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Keren Hayesod. Masa es una gran propuesta en Israel para las necesidades de los jóvenes de la Diáspora

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Itongadol.- El programa Masa es una gran propuesta en Israel para las necesidades de los jóvenes de la Diáspora, y al respecto Itongadol conversó con Avy Leghziel [foto], un olé italiano que está casado con una mexicana y dirige el proyecto Masa Tech, en su oficina de Jerusalem y en el marco del 70º aniversario de la independencia del nuevo Estado judío.

– Desde hace tres años soy el responsable de todo lo relacionado con el desarrollo personal y profesional en nuestros programas post-college (educación terciaria). También me encargo del desarrollo de recursos de la Agencia Judía. Y soy el responsable de los programas de experiencia, que traen jóvenes de la Diáspora a visitar el país. El objetivo es construir una conexión vital entre la Diáspora y el judaísmo. Hay varios mensajes que expresan bien nuestros éxitos y tenemos bien en claro cómo se construye un programa que conecte al joven con Israel y le dé lo que quiera. No son programas de adoctrinamiento, sino que viven como cualquier israelí, de una manera real y profunda, y también les da el valor verdadero y los conecta con el país, incluso a alguien que viene a cualquiera de las universidades. En 1999 se creó Taglit, que le permite a todo joven judío venir diez días a Israel y conocer el país. De manera natural, algunos quieren más, unos no saben qué quieren y otros piensan que es suficiente.

– ¿Cómo es el marketing para acceder a ellos?

– Masa está muy en contacto con los jóvenes, que cuando vuelven a sus países de origen tienen la opción de participar en alguno de los 260 programas. Luego reciben correos electrónicos e información relevante de forma frecuente, donde les decimos que sabemos que estuvieron aquí y les queremos ofrecer determinado programa. Hay una red de egresados, y representantes en todo el mundo se conectan con los jóvenes en las kehilot. Además, captan cuáles son sus necesidades y nos las transmiten. Es un momento muy importante porque es el cumpleaños 70 del país y la pregunta al joven judío de la Diáspora es: “¿Qué oportunidad te vas a perder si no intentas tu experiencia? Hay miles de programas y opciones culturales, personales, identitarias, profesionales, sociales… ¿Sabés que existen? Si sabés, ¿te preguntaste si lo que hacés es necesario para aprovecharlas?”. Los programas apuntan a que el tiempo en que estén en Israel lo aprovechen para capacitación o algo para el futuro. Para participar tienen que estar sujetos a los criterios de la Ley del Retorno. Es importante el tema de la coexistencia: en uno de los programas, gente de Norteamérica les enseña inglés a judíos y árabes o beduinos.

– ¿Cada año llegan más jóvenes al país?

– Hay un pequeño crecimiento año a año. Aumentar la cantidad de personas que quieren acceder a alguno de nuestros programas no se trata solo de activismo, también hay una actividad de marketing. Además, creamos una perspectiva que dice: “hay del otro lado gente que busca algo nuevo”. Por eso desarrollamos programas diferentes. Ocho años atrás vimos que había necesidad de personas que enseñasen inglés en los colegios de Israel y que en los Estados Unidos había un público específico que estaba interesado en venir y aportarle a la sociedad. Así creamos un programa que se llama Masa Teaching Fellows, por el cual jóvenes llegan al país en cooperación con el Ministerio de Educación y enseñan inglés en las escuelas. Este año tenemos 260 personas. Hicimos algo similar con la población de habla rusa: hubo una aliá muy grande en los años \’90 y fue muy difícil para el país absorber a millones de personas con una cultura diferente y que ingresaran directamente a la sociedad. Lo que hicimos fue decir: “se necesita un programa para introducirlos lentamente”. Abrimos un mercado de personas de habla rusa que llegan y hacen “stage”, o estudian algún oficio y luego hacen aliá. Hoy tenemos más de dos mil así, y el 95% de ellos finalmente hace aliá. Otra vez: necesidad del postulante, necesidad del Estado de ayudar en la absorción de la gente y nosotros creamos el programa. Cuando hablamos del desarrollo profesional de la gente, los programas son muy similares, pero las necesidades de los jóvenes son muy diferentes: el norteamericano viene a adquirir experiencia, construir su CV y regresar a su país e insertarse en el mercado laboral; algunos se quedan, pero la mayoría regresa. Lo importante para nosotros es ofrecerles la experiencia en Israel, pero también construirlos como líderes de su kehilá en los próximos años. La atzlajá (éxito) se da cuando un joven está conectado con el Estado de Israel, su identidad y el pueblo judío, y hace algo que lo expresa, ya no importa si es acá o en otro país. Creemos profundamente en que a fin de año el joven debe ser capaz de decir de forma precisa qué ocurrió con él, cómo creció y cómo es su conexión con su identidad.

