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Maccabi Mundial – Shavuot: entre teoría y práctica

Por Iton Gadol
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Itongadol.- El tema central de Shavuot es, sin lugar a dudas, la columna vertebral sobre la que se sostiene el judaísmo todo y nuestra existencia como pueblo: la entrega de la Torá. En Shavuot, el día 6 del mes de Siván[1], Dios nos entregó Su palabra, y con ella el camino sobre el cual el pueblo de Israel transitó durante más de 3 milenios – la ruta de las mitsvot, de la moral basada en el monoteísmo ético, de nuestra primer memoria nacional, de nuestra primer esencia como pueblo -. Shavuot, y el revolucionario ingreso del primer código moral que un pueblo antiguo conociera – con la eternidad de sus mensajes -, celebra nuestro ingreso a la madurez como pueblo – nuestro nacimiento como un pueblo responsablemente libre – y el comienzo de nuestra razón de ser nacional: un pueblo con un Libro – El Libro -. La Festividad de Pésaj, que precede a Shavuot y que le da sentido a su nombre (Shavuot = «Semanas»: las 7 semanas entre Pésaj y esta Fiesta de la Entrega de la Torá), en este marco, es sólo el preludio para el gran momento de Shavuot: nuestra libertad física adquiere un sentido último sólo cuando es envestida en los ropajes de la Torá, del mapa que le da un Norte a nuestras vidas, del compendio de órdenes y prohibiciones destinadas a transformarnos en seres que usamos nuestra libertad para el mejoramiento del mundo, para la autosuperación y el estímulo mutuo. Pésaj es grande, porque Shavuot es gigante; Pésaj es camino porque Shavuot es dirección y trayectoria.

¿Cómo explicar, entonces, que Pésaj esté tan fuertemente impregnada en las mentes y en los corazones de la mayoría de los miembros del pueblo judío, y que Shavuot ocupe un lugar tanto más pequeño? Si, efectivamente, Pésaj es preludio y Shavuot es conclusión… ¿Por qué tiene Pésaj un lugar tan predominante en nuestro mundo asociativo, y Shavuot goza de uno menor?

La respuesta más sencilla – y la más correcta – a estos interrogantes se basa en uno de los secretos a voces del éxito de la permanencia del judaísmo y de nuestro pueblo entre el coro de las naciones: nuestra práctica. Recordamos más a Pésaj que a Shavuot porque la practicamos más – 7 veces más en los 7 días de la Festividad (¡y 8 en la Diáspora!). Pésaj es más memorable porque nos propusimos recordarla con una cena extraordinaria en donde leemos cómo Dios nos redimió de la esclavitud egipcia para hacernos libres, rodeados de canto, símbolos de gran poder visual y de estímulo de nuestros sentidos, y de toda nuestra familia – el Séder de Pésaj -. Pésaj es más célebre que Shavuot en nuestro sentir porque nos demanda cambiar lo más elemental con lo que contamos – nuestra alimentación -, imponiéndonos una verdadera reestructuración de nuestro orden y nuestras costumbres. Pésaj «es más» que Shavuot… porque hacemos más en Pésaj que en Shavuot.

Somos en muy buena parte lo que hacemos. Nuestras prácticas definen la esencia de nuestros seres. Evocamos a los seres a los que amamos por los actos de profundo cariño compartidos, por los gestos que les conocemos, por las expresiones que han vertido. Recordamos rituales precisamente por ser eso – rituales que se repiten una y otra vez -. Es en la acción – en la práctica- en donde se juega el partido de nuestras vidas; donde manifestamos quiénes somos y qué es lo que nos hace ser como somos. Desde lo judaico, esto no puede ser más claro: son nuestras prácticas las que deciden si estamos fuertemente aferrados al destino de nuestro pueblo, o si nos dirigimos firme y certeramente a la asimilación. Los miembros de nuestro pueblo que trabajan para el fortalecimiento del Estado de Israel dentro y fuera de él; que combaten el antisemitismo en los medios, los antros académicos y las políticas de estado; que multiplican la inclusión de tradiciones en el ámbito familiar y comunitario, y que pasan la mayor cantidad de su tiempo más importante (el tiempo libre) entre otros miembros de su pueblo (algo tan característico de nuestro Macabi)… estos hombres y mujeres crecerán en un judaísmo real, palpable, tangible y significativo – con el significado propio de la acción transformadora -. La continuidad del judaísmo exige práctica, porque todo lo que nos es verdaderamente importante nos impone una variedad de prácticas para su sostén o su consumación.

No debe entonces preocuparnos el hecho de recordar más y mejor a Pésaj que a Shavuot, aun cuando Shavuot sea lo que le da el sentido a Pésaj. Lo que debemos, sí, es darle más prácticas a Shavuot, para mantenerla más cercana a nosotros; más querida y memorable. Será por eso que nuestros Sabios nos ordenaros que tengamos un Tikún Leil Shavuot, una «noche blanca» (sin dormir) estudiando las palabras de la misma Torá que celebramos en Shavuot: para que en la práctica del estudio reconozcamos la necesidad de sus trascendentes mensajes.

Quiera Dios que sepamos reencontrarnos con las muchas prácticas de nuestro ser judío, haciendo bien y mucho de aquello que decimos valorar. Que nuestro sionismo vocal se transforme en acciones de construcción hacia el Estado de Israel, y que nuestro judaísmo se exprese a través de más unión con nuestros hermanos, más Festividades y más estudio – Talmud Torá -.

Que sea ésta una Fiesta practicada y disfrutada por todos,

¡Jag Shavuot Saméaj!
¡Jazak ve’ematz!

Rabino Carlos A. Tapiero
Vice-Director General & Director de Educación
Unión Mundial Macabi

[1] En el Tratado talmúdico de Shabat 86b existe una discusión en la que hay una opinión minoritaria que Shavuot ocurrió el 7 de Siván.

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