Según fuentes policiales, unos 3.000 agentes participan en el despliegue, en tanto que el estado de alerta ha sido elevado y el acceso se ha restringido a varones mayores de 50 años y a mujeres mayores de 40.
El perímetro de la ciudad vieja y sus accesos están controlados desde el amanecer por la Policía israelí, que también ha incrementado el número de patrullas por las estrechas callejuelas del casco antiguo.
Alrededor de 70 palestinos fueron detenidos el viernes pasado por la policía israelí en los disturbios que se registraron en la explanada, a raíz de una decisión de Israel de comenzar los trabajos para construir una nueva rampa de acceso hacia el tercer lugar más sagrado para el islám.
Los palestinos temen que la rampa sea un intento de Israel para causar daño a la mezquita de Al-Aqsa.
Las obras han sido bloqueadas por el alcalde de la ciudad, el ultraortodoxo Uri Lupoliansky, mientras que, ayer, durante una visita a Turquía, el primer ministro israelí, Ehud Olmert, aceptó que una delegación técnica de ese país revise en el terreno los planes de construcción antes de comenzar.
La polémica rampa consta de un puente elevado sobre ocho pilares desde uno de los extremos del Muro de las Lamentaciones hasta la Puerta de los Mugrabis, junto a Al-Aqsa, fuera de la explanada.
Hace tres años existía en el lugar una rampa que quedó seriamente dañada por un terremoto, y desde entonces el acceso se realiza a través de un puente de madera que las autoridades quieren sustituir por uno permanente de hormigón.
A pesar de que los trabajos de construcción han sido paralizados para calmar los ánimos en el mundo árabe, prosiguen las excavaciones arqueológicas en el lugar para salvar cualquier resto de épocas anteriores.