Después de las manifestaciones protagonizadas por musulmanes árabes contra las obras, en los últimos días hubo también protestas callejeras de judíos que pedían el acceso al monte cercano al Muro de las Lamentaciones, último vestigio del Segundo Templo que se elevó en ese monte.
El Consejo de Rabinos de los asentamientos en los territorios palestinos ocupados denunció también el «efecto negativo para los derechos básicos de los judíos a visitar el Monte del Templo de la violencia árabe y la debilidad del gobierno israelí».
En un comunicado, el Consejo afirma que «sólo con un cambio de percepción que permita ver el Monte del Templo como el lugar más sagrado del pueblo judío, se podrá culminar el proceso de paz y lograr tranquilidad para todos los habitantes de Sión». Para los musulmanes, ese mismo lugar, la Explanada de las Mezquitas de Al Aksa y de la Roca, es el tercero más sagrado del Islam.
Ola de protestas entre los musulmanes
Hace tres semanas, el comienzo de unas excavaciones en el lugar para salvaguardar restos arqueológicos debajo de la rampa de acceso a la Explanada antes de unos trabajaos de restauración de la misma, originaron encendidas protestas por parte de los palestinos y del mundo musulmán.
Hubo varias manifestaciones violentas y las excavaciones fueron condenadas por máximos representantes religiosos y políticos del mundo musulmán que vieron en ellas un intento encubierto de destruir las mezquitas.
La Municipalidad ha suspendido las obras de restauración de la rampa, dañada durante una tempestad, pero sigue con las excavaciones que, por ley, se deben llevar a cabo cada vez que se construye en Israel, sobre todo en el casco antiguo de Jerusalén, la ciudad tres veces santa donde hay vestigios de 3.000 años.
El Gobierno israelí insiste en que las excavaciones no representan ningún peligro para las mezquitas y ayer, en una rueda de prensa, el primer ministro, Ehud Olmert, reiteró que ni siquiera se acercan al lugar santo.
Olmert afirmó que «se informó por adelantado del proyecto a las partes interesadas», y señaló que cualquier representante de países y organismos interesados puede visitar las excavaciones, pero negó que sea necesaria una comisión para investigar el asunto.
Acusó a «los grupos más extremistas» de utilizar este tema para «promover la violencia entre Israel y el mundo musulmán», y se declaró «orgulloso» de que las protestas demuestren la libertad de expresión que impera en la democracia israelí «donde los más fundamentalistas pueden defender su posición».
El Mundo