Inicio Universidad Ben Gurión Especialista en Salud Mental de la Universidad Ben-Gurión: “Incluso los niños que nazcan después de la masacre del 7 de octubre podrían mostrar síntomas de ese trauma”

Especialista en Salud Mental de la Universidad Ben-Gurión: “Incluso los niños que nazcan después de la masacre del 7 de octubre podrían mostrar síntomas de ese trauma”

Por Iton Gadol
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Itongadol.- La profesora Naama Atzaba-Poria, miembro del Departamento de Psicología de la Universidad Ben-Gurión del Néguev, mantuvo una entrevista con ItonGadol sobre las consecuencias traumáticas que dejó en la población israelí el ataque de Hamás del 7 de octubre y cómo es su trabajo para ayudar a las familias afectadas.

“Sabemos que el trauma puede trasladarse de una generación a la otra, por lo que estoy segura de que los niños que nazcan después de la masacre del 7 de octubre podrán mostrar síntomas más allá de no haber estado expuestos a estos sucesos. Lo más importante me parece que es lo que pasa con los padres y la sociedad en general, que va a terapia para recuperarse. Porque si nos recuperamos del trauma habrá más posibilidades de que no se traslade a la próxima generación. Por eso invitamos a todos y recomendamos que hablen del tema”, destacó.

Atzaba-Poria describió cómo es el clima en la actualidad en la Universidad Ben-Gurión, que tuvo varias víctimas directas del ataque de Hamás, y explicó su trabajo como directora del Centro DUET, un Programa de Salud Mental para atender a las familias afectadas por el 7 de octubre.

– ¿Lo ocurrido el 7 de octubre fue un trauma colectivo? ¿Está sufriendo todo el país sus consecuencias psicológicas, en mayor o menor medida?

-Sí, por desgracia lo que pasó el 7 de octubre fue muy traumático para todos nosotros. En primera línea tenemos a todas las personas que vivían en los alrededores de Gaza, que se enfrentaron a una situación terrible. Estaban aterrorizados, muchos de ellos fueron heridos y estuvieron expuestos directamente al trauma. Algunos no lo sufrieron de manera directa porque no vieron a nadie ingresando a su kibutz, a su pueblo o a su ciudad, pero tuvieron que permanecer en los refugios durante horas y horas, con el miedo de ser secuestrados. Y vimos los síntomas en todas estas familias.

Luego podemos pasar al siguiente nivel, es decir al resto del país, porque todos estuvimos expuestos a través de la televisión y de las personas que grababan y mandaban imágenes y videos con sus teléfonos. Por muchas horas estuvimos sentados frente a la televisión preguntándonos dónde estaba el ejército, y en los medios de comunicación se preguntaban lo mismo. Se trataba de una de las mayores crisis del país, teniendo un ejército tan fuerte en el que siempre confiamos y nunca dudamos. Y esta vez ocurrió.

En estos momentos todo el país está atravesando un trauma colectivo, necesitamos encontrar la manera de volver a confiar en nuestro gobierno y en nuestro ejército. Lo que sucede en todo el mundo también es relevante, donde vemos que en muchos lugares no se reconocen los horribles sucesos que ocurrieron el 7 de octubre.

Las cosas en Gaza están muy mal ahora mismo y yo sé que hay sufrimiento allí y que los niños de Gaza están sufriendo, y me siento triste por eso, pero sé que la situación es muy complicada.

En Israel nos sentimos abandonados por muchos países y es un sentimiento muy triste.

-¿Estamos frente a una generación que quedará marcada por este trauma? ¿Será superada sólo por los nacidos después del 7 de octubre?

-Me parece que es una muy buena pregunta. Primero que nada, sabemos que el trauma puede trasladarse de una generación a la otra, por lo que estoy segura de que los niños que nazcan después de la masacre del 7 de octubre podrán mostrar síntomas más allá de no haber estado expuestos a estos sucesos. Lo más importante me parece que es lo que pasa con los padres y la sociedad en general, que va a terapia para recuperarse. Porque si nos recuperamos del trauma habrá más posibilidades de que no se traslade a la próxima generación. Por eso invitamos a todos y recomendamos que hablen del tema.

Después del 7 de octubre, todo el año pero especialmente los primeros seis meses, tanto psicólogos como trabajadores sociales tuvieron mucho trabajo. Yo trabajo principalmente con niños y con sus padres. Muchos terapeutas visitaron a las familias desplazadas, que estaban en muchas casas en todo el país.

Lo primero que tuvimos que hacer, porque estábamos en una emergencia, fue hablar de lo que estaba pasando. Los niños no hablaban mucho. Necesitaban que sus padres le den el permiso directa e indirectamente de hablar. Íbamos casa por casa. Primero hablábamos con los padres para decidir qué historia querían contarle a sus hijos. Por supuesto que había una realidad, pero teníamos que trabajar con ellos en las palabras que iban a utilizar.

