Itongadol.- Este martes 27 de octubre cumplió 65 años el Patronato de la Casa de la Comunidad Hebrea de Cuba, una de las mayores congregaciones de la comunidad judía cubana. Con su sinagoga Beit Shalom como símbolo, el Patronato es un espacio de reunión y de encuentro para los judíos de la isla, y, gracias a la ayuda de organizaciones internacionales, ofrece actividades y programas que fomentan una vida tradicional judía.
David Prinstein es vicepresidente de la Federación de Comunidades Religiosas Hebreas de Cuba, y dialogó con Iton Gadol sobre el aniversario de la comunidad y sobre la vida judía en el país. “La mayor parte de los judíos de Cuba están institucionalizados y tienen un gran sentido de pertenencia. Han encontrado un sentido para su vida muy grande en la vida diaria de la comunidad”, afirma.
Ante las dificultades que trajo la pandemia del coronavirus, la fortaleza y la unión de la comunidad que engloba a los 1200 judíos cubanos se intensificó para mantener las actividades a través de formatos virtuales, y el programa de asistencia social comunitaria fue clave para acompañar a las familias que atraviesan situaciones delicadas.
A pesar de no mantener relaciones diplomáticas con Israel, los judíos de Cuba viven pacíficamente y son respetados por la sociedad y por las autoridades cubanas. Tal es así, que la única carnicería privada de toda la isla es una carnicería kosher, que permite a los miembros de la comunidad consumir todos los meses carne apta según la ley judía.
El Patronato de la Casa de la Comunidad Hebrea
El Patronato, con su sinagoga Beit Shalom, fue creado en 1955 por un grupo de personas que querían que los judíos de Cuba tuvieran un lugar para poder desarrollar una vida judía. Actualmente, congrega a entre 80 y 90 personas por semana para los servicios de shabat, tanto los viernes como los sábados, donde se practica la lectura de la Torá, y durante las festividades puede albergar a hasta 350 personas. “Es una comunidad que se distingue por celebrar todas las festividades del calendario hebreo y cada una de las conmemoraciones”, asegura Prinstein.

Sinagoga Beit Shalom.
Con la sinagoga como centro, la institución nació con el fin de poder incorporar, además de la vida religiosa, un marco social, deportivo y cultural. Hoy en día, la institución mantiene un programa de escuela dominical, que reune desde niños de 4 años hasta adultos mayores, todos con deseo de aprender la vida tradicional judía. Además, la institución ofrece grupos de “rikudim”, danza folklórica tradicional israelí, en los que participan personas de todas las edades.
Prinstein enfatiza el rol femenino dentro de la comunidad, en la que el 75% de los puestos de liderazgo son ocupados por mujeres, y destaca en particular la labor de Adela Dworin, la presidenta. “Adela es como ese árbol de vida que nos da todo lo que tenemos y que hemos sido capaces de mantener”, remarca.
Asistencia social en tiempos de pandemia
La comunidad cuenta con una farmacia comunitaria, que se ocupa de asistir a todos los judíos de la isla. Además, cuenta con un programa de atención social que presta ayuda todos los meses a las personas que tienen dificultades, otorgando alimentos y acompañando en el día a día a cada uno de sus miembros.
Debido a la pandemia, el programa de atención social intensificó su ayuda a lo largo y ancho de la isla. “Hoy en día, el programa de atención social lleva una bandera en alto por la manera en la que ha atendido a toda la comunidad desde que comenzó el COVID-19. El programa, que comenzó acompañando a 36 familias, hoy atiende a casi 300 familias en La Habana y envía también recursos al interior del país”, explica Prinstein.
“Nosotros dejamos de funcionar físicamente por la pandemia, pero atendemos a todas las familias de la comunidad. Otorgamos alimentos, y en algunos casos efectivo para que puedan pagar internet y poder así seguir conectados a la comunidad a través de las redes sociales”, agrega.
Al surgir los primeros casos de COVID-19 en Cuba, la federación decidió ordenar la cuarentena estricta para todos los miembros de la comunidad. “Con el programa de atención social comenzamos a atender a cada una de las familias desde sus casas, para que sintieran realmente nuestro apoyo”, asegura Prinstein.
“Por suerte, no hemos tenido ningún contagio reportado, y hemos pedido a las personas que permanezcan en sus casas. Cuba está reabriendo toda su vida social, pero hemos decidido desde la Federación mantener a la comunidad judía en cuarentena para ver cómo se mantiene el control epidémico en La Habana y en otras partes del país, y retomar cuando estemos seguros de que no hay ninguna persona contagiada”, explica.
Mientras tanto, a través de las redes sociales accionan la escuela dominical, los grupos de rikudim y las actividades de la juventud.

