La decisión del gobierno iraní de organizar un seminario internacional con la intención de «discutir el Holocausto» ha pretendido llevar al terreno del debate histórico y académico el conflicto de Oriente Medio.
La veracidad histórica del Holocausto cometido contra el pueblo judío por el régimen hitleriano durante la Segunda Guerra Mundial está suficiente y probadamente acreditada. Ninguno de los argumentos utilizados por el llamado «negacionismo» ha resistido la prueba de los cientos de miles de testimonios y registros de lo ocurrido; desde la planificación del exterminio ordenado por los jerarcas nazis hasta su implementación con las matanzas masivas y los campos de concentración. El juicio de Nuremberg e incontables relatos y crónicas de las víctimas, los victimarios, los sobrevivientes e investigadores han ofrecido muestras contundentes que, por otro lado, pueden recogerse en los museos abiertos para que se conozca y no se olvide la magnitud del horror.
Por primera vez, el gobierno de un Estado auspicia una actividad internacional que invita a una revisión y relativización del Holocausto relacionada con el cuestionamiento a la legitimidad histórica del Estado de Israel. Ambos propósitos merecen las más serias reprobaciones.
El primero, porque supone la negación de la memoria de la hecatombe civilizatoria ocurrida en la última guerra mundial. El segundo, porque implica un retroceso respecto de otro principio reconocido internacionalmente; el del derecho de los pueblos a tener su propio Estado. Nada de esto tiene que ver con la justificación, aprobación o condena que merezcan las políticas que estos Estados y gobiernos lleven a cabo.
Por primera vez, el gobierno de un país auspicia una actividad internacional que invita a discutir, juntas, la existencia del Holocausto y la legitimidad del Estado de Israel. Ambos propósitos merecen las más enfáticas reprobaciones.
Clarin