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Nasrallah, un gran «hipnotizador»

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Nasrallah nunca impulsó normas islámicas intransigentes en los distritos que controla Hezbollah, un hecho que los analistas atribuyen a que está expuesto a muchas de las 17 sectas del Líbano. Nacido en 1960 en Beirut, creció en el barrio de Karanteena, en el este de la capital libanesa, un distrito pobre en el que se entremezclan chiitas, palestinos, drusos y armenios cristianos.

Su padre tenía un pequeño puesto de verdulería, pero en 1975 el estallido de la guerra civil obligó a la familia a huir de su aldea sureña nativa. El mayor de nueve hermanos y desde siempre cautivado por la mezquita, el joven Hassan partió al hawza (seminario) más famoso chiita, en Najaf, Irak.

En 1978 huyó a duras penas de la policía secreta de Saddam Hussein. Regresó al Líbano para unirse al grupo Amal, en ese entonces una nueva milicia chiita. Pero consideró que la Revolución Islámica de Irán, encabezada por el ayatollah Ruhollah Khomeini, en 1979, era el verdadero modelo para que los chiitas pusieran fin a su tradicional condición de segunda clase, y se pasó a Hezbollah a principios de los años 80.

En qué medida una figura religiosa puede atraer a la población mayormente cosmopolita del Líbano nunca quedó claro, y resulta especialmente oscuro ahora que Nasrallah ha provocado una guerra. Algunos libaneses afirman que vendió su alma a Damasco y a Teherán.

Los analistas políticos sostienen que el Líbano debió de haber visto lo que se le venía encima, pero Nasrallah demostró ser un hipnotizador muy hábil.

«La política libanesa, especialmente desde que se afianzó Nasrallah, se convirtió en su propio circo», dijo Sharara. «Nasrallah construyó este circo -agregó- sobre la base de una gran representación, la mentira, el miedo, esperanzas extravagantes y sueños irreales.»Traducción: Luis Hugo Pressenda

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