Por Richard Kemp (Gatestone)
Itongadol.- El más reciente despliegue grotesco de vitriolo antiisraelí por parte de una ONG ha sido un informe de Amnistía Internacional (AI) que recicla gastados tropos y acusaciones de racismo repetidamente desacreditados y provocadoramente antisemitas. Y esto lo ha hecho una organización que el año pasado se calificó a sí misma como “sistemáticamente racista”.
El título del informe, Israel’s apartheid against Palestinians: a cruel system of domination and crime against humanity (“El apartheid de Israel contra los palestinos: un cruel sistema de dominación y un crimen contra la Humanidad”), es no sólo una mentira flagrante carente de fundamento sino un insulto a los sudafricanos negros que padecieron horriblemente bajo un auténtico régimen de apartheid. Pocos leerán esa diatriba de más de 200 páginas llenas de falsedades, tergiversaciones y medias verdades, pero serán muchos los que vean y se queden con el título, que ya ha sido aventado entusiásticamente por la prensa izquierdista y diseminado a millones de personas por medio de las redes sociales. Así, la BBC proclamó que “las políticas de Israel contra los palestinos equivalen al apartheid” en un artículo online en el que se otorgaba gran peso a las denuncias de AI, se citaba a varias personas que las compartían y sólo al final se dejaba un huequecito a la crítica, procedente del Gobierno israelí.
¿Qué incita a ONG como AI o Human Rights Watch, que publicó un informe merecedor del mismo descrédito el año pasado, a incurrir en excesos propagandísticos antiisraelíes cada vez más desaforados? ¿Por qué la Asamblea General de Naciones Unidas acaba de aprobar una inaudita comisión de investigación permanente sobre Israel a cargo del Consejo de Derechos Humanos? El problema para estos lobbies antiisraelíes es que las cosas no les están saliendo bien. Tácticamente, su intento de arrastrar a los israelíes hasta La Haya parece tambalearse por el poco entusiasmo que muestra el fiscal jefe del Tribunal Penal Internacional. Estratégicamente, el Estado judío, lejos de estar como pretenden, aislado y próximo a la extinción, luce cada día más fuerte, con un mayor alcance económico y diplomático. Y luego está el miserable fracaso del movimiento BDS (boicot, desinversiones y sanciones) a la hora de producir el menor impacto en la economía israelí, pese a los años de ponzoñosos esfuerzos.
Por encima de todo, los históricos Acuerdos de Abraham están siendo como agitar una muleta roja delante de un toro, como ha quedado otra vez de manifiesto esta semana con la interpretación del himno nacional israelí (la Hatikvá) durante la visita del jefe del Estado judío al palacio real de Abu Dabi, donde fue recibido por el jeque Mohamed ben Zayed. Esto no estaba en el guion, que exigía continuas concesiones no correspondidas a los palestinos por parte de Israel, que llevaran a la imposición de un Estado islámico sobre territorio israelí antes de que se lograra paz general alguna con el mundo árabe.
Lamentablemente para los inveterados procesistas de la paz y sus seguidores, el mundo árabe ha cambiado de posición con respecto a Israel y lo ve tal como es: una fuente de estabilidad y prosperidad en la región. Comprenden los peligros de la intransigencia y animosidad palestinas y han denegado a los palestinos su derecho de veto, veto que Amnistía y sus colegas en el rechazo a Israel quieren que se restaure.
El borrador del informe obtenido por NGO Monitor, corregido apresuradamente, revelaba inadvertidamente el verdadero motivo de la campaña antiisraelí de AI. Ahí se leía: “El sistema de apartheid originado con la creación de Israel en 1948 (…)”. Como advierte la Anti Defamation League, la acusación de que “los crímenes de Israel tienen por origen el pecado de su mera creación, en 1948, sirve para presentar al Estado democrático y judío como singularmente ilegítimo en sus raíces fundacionales”.
Según NGO Monitor, el propósito del informe de AI es “caracterizar el derecho de los judíos a la soberanía (…) en su patria ancestral como una violación del orden legal [internacional]”.
Que no haya dudas: este informe no es una crítica al Estado de Israel. Es un manifiesto espeluznantemente claro que sentencia que Israel es una entidad ilegal que no tiene derecho a existir. Página tras página, muestra una perturbadora obsesión por corregir el supuesto error de 1948. Aboga por que Israel sea inundado con generaciones y generaciones de descendientes de los árabes que lo abandonaron en 1948 y que esperaban regresar luego de que cinco ejércitos invasores borraran a Israel del mapa. Un influjo tal de sedicentes refugiados no tendría precedentes en ningún lugar del mundo y significaría la terminación del Estado de Israel, el conflicto perpetuo entre árabes y judíos bajo ese solo Estado palestino y el fin del derecho del pueblo judío a la autodeterminación.
Lo que cierra el círculo es presentar a Israel como una empresa racista, igual que tratan de hacer otras ONG de izquierdas e instituciones internacionales. La estridente y viciada oposición a los judíos en aquellas tierras, que en los tiempos modernos se remonta a los años 1920, se basaba en el más puro racismo. En la doctrina islámica de que ningún otro pueblo podría ser soberano en una tierra que hubiera estado dominada por musulmanes. Así pues, a los judíos, indígenas del territorio, no se les podría permitir disponer jamás de su propio Estado, y deberían ser combatidos hasta su sometimiento o aniquilación. Como expliqué en el artículo “Desmontando la patraña del apartheid israelí”, la naturaleza religioso-racista del conflicto fue transformada por la URSS en una lucha imperialista-nacionalista para conseguir mayor aceptación y apoyo en el mundo democrático. Y ahora lo que tenemos es una inversión fraudulenta del conflicto racista primigenio.
Como comprendieron los soviéticos, las acusaciones de racismo infunden lógica aversión en la gente civilizada. De ahí la fascinación de Amnistía y sus compañeros de viaje por presentar a Israel como un Estado apartheid. Como el jurista Eugene Kontorocivh explicó esta misma semana, Israel = Apartheid no es sino la versión actualizada del mantra Sionismo = Racismo difundido por la URSS e inmoralmente aceptado por la ONU en 1975, aunque posteriormente lo rechazó.
De nuevo como los soviéticos, el objetivo fundamental de AI no es el mundo árabe sino Occidente. Como la propaganda de la Autoridad Palestina y Hamás, la idea es provocar indignación en Occidente, aislar y demonizar a Israel entre Gobiernos, organismos internacionales, universidades y empresas.
Además, este informe provocará un aumento de la violencia, los ataques y los boicots contra los judíos en Israel y los judíos de la Diáspora que apoyan a Israel, en una época en que los ataques antisemitas ya han alcanzado unos niveles muy altos y no hacen más que incrementarse. Puede que no fuera el objetivo de AI al producir este documento perverso, pero no puede ser tan ciega como para no ver sus sangrientas consecuencias, habida cuenta de las que han producido durante décadas informes, debates y montajes mediáticos igual de distorsionadores.
La definición de antisemitismo de la International Holocaust Remembrance Alliance (IHRA) incluye el “negar al puedo judío su derecho a la autodeterminación, por ejemplo, sosteniendo que la existencia de Israel es una empresa racista”. El Gobierno británico la ha suscrito. Amnistía está radicada en el Reino Unido y ahora la Policía británica debería investigarla por esparcir esas graves mentiras antisemitas.