Los padres construían esa historia y luego se la contaban. Por ejemplo, les dijimos que el 7 de octubre, cuando había mucho ruido, estábamos muy estresados sentados en casa, con tantas bombas y el olor a quemado, estábamos tan asustados porque algunas personas malas vinieron al kibutz y tuvimos que entrar a los refugios y esperar hasta que el ejército viniera horas más tarde para ayudarnos y protegernos.

Queríamos contar eso, porque luego los niños pueden volver a la historia y hacer algunas preguntas, entendiendo que tienen permiso para preguntar.

Sabemos que cuando suenan las alarmas entramos a los refugios para proteger a los niños físicamente. Pero para protegerlos emocionalmente, para protegerles el alma y la salud mental, necesitamos hablar de esto. Primero decirles que tenemos que ir al refugio para protegerlos. Y luego allí jugar a algún juego, comer un caramelo. El segundo paso es reconocer los síntomas, que sepan que cuando suena un sonido muy fuerte sienten miedo, porque les recuerda a las sirenas.

-¿Qué huella dejó la masacre del 7 de octubre, especialmente en los niños? ¿Qué síntomas de trauma se observan en ellos y cómo se aborda esta problemática?

-Los niños sufrieron las consecuencias del 7 de octubre, especialmente aquellos que se encontraban en la primera línea, padeciendo múltiples síntomas traumáticos. También los niños a lo largo del país, que todavía sienten el miedo de las alarmas. Para dar un ejemplo, recientemente en Tel Aviv sonaron las alarmas a las 2 de la madrugada, y es muy aterrador cuando tenés que levantarte rápido de la cama para correr al refugio de manera inmediata.

Cuando mirás a los chicos pequeños, lo primero que se observa es que no son capaces de alejarse de sus padres, manteniéndose siempre cerca de ellos. No quieren ir al baño solos, quieren dormir con sus padres. Algunos de ellos tienen dificultades para conciliar el sueño, sufriendo incluso pesadillas durante la noche. Otros chicos mostraron un cambio en su rutina alimentaria, comen menos o comen más. Algunos chicos también comenzaron a orinarse en la cama durante la noche, a pesar de haber ido al baño antes de acostarse.

Todos estos síntomas están relacionados con el estrés y el miedo por el que pasaron estos niños. En nuestra clínica vemos muchos de estos casos, con el comportamiento de los niños afectado notablemente luego del 7 de octubre.

– ¿Cómo pueden los padres ayudar a sus hijos a superar esto, cuando ellos mismos también fueron víctimas?

-A los padres les resulta más complicado ayudar a sus hijos. El 9 de octubre abrimos una línea telefónica de ayuda para los padres y para sus hijos, que está disponible las 24 horas los siete días de la semana. Tenemos más de cien voluntarios, entre ellos psiquiatras, psicólogos, terapistas ocupacionales, trabajadores sociales, profesionales de todas las ramas de la salud mental. Una de las cosas principales que los padres entendieron es que el comportamiento de sus hijos era una reacción al estrés que habían sufrido. Y que era trascendental encontrar la manera de reducir el estrés en los hogares, creando un ecosistema de lo que nosotros llamamos ‘‘seguridad relativa’’. Los padres entendieron que tenían que ayudar a sus hijos a desarrollar una ‘‘confianza relativa’’, porque los niños habían perdido la confianza en la protección de sus padres. Esta cuestión era muy importante de cambiar.

Al mismo tiempo, los padres no confiaban en la capacidad del gobierno ni del ejército para protegerlos, por lo que había una crisis grave de confianza en Israel. Pero los niños necesitan crecer desarrollando y teniendo confianza y esperanza. Y este es un punto en el que trabajamos intentando ayudar a los padres y sus hijos. Los chicos necesitan entender que lo que está ocurriendo ahora mismo es temporal, y que no sufrirán esto para siempre. Y ahora nuestro ejército también está haciendo muchísimo por protegernos.

Los padres tienen que entender cuando es el momento en el que sienten que no pueden sostener a los niños. Si están estresados o cansados, van a querer estar disponible para los niños pero quizás no pueden. Sabemos que los padres están mucho más estresados. Escuchamos todos los días lo que pasa con los soldados, que podrían ser nuestros hijos o los hijos de nuestros amigos o vecinos. Que incluso pueden ser personas que no conozco pero con las que nos identificamos, porque nosotros somos una gran familia y todos tenemos chicos en el ejército, o los tendremos en el futuro. Esa es la historia del Estado de Israel.

Si los padres sienten que están bajo mucho estrés, queremos que reconozcan estos sentimientos y que busquen ayuda. Que se sienten para hablarlo, que busquen un poco más de oxigeno y un respiro mental, para luego volver a estar disponible para los niños. Nosotros alentamos a los padres a que reconozcan cuáles son las cosas que los ayudan a sentirse mejor en estos momentos, y llamamos recursos a estas actividades. Pueden ser recursos emocionales, físicos, familiares, etc. Estar con mis hijos, hablar con un amigo o hacer alguna actividad física. Incluso llorar puede ser un buen recurso que me ayude a bajar el estrés.

