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El CSHA avanza en un proyecto que promete cambiar el paradigma comunitario

Por M S
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Itongadol.- Gustavo Sakkal, presidente del Círculo Social Hebreo Argentino (CSHA), en diálogo con Itongadol expresó que tienen un proyecto para establecer un centro en la provincia de Buenos Aires en el que estén cubiertas todas las actividades comunitarias. Desde jardín, primaria y secundaria, tanto en educación formal como no formal. Además, planean armar un polo gastronómico que cuente con 7 u 8 restaurantes kosher. El proyecto también planea, entre otras cosas, construir 200 casas subvencionadas para familias jóvenes que no tengan la posibilidad de adquirir un techo. La clave de todo es el trabajo comunitrario en conjunto, por lo que Sakkal destacó: «Somos una comunidad y tenemos que aprovecharlo, no hay que trabajar de forma aislada, ya que la experiencia de cada uno puede servirle al otro, creo que hay que armar una sola comunidad».

Con respecto al proyecto que promete cambiar el paradigma comunitario, el presidente del CSHA explicó que también incluye a los adultos mayores: «A mi madre de 83 años que la he tenido que operar, cuando la llevaba al club le cambiaba la cara, cuando estaba en silla de ruedas le cambiaba la cara, me decía ‘escucha los pájaros’. Ahí entendí que hay que hacer algo para los adultos mayores, y así nació el proyecto de hacer condominios para ese rango etario, como lo hacen en Estados Unidos y en Israel».

En relación a cómo se organizaron durante la pandemia, Sakkal expresó: «La verdad que hubo una cuestión solidaria muy importante. Lejos de entrar en una paranoia, en una psicosis, dijimos ‘tenemos que hacer frente a esto’ y se hizo. Gracias a dios salió muy bien. Y ese tiempo en casa nos permitió tener más oportunidades de pensar algunos proyectos que veníamos soñando».

-¿Cómo terminaron el año 2021?

-El Círculo no es ajeno a todo lo que pasó. Fue un año muy especial, salimos de un 2020 que obviamente nos generó un desafío a todas las instituciones. En el momento en que se paralizaba todo, en el Círculo decidimos nunca cerrar. Entendimos que era importante ser refugio, justamente, para las familias. Eran momentos de incertidumbre, momentos de temor, y pudieron tener en el club un lugar de contención en Canning. Eso fue en 2020. Tuvimos que rearmarnos, reconfigurar todo como la mayoría de las instituciones, adaptarnos a los nuevos esquemas, dejar la presencialidad para ir a la virtualidad, lo cual nos presentó nuevas oportunidades, que también han sido muy interesantes.

-¿Hay personas que viven en el Círculo?

-Sí, tenemos 70 a 80 familias viviendo en forma fija. Antes no se podía vivir en el Círculo, pero entendimos que a partir de la pandemia era necesario darle esta contención y así lo hicimos. Y aparte se armó un grupo muy colaborativo, muy solidario entre los socios, de apoyo unos a otros. Por supuesto con protocolos y normas muy claras, y si una familia tenía síntomas o algo, no tenía la posibilidad de salir del ámbito de su casa.

-¿Cómo se organizaron durante la pandemia con los casos de contagios?

-Las familias de casas cercanas iban, les hacían las compras y se las dejaban en la puerta de la casa. La verdad que hubo una cuestión solidaria muy importante. Lejos de entrar en una paranoia, en una psicosis, dijimos ‘tenemos que hacer frente a esto’ y se hizo. Gracias a D’s salió muy bien. Y ese tiempo en casa nos permitió tener más oportunidades de pensar algunos proyectos que veníamos soñando.

-¿Qué proyectos?

-Esta pandemia precipitó algunas cosas en la toma de decisiones, en la gente y a nivel institucional. Ya hace rato decía que en algún momento, como en la mayoría de las grandes ciudades del mundo, se tendría que tender a descentralizar la ciudad. No hace falta vivir a tres cuadras de donde trabajás, y ni que hablar de tener dos casas, de tener una casa grande en capital y a 20 minutos otra casa grande. Eso en otros países es para gente de un altísimo poder adquisitivo, no para una clase media.
Muchas veces para tomar una decisión de este tipo, de ir a vivir a los alrededores, de repente implicaba tener que hacer ciertos sacrificios desde lo familiar, hasta incluso desde el punto de vista de la práctica de su religiosidad o su judeidad, porque tenía muchas horas que implicaba resignar tu práctica religiosa cotidiana. Es decir, para ser judío y poder practicarlo en forma activa o cuasi ortodoxa, tenés que estar hablando de Palermo, Belgrano, Villa Crespo, Once, Flores y Barracas. Saliendo de ahí, implica sacrificios, esfuerzos. La idea es romper el paradigma de esa forma de vida judía de todos estos años y establecer un centro donde tengas completamente cubierto todas las necesidades que puedas tener como un judío. Estamos hablando principalmente de la base de todo, la educación, porque hasta ahora hablábamos de educación no formal, esparcimiento, recreación y deporte. Con un centro educativo formal, con el área de la currícula oficial y la currícula hebrea, empezando en sala 2, 3, jardín, primaria y secundaria a lo largo del tiempo, por supuesto, y el Templo, que gracias a D’s lo tenemos desde hace mucho tiempo. Estamos analizando seriamente la posibilidad de tener que armar otro lugar porque gracias a D’s ya nos queda chico. Estamos hablando de 500 personas participando activamente en Shabat. El centro fue el único lugar que ha tenido minián en 2020 en los jaguim y hemos tenido 10 minianim diferentes.

