios palestinos.

A los palestinos, aclara que apoyando la violencia, no llegarán a nada. «Si alguien me viene a matar, debo lograr matarlo primero, porque con todas mis ideas pacifistas, no tengo alma de mártir, de víctima, ni de estúpido», recalca.

El futuro

La gran pregunta es si algo cambiará, a pesar de la convicción ideológica, en la dinámica diaria del kibutz.

Gabriel Milberg, oriundo de Montevideo, no tiene dudas de que continuará educando a sus hijos a respetar a los árabes y de que nada será distinto en la convivencia con los vecinos de la aldea aledaña Meisar.

Yo tengo una idea muy pero muy linda. Que haya paz sobre quien murió

Lahav Shlesinger
Pero admite admite que las cosas ya no son iguales: «hoy cierro la puerta con llave. Si pasa una persona que no conocemos, se nos paran las antenas. Lo que cambian son los miedos que nosotros tenemos hoy día».
Para los niños, captar la muerte es casi una misión imposible. Pero quizás les ayudan sus propias características, su frescura e inocencia.

Es el caso de Gal Rimberg, quien procura aclarar que tiene «siete años y tres cuartos» y opina que sobre las tumbas de los niños muertos habría que colocar todos sus juguetes y fotos.

O Itai -uno de los seis hijos de Gabriel Milberg- que pide también llevarles «todas las flores del jardín».

Y cuando preguntamos cuál sería la mejor forma de honrar la memoria de los niños muertos, Lahav Shlesinger, de seis años, sugiere on tono natural y con una amplia sonrisa: «Yo tengo una idea muy pero muy linda. Que haya paz sobre quien murió».

Los habitantes del Kibutz Metzer siguen convencidos de que esa paz es sólo cuestión de tiempo. Pero ahora temen que demore mucho más.

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