Cartel de bienvenida a Noa Argamani, estudiante de ingeniería de software en la Universidad Ben-Gurión, que estuvo secuestrada en Gaza.

-La Universidad Ben-Gurión tuvo varias víctimas directas del 7 de octubre, como secuestrados, víctimas mortales y soldados en Gaza. ¿Cómo es el clima en la actualidad, después de todo lo ocurrido en los últimos meses?

-Todos nos sentimos tristes, preocupados y ansiosos. E incluso en algunos momentos nos sentimos desesperados. Puedo decir que este es un poco el sentimiento de todo el país y también de la universidad. Esto es interesante porque nosotros trabajamos con, en general, chicos jóvenes, con muchas ganas de vivir. Vemos a estos chicos empezar su vida adulta, con excitación y curiosidad por lo que se les viene. Y este año vimos y sentimos su tristeza. Por un lado, pudieron continuar asistiendo a las clases y realizando diversas actividades en el campus. Pero, por el otro lado, al mismo tiempo, están muy preocupados. Algunos de ellos regresaron recientemente del ejército e incluso algunos siguen en el ejército mientras que otros tienen a sus amigos allí. Podemos ver claramente que su atención en el estudio y su enfoque disminuyó. A veces miro a mis alumnos a la cara y puedo darme cuenta quiénes están pensando en malas situaciones. Nosotros tratamos de apoyarlos lo más que podemos.

Una de las cosas que más me preocupa a mí, es que cuando les estoy dando clases, y yo doy clases de psicología, trato de ser muy sensible y de chequear quiénes son los alumnos que están en mi clase, para darme cuenta si alguno de los presentes estuvo en contacto directo con la muerte o tiene o tuvo a algún ser querido secuestrado el 7 de octubre.

Durante mi clase doy ejemplos de todo tipo y necesito asegurarme que los ejemplos que utilice no se transformen en un recordatorio de un trauma. Y siempre al final de las clases invito a los alumnos que se sintieron incómodos o que sintieron que mis historias y mi enseñanza los llevó a un pensamiento del que tienen ganas de conversar conmigo.

Intentamos estar cercanos unos de los otros en la universidad y apoyamos a nuestros estudiantes, porque compartimos la misma realidad.

-¿En qué consiste el proyecto ‘‘DUET – Programa de Salud Mental’’ para atender a las familias afectadas por el 7 de octubre, promovido por la Universidad Ben-Gurión?

– Con este proyecto tratamos de ayudar a los adultos, que pueden ser padres o profesores. Intentamos ayudarlos a entender qué es lo que les pasa a los niños en su mente, y cómo podemos ayudarlos. Reflexionamos haciendo hincapié en la importancia de la observación atenta a las necesidades de los niños y a las figuras adultas significativas que los rodean durante su día a día.

Ayudamos a los padres a que logren entender qué es lo que ocurre detrás del comportamiento de sus hijos. Al mismo tiempo, es importante pensar en lo que pasa en nuestra mente. Si mi hijo no quiere dormir, qué es lo que me ocurre a mí. Quizás me genere preocupación de que le pase algo, o enojo, porque necesito que se duerma para dormir yo también. O puedo estar triste por darme cuenta de que mi hijo está experimentando dificultades. O me siento culpable por lo que le está pasando a mi hijo, que es uno de los sentimientos más habituales en los padres que viven en las comunidades fronterizas con la Franja de Gaza, que ya sentían esa culpa antes del 7 de octubre pero luego de la masacre aumentó más aún. El sentimiento de culpa, de pensar que cómo podemos vivir en este lugar y dejar que nuestros chicos pasen por estas situaciones.

Una vez que entendemos cómo me siento yo, recién ahí puedo pensar y reaccionar a lo que le está pasando a mi hijo.

Después del 7 de octubre, nuestros problemas en el centro DUET se volvieron aún más importantes. Porque los padres que ahora están viviendo en casas temporales porque fueron desplazados de sus hogares, tuvieron que cambiar de manera dramática sus vidas. Muchos padres sienten la incertidumbre, tienen menos confianza en sí mismos y sienten que perdieron el control.

Tenemos grupos de intervención en un programa de ocho semanas, y cada semana conversamos sobre diferentes tópicos. Una semana hablamos de las reacciones que debemos tener frente a los chicos, otra de las emergencias, otra semana sobre el enojo y las maneras que tiene de expresarse. Se trata de una oportunidad de crear momentos reflexivos, reduciendo el estrés de los padres y aumentando los momentos de conexión con sus hijos. Hemos visto que el comportamiento de los niños mejora considerablemente gracias a esto, ya que ellos sienten que sus padres verdaderamente son capaces de apoyarlos, mientras que por el lado de los padres florece una capacidad de protegerlos, convirtiéndose nuevamente en la base segura que los niños necesitan.

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