La escuela dominical, antes de la pandemia.
La estructura de la comunidad judía de Cuba
En Cuba hay un estimado de 1200 judíos. La mayor parte de la comunidad está en La Habana, la capital del país, y en el centro de la isla, en la Provincia de Santa Clara, que tiene una sinagoga y un centro comunitario. También hay pequeñas comunidades en las provincias de Sancti Espíritu, Cienfuegos y Caibarien, y en la parte oriental del país, en tres localidades más: Guantánamo, Santiago de Cuba y Granma.
Además, hay en Cuba cinco cementerios judíos: dos en La Habana, uno ashkenazi y otro sefaradí, y otros en Santa Clara, en Camagüey y en Santiago de Cuba.
“Todas las comunidades se reunen frecuentemente, tanto para las ceremonias de shabat como para las festividades”, sostiene el vicepresidente de la Federación, que nuclea a todas ellas.
La parte religiosa está a cargo del rabino argentino Samuel Stenhendler, quien lleva 32 años junto a la comunidad. «Es el referente más importantes que tenemos. Viaja a Cuba cada dos meses aproximadamente, y ha estado a cargo de los diferentes procesos que se hicieron en estos años, además de estar pendiente de cada proceso educativo. Es un lujo contar con él», asegura el dirigente.
Al estar todas las escuelas de la isla bajo la dirección del Estado, las enseñanzas religiosas transcurren por fuera del marco escolar. “Cada institución es responsable de transmitir a sus feligreses sus creencias. Nosotros lo hacemos todos los domingos, con niños desde 4 años hasta adultos mayores”, dice Prinstein, y destaca que gracias a eso cuentan con jóvenes que celebran su Bar Mitzvá y que “leen directamente de la Torá”.

«Leakot» de Rikudim.
“Yo llevo casi 11 años como vicepresidente de la Comunidad Hebrea de Cuba, y durante muchos años oficié servicios religiosos en fonética, ya que no tuve una formación de base como la que tienen los jóvenes ahora. La juventud de hoy en día está mucho más preparada, mucho más formada que los que hoy asumimos el rol de liderazgo comunitario”, sostiene Prinstein con orgullo.
Respecto a la juventud, cuenta con un espacio de encuentro todos los sábados, en los que tienen diferentes actividades, entre ellas las danzas de rikudim. Gracias al apoyo de organizaciones como B’nai B’rith Youth Organization (BBYO) y de la comunidad judía de Canadá, la mayoría de ellos participa de Taglit, un programa que invita a jóvenes judíos de todo el mundo a conocer Israel en un viaje de 10 días. “Casi todos nuestros jóvenes, ya sea a través de macabeadas o a través de Taglit, conocen Israel, y todos tienen un gran sentido de pertenencia y un amor por él muy grande”, agrega.
El judaísmo dentro de la sociedad cubana
En septiembre de 1973, poco antes de que estallara la Guerra de Iom Kipur, el régimen comandado por Fidel Castro rompió las relaciones diplomáticas con Israel. Desde aquel entonces, los dos países no hay tenido vínculos oficiales.
Sin embargo, Prinstein asegura que la comunidad judía mantiene “muy buenas relaciones” con el gobierno cubano. “Llama la atención que, siendo un país que no tiene relaciones diplomáticas con Israel, se reconozca y se respete a la comunidad judía local. Hasta ahora, no hemos tenido ningún caso de antisemitismo”, detalla el dirigente comunitario.
Tal es así, que la única carnicería privada de toda la isla es la carnicería kosher, que todos los meses hace su shjitá (matanza ritual de los animales según la tradición judía), lo que permite que todos los judíos cubanos consuman carne kasher todos los meses. Gracias a la cesión de su cuota mensual de alimentos, cada familia puede acceder a la carne apta según la ley judía por el simbólico precio de uno o dos dólares para cuatro o cinco personas.

Celebración de Jánuca, 2019.
A pesar de eso, la comunidad se encuentra en una posición socioeconómica delicada y sumamente austera, y logra mantenerse en pie y desarrollar sus actividades gracias al apoyo financiero del exterior. “Las federaciones judías de los Estados Unidos, en grupos que se organizan a través del American Jewish Joint Distribution Committee (conocido como Joint), llevan más de 30 años trabajando con nosotros y financian todos nuestros programas”.
En ese sentido, una de las mayores aspiraciones de Prinstein es que la comunidad algún día logre ser autónoma y pueda mantenerse por sí misma. Sin embargo, su mayor sueño es otro: “Mi mayor anhelo, como judío y como cubano, es que algún día se restablezcan las relaciones entre Cuba e Israel. Es la aspiración más grande que tengo, lo que más ansío en la vida”.
MK