Itongadol.- Las actividades de los seres humanos tienen consecuencias nefastas en el mundo natural. El público, los gobiernos y las ONG centran gran parte de su atención en la extinción de especies. Sin embargo, la extinción no es más que la conclusión no deseada de un proceso que comienza con el daño causado a animales o plantas individuales por las personas y que lleva a la disminución de sus poblaciones. En los últimos 24 años, la Sociedad Zoológica de Londres y el Fondo Mundial para la Naturaleza han publicado bianualmente el Informe Planeta Vivo. Estos informes ponen de manifiesto los importantes descensos que han experimentado las poblaciones de vertebrados a nivel mundial. El reciente informe de 2020 mostró que, en promedio, las poblaciones de vertebrados disminuyeron un 68% entre 1970-2016.
Esta alarmante cifra llamó mucho la atención sobre el terrible estado actual de la naturaleza. Si no se concentran los esfuerzos, estamos abocados a perder muchos más de los animales más destacados de nuestro mundo en las próximas décadas. No obstante, algunos científicos afirmaron que este descenso medio del 68% está muy sesgado y depende de que unas pocas poblaciones experimenten descensos masivos, inclinando la balanza para las 20.811 poblaciones monitorizadas en el Informe Planeta Vivo.
Sin embargo, un nuevo artículo publicado en la revista Nature a finales de la semana pasada por un grupo de científicos con sede en Israel demuestra que esta crítica no sólo es infundada, sino que el Informe Planeta Vivo puede subestimar en gran medida el descenso de la población mundial.
El Dr. Gopal Murali, de la Universidad Ben-Gurión (BGU), autor principal del artículo, expresó: «La crítica anterior al informe era injusta. En el estudio anterior, los investigadores eliminaron menos del 3% de las poblaciones en mayor declive y descubrieron que esto era suficiente para revertir el exceso de declive del Informe Planeta Vivo a una tendencia de pérdida neta nula. Sin embargo, al eliminar sólo las poblaciones que experimentaban mayores descensos, estos investigadores, en esencia, dieron mucho más peso a las poblaciones que mostraban mayores incrementos». Y añadió: «Cuando corregimos este error, y eliminamos tanto las poblaciones que más disminuyen como las que más aumentan, descubrimos que la tendencia general de la población indicada en el informe original de Planeta Vivo seguía siendo más o menos la misma, es decir, una disminución del 65% en los últimos casi 50 años».
Los autores también analizaron el solapamiento de las poblaciones vigiladas con las áreas protegidas. A continuación, las compararon con una muestra aleatoria de localidades y con la ubicación de la red mundial de áreas protegidas. Descubrieron que las poblaciones muestreadas en el Informe Planeta Vivo tienen muchas más probabilidades de encontrarse dentro de áreas protegidas de lo que cabría esperar por azar.
«Si las poblaciones que se encuentran dentro de las áreas protegidas -donde centramos muchos de nuestros esfuerzos de conservación- van tan mal, las que residen fuera de las áreas protegidas probablemente estén peor», dijo el Dr. Gabriel Caetano, también de la BGU, coautor del artículo. La verdadera situación de la naturaleza -en su mayoría no vigilada ni protegida- puede ser mucho peor.
Los autores destacaron la necesidad de contabilizar adecuadamente la situación de la naturaleza a la hora de hacer generalizaciones (como han hecho en su documento). Sin embargo, también abogaron por un mayor seguimiento de las poblaciones y especies en diferentes lugares y subrayaron que muchas poblaciones, especies y lugares prístinos se perderán para siempre si no se actúa de forma concentrada y directa.
El mundo está experimentando transformaciones masivas que se prevé que se intensifiquen en las próximas décadas. Estas tienen consecuencias fundamentales y nefastas para el mundo natural. El profesor Shai Meiri, de la Universidad de Tel-Aviv, coautor de este documento, añadió: «En lugar de desanimarnos a actuar, creemos que nuestro trabajo debe considerarse una llamada a las armas. Se necesitan cambios rápidos y amplios en la forma de ver nuestras relaciones con la naturaleza, y es nuestra responsabilidad asegurarnos de que se produzcan antes de que sea demasiado tarde».
Los doctores Murali y Caetano son estudiantes de posdoctorado en el Laboratorio de Biología de la Conservación y Biodiversidad del Dr. Uri Roll en el Departamento de Ecología del Desierto Marco y Louise Mitrani en el Instituto Suizo de Investigación Medioambiental y Energética de las Tierras Áridas de los Institutos Jacob Blaustein de Investigación del Desierto de la Universidad Ben-Gurión.