Ashkenazi, de 52 años, sustituye en el cargo al general del aire Dan Halutz, cuya carrera ha quedado truncada por la crisis institucional que desató el fracasó del Ejército en la pasada guerra del Líbano.
Más de mil libaneses y 150 israelíes murieron en aquella contienda, en la que el Ejército israelí no logró imponerse a una guerrilla muy inferior en número y en capacidad de fuego, la libanesa Hizbulá.
Fuentes allegadas al nuevo jefe del Estado Mayor aseguran hoy, en declaraciones al diario Maariv, que su objetivo es volver a poner en pie al Ejército mediante una serie de políticas destinadas a incrementar la disciplina y la calidad del soldado israelí en el campo de batalla.
Las distintas comisiones que investigaron aquella guerra, que duró 34 días, llegaron a la conclusión de que los reservistas no estaban preparados y que la comunicación en la cadena de mando se vio seriamente afectada por disputas internas entre generales.
Ayer, en una visita de despedida al Parlamento, Halutz hizo alusión a la rebeldía de algunos de sus generales al decir que «lo peor que le puede pasar a un piloto es que su número 2 le dispare por la espalda».
Aunque el aún jefe del Ejército no habló en particular de ningún subordinado, la prensa local deduce que se trata de sus propios colaboradores en el Estado Mayor para la Defensa, a los que acusa desde hace meses de filtrar a la prensa información interna y críticas personales contra él.
Uno de las preguntas aún abiertas de aquella guerra es si el hecho de que Halutz, general del aire y no del Ejército de Tierra, influyó en el resultado de la contienda, al no conocer de cerca el funcionamiento de las fuerzas terrestres y confiar la mayor parte del tiempo en la capacidad aérea.
Ashkenazi, un veterano militar que ha sido comandante de la Brigada Golani, de una división de blindados y de la Comandancia General Norte, supone en ese sentido un regreso a la doctrina de que las Fuerzas Armadas israelíes deben estar encabezadas por un oficial del Ejército de Tierra.
El nuevo comandante tiene además el objetivo de preparar a las fuerzas de la reserva para una próxima guerra, después de casi una década en la que éstas no fueron entradas por motivos presupuestarios y por un cambio en la estrategia militar israelí.
En 2005, fue el primer ministro israelí, Ariel Sharón, quien confió el Ejército a un piloto, en la creencia de que las principales amenazas que afronta Israel se hallan en los estados vecinos sino en los países árabes más alejados, como es el caso de Irán.
Además, hasta la guerra del Líbano, tan sólo entre el 25 y el 35 por ciento de los reservistas israelíes cumplía con sus obligaciones militares de prestar servicio un mes al año.
El resto conseguía escabullirse con argumentos familiares o empresariales.
Horas después de que el primer ministro israelí, Ehud Olmert, y el ministro de Defensa, Amir Peretz, confieran a Ashkenazi los nuevos rangos militares, el comandante en jefe del Ejército israelí convocará a sus generales para darles a conocer su programa de trabajo.