Mauricio Sánchez Rubio
Dalia Rabin pensó hace años que la mejor manera de mantener viva esa llama era participar en la política activa de Israel. Fue diputada en la Knesset y llegó a ser la número dos del Ministerio de Defensa, puesto desde el que comprobó con crudeza la verdadera magnitud de los problema que tiene el Estado judío con sus vecinos. Pero salió desencantada del Parlamento y centró sus esfuerzos en el Centro Isaac Rabin, una plataforma civil de entendimiento para promocionar la tolerancia y la democracia que se alza en un espectacular edificio inaugurado en 2005 en Tel Aviv. Desde esta atalaya reclama a gritos que su país, lo que necesita en realidad, es un líder como su padre, capaz de asumir las consecuencias de la creación de un Estado palestino democrático en armonía con Israel.
-¿Por qué ha tardado tanto Madrid en tener una plaza conmemorativa con el nombre de su padre? ¿Existe odio hacia Israel en Europa?
-La noción que se tiene de la figura de mi padre cambió mucho tras los acuerdos de Oslo y especialmente tras su asesinato. Muchos países en Europa defienden sin tapujos a los palestinos en el conflicto con el Gobierno de Israel, pero diferencian claramente a la figura de mi padre. Así ocurre que en países como Francia, Alemania, Italia y hasta Holanda, todos enfrentados políticamente con el Gobierno de Israel por su política en la zona, sin embargo sí que se conmemora a mi padre por su visión de la paz.
-¿En qué punto está el legado de Isaac Rabin hoy, once años después de su asesinato?
-Justo después del asesinato se produjo un deterioro rápido y gradual de su figura que nos sorprendió a todos. Se llegó a un punto en que los acuerdos de paz de Oslo fueron condenados pública y políticamente por la opinión pública. En Israel, los acuerdos se consideraron un crimen. Hoy, aquellos que condenaron Oslo han regresado al camino que marcaron, muy adelantado para su tiempo. El mejor ejemplo fue el que dio Ariel Sharon como primer ministro. Bajo su mandato, Israel se retiró de Gaza y Jericó, lo que era la primera parte del plan acordado en Oslo. Desafortunadamente, en el camino perdimos el concepto de coexistencia con los palestinos, o si se quiere separados pero con respeto en dos estados uno frente al otro. Es curioso como en Israel, en los últimos cinco años, ha mejorado mucho el entendimiento de lo que quiso hacer mi padre.
-Desde fuera sorprende que la política actual en Israel esté tan dividida y que nadie se haya atrevido a quedarse con el legado de paz de su padre.
-Estoy de acuerdo. La visión definitiva que tenía mi padre no ha sido heredada por nadie todavía. Nadie ha tenido la convicción o la habilidad de mi padre para asumir la responsabilidad de las consecuencias de su política. Desafortunadamente, él sabía exactamente lo que le iba a ocurrir y, desafortunadamente, ocurrió. Lo que no pudo ver es que el ataque sería ejecutado por un judío.
-Siempre hablamos de los políticos, pero ¿qué piensa ahora la mayoría de la opinión pública israelí con respecto a los palestinos?
-Sin ninguna duda, en los últimos tiempos hay más gente que está de acuerdo con la devolución de territorios, la vuelta a las fronteras de 1967 y el regreso a la negociación con los palestinos. El problema es que aquellos que defienden esta postura, si se les pregunta si están dispuestos a pagar un alto precio por la paz, contestan que no.
-¿Hay entonces falta de liderazgo para convencer a los israelíes de que asuman los costes de alcanzar la paz definitiva?
-Necesitamos un líder que ponga su programa de creación de un Estado palestino en detalle sobre un mapa. Desafortunadamente hoy no hay nadie capaz de articular este mensaje porque no hay nadie capaz de asumir lo que ocurriría si algo sale mal.
-¿Podrá el primer ministro Ehud Olmert hacerse con el legado centrista que Sharon se sacó de la chistera con el partido Kadima?
-Es muy pronto para saberlo. Sharon fue el primero dentro del Likud en apoyar totalmente la separación en dos estados uno frente al otro. Decidió salir de Gaza y Jericó, pero desafortunadamente, este unilateralismo no tuvo mucho éxito porque no hemos tenido ni un solo día de tranquilidad desde la retirada. Olmert, en su último discurso, parece haber tomado el camino correcto, el de la negociación, pero con las grandes palabras y los grandes planes no es suficiente, tienes que demostrar a la gente que estás preparado para hacer concesiones dolorosas.
-¿Cuál es la siguiente concesión?
-Cisjordania, y ése es un problema mucho más complicado que Gaza. Allí tenemos a los colonos ultraortodoxos que no sólo ocupan la tierra, sino que reclaman el derecho de poseer lugares religiosos. Éste es el siguiente paso.
