Itongadol/AJN.- Desde hoy, miércoles, al atardecer y por ocho días (uno menos en Israel), el mundo judío celebrará Pésaj (sus Pascuas), la Fiesta de la Libertad, que conmemora la salida de los Hijos de Israel de la esclavitud en Egipto (siglo XIII a.C.), relatada en el libro bíblico del Éxodo, y su constitución como pueblo.
La festividad es uno de los Shloshet Harregalim (tres fiestas de peregrinaje) del judaísmo, ya que durante la época en que el Templo de Jerusalem existía, se acostumbraba a marchar hacia el mismo para realizar allí ofrendas.
Pero este año, los judíos deberán festejar Pésaj de un modo sumamente particular y doloroso: encerrados en sus casas, aislados del resto de sus familiares y amigos, en el contexto de cuarentena que impone la pandemia del nuevo coronavirus COVID-19.
Han de haber muy pocos antecedentes de situaciones similares -si es que los hay-, que podrían remitir a tiempos de guerra o desastres naturales, aunque esta vez, las nuevas tecnologías del siglo XXI aliviarán un poco la desesperanza, sobre todo para los adultos mayores, el principal grupo de riesgo, que suelen vivir solos o en pareja.
Es cierto que no todos están sumamente familiarizados con las herramientas contemporáneas, pero en general suelen manejar alguna de ellas; para el resto se lanzaron campañas de voluntarios para acercarles el libro ritual y capacitarlos en su uso y se fomentan las llamadas telefónicas para hacerles compañía y evacuar sus dudas.
En Pésaj está prohibida la ingesta de alimentos derivados de cereales (trigo, cebada, centeno, avena y espelta) fermentados, llamados en hebreo “jametz”.
En su lugar se acostumbra comer matzá (pan ázimo), ya que según la tradición, los Hijos de Israel salieron de Egipto con mucha prisa y no tuvieron tiempo para dejar leudar el pan para el camino.
Los ritos de Pésaj empiezan antes de la festividad, cuando al anochecer anterior (hoy, martes) se realiza Bedikat Jametz (búsqueda del jametz) en las casas, oficinas y comercios, a fin de eliminar todo resto de alimento leudado; según la tradición, esta práctica se realiza con una vela, una pluma y una cuchara.
Los primogénitos de cada familia suelen ayunar hasta la mañana siguiente, en recordación a la víspera de la última de las diez plagas, que cobró la vida de los hijos mayores de los egipcios, pero ello no ocurrirá este año, ya que está prohibido debilitar la salud y bajar las defensas inmunológicas en tiempos de riesgo; en su lugar deberá leerse completo el talmúdico tratado de Mishnaiot, aunque aquel que no lograra hacerlo por sí mismo podrá escuchar o ver un Sium (ceremonia de finalización del mismo) por teléfono o Internet. .
Entre el desayuno y el mediodía se acostumbra quemar lo hallado, pero en esta oportunidad, en Israel y seguramente otros lugares se prohibió hacerlo y se lo reemplazó por tirarlo a la basura.
Los grandes volúmenes de comida, que sería muy oneroso y gravoso descartar, se «venden» simbólicamente a no judíos hasta la finalización de la festividad por medio del llenado de formularios en forma presencial o virtual, aunque hoy solo se implementará a través de este último camino.
Es cierto que muchos de estos ritos, si no todos, solo los cumplen los judíos ortodoxos, pero hay otros que ya sí se dan en Pésaj y son respetados por la gran mayoría del pueblo, como lo referente a la comida (algunas comunidades o países flexibilizaron las normas en caso de extrema necesidad) y la cena, que se realiza el primer día en Israel y el siguiente también, en la Diáspora, en los hogares, sinagogas o salones contratados a tal fin, aunque esta vez solo será en las casas y con los convivientes.
Se observen o no las prescripciones religiosas, casi todos los judíos se reúnen en familia para el Séder (orden, se refiere a la sucesión de pasos rituales preestablecidos), y este será el momento en el cual más se sentirán la soledad y las ausencias, máxime en el caso de los más observantes, que no encienden y casi no usan la electricidad en los días festivos.
Las comunidades más liberales, incluidos algunos ortodoxos de origen marroquí, promueven la realización del evento ritual por videoconferencias, como un modo de mantener unidas a las familias y asegurar que todos puedan cumplir con el precepto, especialmente quienes no están capacitados para hacerlo.
Los más estrictos prefieren proveer los elementos e instruir a la gente antes del comienzo de la festividad, de modo que puedan valerse por sí mismos sin violar las normas sobre el uso de artefactos eléctricos.
El Superior Rabinato de Israel también aclaró que los enfermos de COVID-19 deben cumplir todos los ritos en la medida que su salud se los permita.
En esa comida familiar o comunitaria, los mayores les cuentan a los chicos la salida de sus antepasados de la opresión egipcia y su peregrinar por el desierto, guiados por un texto de referencia llamado Hagadá (relato).
En ese sentido, lo que más se extrañará, más allá del uso o no de la tecnología, son los intercambios presenciales entre los niños y sus abuelos, ya sean las charlas, los cantos o las comidas.
Los dos primeros y los dos últimos días de Pésaj son no laborables y corresponde recordar que la ausencia al trabajo o estudiantil en estas cuatro jornadas (9, 10, 15 y 16 de abril esta vez) está amparada por la ley argentina.
Para los días intermedios, considerados «semifestivos» y laborables (Jol Hamoed), quedarán las videollamadas, conferencias y charlas virtuales, el intercambio de mensajes rabínicos y canciones alusivas, etc., sin olvidar que la prohibición del jametz continúa.
Pésaj se encuentra en el segundo lugar después de Iom Kipur en el cumplimiento tradicional por parte de personas generalmente no observantes, pero además, se llevan a cabo rituales seculares alusivos en algunos kibutzim de Israel, basados en las connotaciones agrícolas de la festividad, mientras que en instituciones y casas de todo el mundo se aprovecha la ocasión para conversar y debatir acerca de la libertad, todo lo cual esta vez deberá hacerse sin violar el aislamiento y por medio de herramientas tecnológicas.