– ¿Cómo veían a los jóvenes diez años atrás? ¿Qué piensa del futuro?

– No es solo lo que pasaba con los jóvenes hace diez años, sino cómo el mundo judío e Israel accedían a ellos. Los mirábamos con un solo objetivo: que permaneciera conectado de alguna manera al mundo judío. La educación iba en esa dirección: tomar a un joven y ver cómo podía ser parte de la kehilá y de Israel. Eso era también porque la visión de Israel era la del sionismo romántico. Muchas cosas cambiaron desde entonces: cómo se comportan los jóvenes y también el mundo educativo llegó a conclusiones nuevas e interesantes. Si observo nuestra obra, creo que la conclusión central es enfatizar en la necesidad del joven y en lo que tiene para ofrecerle el Estado de Israel, y ver cómo podemos crear un programa que les dé un valor verdadero a ambas partes. El joven de hace diez años venía a Israel porque era judío; creo que eso hoy no es suficiente. Aprendimos que debemos decirle al joven que tiene que venir a Israel porque hay oportunidades excelentes para su desarrollo profesional y que es cierto que también queremos conectarlo con Israel. Todo es transparente y está sobre la mesa; todo es por él.

– ¿Cuándo o cómo fue el cambio?

– Fue un proceso evolutivo, no puedo poner el dedo en un punto y decir: “aquí fue el cambio”. Puedo sí señalar todo tipo de fenómenos, desde lo político, social y educativo, que influyeron y sucesos internacionales que desembocaron en esto. Como toda idea, se desarrolló lentamente y cambió la realidad. Hasta hace unos años, quienes llegaban para el programa Masá desde Sudamérica -Argentina y Brasil son dos buenos ejemplos- eran principalmente de tnuot noar. Llegaban acá y pertenecían al mismo mundo ideológico. Hoy multiplicamos la cantidad -especialmente de la Argentina, tenemos 400 personas que llegan- y no vienen de tnuot noar, sino por programas de experiencia o desarrollo de carreras. El terreno exige esto. El joven dice: “vengo porque es lo que quiero”.

– ¿Cómo ven al joven judío de hoy?

– El joven “promedio” de hoy escucha diferentes opiniones, ve diferentes imágenes de la realidad, habla con personas muy diferentes y por eso desarrolla algún tipo de habilidad de sofisticación; tiene que poner todo junto. Nuestra responsabilidad desde el punto de vista educativo es darle las herramientas para hacerlo de manera sana. No es simple: a cada nicho hay que dirigirse de manera diferente. Les enseñé sionismo e historia del pueblo judío a jóvenes del mundo masortí de América Latina y cuando les preguntaba qué lugar ocupaba el sionismo en sus vidas, la respuesta no era la de antes: “Israel es importante y voy a hacer todo por el país”, sino: “¿tengo que hacer aliá para sentirme conectado con Israel? La respuesta es no porque no quiero ir a Israel con todos los programas que tengo para ser médico, estar con mi familia y mis amigos no judíos que conocí en el colegio y seguir siendo judío”. A los 18 años son capaces de poner todo en una foto y buscar la respuesta. Hoy tienen un nivel de sofisticación más elevado del que yo tenía a esa edad.

– ¿Cómo ven a los jóvenes que nacieron con un país ya formado, a diferencia de la generación que vio a Israel desde cero?

– No creo que se pueda decir en una frase cómo un joven de 18 años toma la existencia de Israel: algunos se emocionan por saber que hay un lugar donde puede estar y sentirse en casa -lo veo en mis familiares y sus amigos-, pero otros escuchan que es un sitio complicado, que la conexión no es tan sencilla… como por ahí les pasó a sus padres. Es algo que tiene que trabajar. Hay una pertenencia, no creo que sea una sola forma.

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