El papa Benedicto XVI levantó el sábado las restricciones para oficiar la antigua liturgia de la misa en latín, en una concesión a los tradicionalistas de la Iglesia, pero enfatizó que su decisión de ningún modo daba marcha atrás a las reformas del Concilio Vaticano Segundo.
El pontífice emitió un documento en el que autoriza a los párrocos el oficiar la misa tridentina si ésta es solicitada por «un grupo estable de fieles». Actualmente, el obispo local debe aprobar esas peticiones, un obstáculo que según los defensores del ritual tradicional ha limitado enormemente las oportunidades de practicarlo.
«Lo que las generaciones anteriores tenían por sagrado sigue siendo sagrado y grande para nosotros también, y no puede ser de pronto prohibido por entero o considerado incluso nocivo», escribió Benedicto.
El documento podría causar indignación entre los judíos, dado que el ritual tridentino incluye una plegaria para el viernes santo, que exhorta a su conversión. La Liga Anti Difamación consideró que la decisión representó un «golpe para las relaciones entre católicos y judíos», informó la agencia noticiosa judía JTA.
Además de las preocupaciones de los judíos, algunos obispos en Francia, así como clérigos y fieles liberales han expresado su temor de que el permitir una celebración más libre de la liturgia tridentina implique desestimar el concilio realizado entre 1962 y 1965, el cual modernizó a la Iglesia.
Temen también que la medida genere divisiones en las parroquias, dado que se oficiarían dos liturgias distintas.
Benedicto buscó calmar esa preocupaciones en una carta anexa a los obispos.
«Este temor es infundado», señaló.
Dijo que la nueva misa en los idiomas vernáculos, surgida del concilio, sigue siendo la forma «normal» del ritual, mientras que la versión tridentina era «extraordinaria», y podría ser solicitada por relativamente pocos católicos.