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Un año después, Hezbolá celebra su «victoria» sobre Israel

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En las avenidas de los barrios chiitas del sur de Beirut, controlados totalmente por el partido y sus milicianos de paisano, diversas pancartas proclaman que «llegó la era de la victoria». Un gran acto fue convocado allí para este martes, con ocasión del primer aniversario del cese de las hostilidades.

Está previsto que el líder del movimiento, Hassan Nasralá, que vive en la clandestinidad amenazado de muerte por Israel, dé un discurso que será retransmitido por pantalla gigante. «Es un gran aniversario para Líbano», afirma Hussein Rahhal, portavoz de Hezbolá.

La gran ofensiva israelí comenzó el 12 de julio en respuesta al secuestro de dos de sus soldados por Hezbolá en la frontera libanesa-israelí. En 34 días, el ejército israelí mató a 1.200 personas y su aviación destruyó buena parte de las infraestructuras de Líbano. Israel registró 160 bajas, una parte en su territorio, víctimas de los cohetes de Hezbolá.

El conflicto concluyó con un alto el fuego negociado en la ONU que permitió el despliegue en la frontera entre ambos países de 15.000 soldados libaneses y 13.500 ‘cascos azules’, entre ellos 1.100 españoles de los que seis (tres de origen colombiano) murieron en el primer atentado mortal contra esas fuerzas el 24 de junio.

Para el portavoz Rahhal, de Hezbolá, de aquella contienda se desprende que «Líbano puede defenderse solo». La resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU prohíbe, no obstante, que en Líbano haya más armamento que el de las autoridades. Hezbolá, sin embargo, se niega a desmantelar su arsenal mientras «el enemigo sigue dispuesto a lanzar agresiones».

Oficialmente no habrá ninguna conmemoración de este aniversario, mientras el país está sumido desde el final de la contienda en una profunda crisis política que paraliza las instituciones, una situación sin precedentes desde la guerra civil, que acabó en 1990.

La inestabilidad se agrava por los combates en el campo de refugiados palestinos de Nahr Al Bared, en el norte del país, entre el ejército libanés y el grupo islamista Fatah al Islam.

«La resistencia logró acabar con el mito de que el ejército israelí es invencible, pero no se puede hablar de victoria cuando Líbano ha sufrido tanta destrucción», señaló sin embargo la ministra de Asuntos Sociales, Nayla Moawad. «La guerra agravó muchísimo la crisis política y económica y la emigración», añadió. En efecto, el turismo y la inversión extranjera se han resentido mucho.

En los meses que siguieron a la guerra, la oposición libanesa liderada por Hezbolá -movimiento apoyado por Siria e Irán-, se rebeló contra el gobierno, apoyado por las potencias occidentales. Además, se produjeron varios asesinatos de personalidades antisirias.

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