«Sin dudas, me dije, la hostilidad contra los judíos que dura desde hace 2000 años, se ha cristalizado en una representación común al género humano. El odio se ha convertido en una representación común, y el objeto de este odio es un pueblo que no está de ninguna manera listo para desaparecer de la faz de la Tierra. Intento pensar de manera clara y sincera y de enunciar claramente y sinceramente lo que pienso, rechazando todo tabú.
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«El hecho de que haya jóvenes que se suiciden alegremente haciendo explotar una bomba prueba que no se puede tratar sólo de saber si un Estado palestino está a punto de constituirse o no. Su acto expresa una amargura que no se puede justificar por un sentimiento nacionalista. Algunos piensan que su locura no está dictada por fuerzas exteriores sino que nace de su alma y del sufrimiento de ella: y es allí donde comienza el mal irreparable.
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«Yo no soy imparcial y no puedo, por lo demás, serlo. Jamás ejercí el papel de verdugo imparcial. Dejo a los intelectuales europeos, y no europeos, que tienen ese papel para bien y a veces para mal. Luego de tanta solidaridad sincera y fingida, se ha dado vuelta la página: es con caras severas que los gobernantes de Europa se han vuelto hacia Israel. El juicio glacial de las potencias europeas se ha sentido aquí como una cuestión existencial candente.
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«Cuando digo que soy un escritor judío, no quiero decir que yo sea judío» escribí y en efecto, ¿qué clase de judío es alguien que no ha recibido una educación religiosa, que no habla el hebreo, que apenas conoce las obras sobre el origen de la cultura judía y que no vive en Israel sino en Europa?
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«Me da casi vergüenza leer esas líneas, revelar mi existencia, los delicados problemas de los intelectuales judíos alejados de sus raíces, crisis de identidad, apátridas. Me pregunto por qué acá mi condición de extranjero se destaca con más claridad y cuando observo más atentamente las caras de la gente, los autos empavesados, todo este clima tan difícil de describir, esta excitación, tomo conciencia de la metamorfosis que este país está por sufrir.»
.En abril último, en un artículo escrito tras visitar Jerusalén, Imre Kertész reflexionó sobre la situación en Israel e hizo referencia a la Argentina. El texto completo puede leerse en www.actes-sud.fr , de la editorial Actes Sud, y a continuación publicamos un fragmento.
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«Soy un visitante que no comparte la suerte de aquéllos que sin embargo son los suyos.
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«Me pregunto si no sería necesario hacer una distinción entre una disposición hostil hacia Israel y el antisemitismo. ¿Cómo entender que en la Argentina, donde en este momento la gente tiene mucho de que preocuparse por sus propios problemas, se lleguen a hacer manifestaciones en contra de Israel?
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«Sin dudas, me dije, la hostilidad contra los judíos que dura desde hace 2000 años, se ha cristalizado en una representación común al género humano. El odio se ha convertido en una representación común, y el objeto de este odio es un pueblo que no está de ninguna manera listo para desaparecer de la faz de la Tierra. Intento pensar de manera clara y sincera y de enunciar claramente y sinceramente lo que pienso, rechazando todo tabú.
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«El hecho de que haya jóvenes que se suiciden alegremente haciendo explotar una bomba prueba que no se puede tratar sólo de saber si un Estado palestino está a punto de constituirse o no. Su acto expresa una amargura que no se puede justificar por un sentimiento nacionalista. Algunos piensan que su locura no está dictada por fuerzas exteriores sino que nace de su alma y del sufrimiento de ella: y es allí donde comienza el mal irreparable.
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«Yo no soy imparcial y no puedo, por lo demás, serlo. Jamás ejercí el papel de verdugo imparcial. Dejo a los intelectuales europeos, y no europeos, que tienen ese papel para bien y a veces para mal. Luego de tanta solidaridad sincera y fingida, se ha dado vuelta la página: es con caras severas que los gobernantes de Europa se han vuelto hacia Israel. El juicio glacial de las potencias europeas se ha sentido aquí como una cuestión existencial candente.
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«Cuando digo que soy un escritor judío, no quiero decir que yo sea judío» escribí y en efecto, ¿qué clase de judío es alguien que no ha recibido una educación religiosa, que no habla el hebreo, que apenas conoce las obras sobre el origen de la cultura judía y que no vive en Israel sino en Europa?
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«Me da casi vergüenza leer esas líneas, revelar mi existencia, los delicados problemas de los intelectuales judíos alejados de sus raíces, crisis de identidad, apátridas. Me pregunto por qué acá mi condición de extranjero se destaca con más claridad y cuando observo más atentamente las caras de la gente, los autos empavesados, todo este clima tan difícil de describir, esta excitación, tomo conciencia de la metamorfosis que este país está por sufrir.»
.En abril último, en un artículo escrito tras visitar Jerusalén, Imre Kertész reflexionó sobre la situación en Israel e hizo referencia a la Argentina. El texto completo puede leerse en www.actes-sud.fr , de la editorial Actes Sud, y a continuación publicamos un fragmento.
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«Soy un visitante que no comparte la suerte de aquéllos que sin embargo son los suyos.
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«Me pregunto si no sería necesario hacer una distinción entre una disposición hostil hacia Israel y el antisemitismo. ¿Cómo entender que en la Argentina, donde en este momento la gente tiene mucho de que preocuparse por sus propios problemas, se lleguen a hacer manifestaciones en contra de Israel?
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«Sin dudas, me dije, la hostilidad contra los judíos que dura desde hace 2000 años, se ha cristalizado en una representación común al género humano. El odio se ha convertido en una representación común, y el objeto de este odio es un pueblo que no está de ninguna manera listo para desaparecer de la faz de la Tierra. Intento pensar de manera clara y sincera y de enunciar claramente y sinceramente lo que pienso, rechazando todo tabú.
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«El hecho de que haya jóvenes que se suiciden alegremente haciendo explotar una bomba prueba que no se puede tratar sólo de saber si un Estado palestino está a punto de constituirse o no. Su acto expresa una amargura que no se puede justificar por un sentimiento nacionalista. Algunos piensan que su locura no está dictada por fuerzas exteriores sino que nace de su alma y del sufrimiento de ella: y es allí donde comienza el mal irreparable.
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«Yo no soy imparcial y no puedo, por lo demás, serlo. Jamás ejercí el papel de verdugo imparcial. Dejo a los intelectuales europeos, y no europeos, que tienen ese papel para bien y a veces para mal. Luego de tanta solidaridad sincera y fingida, se ha dado vuelta la página: es con caras severas que los gobernantes de Europa se han vuelto hacia Israel. El juicio glacial de las potencias europeas se ha sentido aquí como una cuestión existencial candente.
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«Cuando digo que soy un escritor judío, no quiero decir que yo sea judío» escribí y en efecto, ¿qué clase de judío es alguien que no ha recibido una educación religiosa, que no habla el hebreo, que apenas conoce las obras sobre el origen de la cultura judía y que no vive en Israel sino en Europa?
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«Me da casi vergüenza leer esas líneas, revelar mi existencia, los delicados problemas de los intelectuales judíos alejados de sus raíces, crisis de identidad, apátridas. Me pregunto por qué acá mi condición de extranjero se destaca con más claridad y cuando observo más atentamente las caras de la gente, los autos empavesados, todo este clima tan difícil de describir, esta excitación, tomo conciencia de la metamorfosis que este país está por sufrir.»
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