-¿Puede Olmert conseguir el apoyo del Parlamento para proponer esta retirada?
-La coalición de Gobierno tiene un equilibrio muy complicado. ¿Cómo puede Olmert anunciar en un discurso que está a favor de la solución con dos estados y al día siguiente aceptar en su coalición a Avigdor Lieberman (un ortodoxo del ultraderechista partido de los inmigrantes rusos que entró en el Gobierno para que Olmert no perdiera la mayoría)? Es contradictorio. En este momento no parece posible que se pueda reunir una mayoría para salir de Cisjordania.
-¿Puede pervivir en Israel la opción de centro político que ideó Sharon?
-Si se mira al pasado y a la historia, ninguna opción de centro ha tenido éxito en Israel. Yo entré en política a través de un partido de centro que se vino abajo muy deprisa, se desmoronó. También hubo un partido de centro durante los 70 que fue bastante grande y supuso una verdadera opción de futuro, pero también se vino abajo. Hasta ahora, los centristas han tenido aventuras demasiado cortas. No sé qué pasará con el Kadima que hoy está en el poder, pero está claro que su creación y diseño fue la obra personal de Ariel Sharon. Con él había otros políticos que podían sucederle. Estaba Haim Ramon, un político bien valorado pero que ya no podrá liderar (tuvo que dimitir como ministro de Justicia por un escándalo sexual). Queda el histórico Simon Peres de los que se unieron a Kadima desde el laborismo, pero con él nunca se sabe. El partido de Sharon es hoy una mezcla extraña que ahora es muy difícil saber por dónde saldrá.
-¿Aparecerá un gran líder de entre las sombras de la política israelí para encarar una opción de futuro, alguien totalmente desconocido?
-Hay cantera de políticos jóvenes. Yo trato con ellos porque creo que el Centro Rabin que dirijo debe estar dedicado al liderazgo. Mi padre representaba una estirpe de líderes que ya no existe. Sí que hay nuevas caras dispuestas a salir, el problema es que la política se ha convertido en Israel en una profesión de la que huyen los jóvenes por distintos motivos. Desde el Centro Rabin estoy intentando cambiar esa noción para que salgan caras nuevas.
-¿Consideraría usted volver a la política?
-No. Ya estuve en política y llegué a la conclusión de que mi principal papel es asegurarme de que se corrige y pasa a la historia en su justo término el legado de mi padre. Y eso sólo lo puedo hacer desde fuera de la política. Al principio creía que debía entrar en el juego para promocionar las ideas de mi padre y luego me di cuenta de que la mejor plataforma es el Centro Rabin, una extraordinaria oportunidad para hacer avanzar el lado positivo de la política.
-El comienzo de un nuevo ciclo violento entre los palestinos como ha ocurrido en la última semana, ¿es bueno o malo para Israel?
-Tener a los palestinos en combates entre ellos no es bueno ni para nosotros ni para nadie.
-¿Cree que la actual situación de caos desde que Hamas está en el Gobierno ha hecho bueno el recuerdo de Arafat?
-Arafat también demostró que no estaba preparado para las consecuencias de lo que ocurriría después de firmar la paz con Israel. Lo que hoy sí que parece evidente es que él era el único capaz de controlar a todas las facciones armadas palestinas. Pero su liderazgo nunca fue puesto a prueba de verdad y tampoco desarmó a los milicianos. En Israel había dos corrientes de opinión sobre Arafat. Una que consideraba que llegado el momento de la verdad desarmaría a las milicias y la otra que pensaba que no, que nunca sería capaz de asumir ese gran reto a su liderazgo. Con el tiempo, en Israel creció el grupo de los escépticos al tiempo que su liderazgo se fue debilitando entre los palestinos. Pero ahora es peor, no tenemos a un interlocutor al otro lado.
-Sin embargo, su padre se aproximó mucho a Arafat en política.
-A él no le gustaba Arafat. Y eso es una contestación cortés. Pero como político pragmático que era, mi padre llegó a la conclusión de que era el único jefe de los palestinos. Decía que si había alguna oportunidad para controlar la situación en los territorios sería a través de Arafat.
-¿Cuánto tardará en regresar Hizbulá a la frontera con Israel en la zona que patrullan hoy los soldados españoles?
-No me cabe duda de que lo van a intentar. Todo dependerá de lo fuertes que seamos en Israel en la voluntad para que eso no ocurra. El Consejo de Seguridad de la ONU tomó la decisión de impedir a Hizbulá regresar a sus posiciones previas al conflicto de este verano. Gracias a la guerra hemos podido comprobar que su presencia era mucho más poderosa de lo que creíamos.
-¿Cómo valora el intento de Irán de controlar los asuntos internos de Líbano y su amenaza nuclear?
-Irán es sin lugar a dudas la mayor amenaza de Israel hoy. El potencial de un conflicto con Irán es espeluznante.
La Razon
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