-¿Estamos hablando de Canning?

-Sí, Canning. La sede en los últimos dos años ha estado prácticamente casi cerrada hasta mitad de año. Los minianim se han hecho en diferentes lugares con todos los protocolos, con controles del municipio antes, durante y después. Nos han felicitado porque se ha cumplido a raja tabla. La verdad que la conducta de la gente ha sido ejemplar. Nos ha permitido, justamente, ofrecer una buena actividad, porque la gente acompañaba y respetaba esas normas, y entendían que los estábamos cuidando a ellos y que nos cuidábamos entre todos. Hasta teníamos un minián ashkenazí porque era tal el nivel de gente que iba… Teníamos 10 minianim diferentes de 60 personas cada uno, eso fue en el año 2020.

– ¿Cuántos socios tiene hoy en día el Club?

-Hoy en el Círculo estamos hablando, aproximadamente, de 2500 socios. Cuando arrancamos, hace unos 11 años, había 900 socios y 101 unidades de vivienda. Hoy gracias a D’s estamos hablando de más de 2.500 y 350 unidades de vivienda. Y el proyecto es, si D’s quiere, ampliarlo a 6.000 personas, 6.000 socios y unas 700 unidades de vivienda.

-¿La idea es dar respuesta a todo lo que tiene que ver con la vida de una persona observante?

-La idea es armar un polo gastronómico de 7 u 8 restaurantes Kosher. Queremos aprender un poquito de todo lo que pasó. Si el estudio de Della Pergola decía que había 500.000 judíos en la Argentina, por proyección hoy deberíamos ser un millón. Pero muchos hicieron aliá y hoy no llegamos ni siquiera a 200.000. Evidentemente hay cosas que no se han hecho bien. Paradójicamente otras instituciones han crecido individualmente y hoy son más grandes de lo que eran. Hoy en día tenés una comunidad más chica con menos gente participando. Hay una incoherencia ahí que no cierra. Las instituciones son cada vez más grandes y cada vez hay menos comunidad.

-¿Y qué se debería hacer?

-Se requiere una tecnología de trabajo distinta. Dejar de mirarnos como instituciones totalmente aisladas, y entendernos como una única comunidad para trabajar en forma conjunta y mancomunada para dar una respuesta a eso. En lugar de mirar a la asimilación y al asimilado en forma prejuiciosa, hacer la autocrítica de que no estamos haciendo las cosas bien para que la gente no se vaya y encuentre la contención necesaria. Una persona que se asimila no debe ser una persona a la que hay que aislar y empujar de todo, debe ser algo que me genera a mí pena. Es un hermano que estoy perdiendo. Entonces, ¿qué es lo que estoy haciendo mal para que la gente se vaya y no se mantenga en comunidad? Es importante dejar de levantar fronteras entre las instituciones y empezar a tender más puentes.

-Hay una gran preocupación en Israel donde explican que hay un goteo de los jóvenes judíos. Jóvenes que tuvieron educación judía en cualquier escuela no religiosa hoy te dicen ‘yo ya no llevaría un chico a un shule’.

Hay un proyecto que se llamaba “Volvamos al Shule”, que ya marcaba una necesidad y una problemática. Bueno, seguramente voy a resultar antipático en esto y me hago cargo, porque no me interesa quedar bien, ya que si uno no está para hacer una diferencia, la verdad es mejor no estar. Si uno va a ser condescendiente con los problemas y los errores como para poder encajar, prefiero no estar.

¿Y qué pasó?

La verdad es que se ha subestimado la situación. Cuando nace un proyecto como “Volvamos al shule” es porque se está viendo la problemática, pero no tuvo el correlato en otro tipo de actividades que evidentemente atañen a lo que estaba pasando, a lo que se veía que podía pasar.

Para que quienes lean se ubiquen, “Volvamos al shule” era un proyecto de CUJA de hace 20 años, que consistía en rescatar jóvenes que no tenían educación judía para que vuelvan al shule.

Era un programa espectacular. Era una señal que sin querer se subestimó. Yo no soy quién para juzgar, no importa quienes, no importa cómo, pero los números muestran la realidad, la cuestión fáctica nos está mostrando que la cosa es diferente. Entonces empecemos a hacer las cosas diferentes, empecemos a preocuparnos por la gente que no se siente contenida, no siente un espacio dentro de la comunidad, empecemos a ver qué es lo que requieren, qué podemos hacer por ellos para que no se vayan.


Desde arriba se observa una de las piletas privadas del CSHA, que tiene en el fondo a la bandera de Israel.

¿Lo que está organizando el Círculo tiene que ver con dar una respuesta a esa problemática?

Tiene que ver con que si hay gente que tiene ganas de elegir una vida diferente y que quiere salir de la ciudad, que eso no implique que tenga que resignar de ir un viernes a la noche a un Templo, de poder ir a comprar carne kosher porque tiene que hacer 3 horas hasta capital, o que si queremos juntarnos con amigos e ir a comer algo tenemos 8 restaurantes diferentes. Hay una problemática que tiene que ver con los jóvenes, por ejemplo.

Hoy por hoy, lamentablemente con las crisis económicas que vienen acarreando y que venimos soportando, que son una tras otra, realmente cuando una pareja joven tiene ganas de iniciar un proyecto de vida juntos, ya sea casándose o uniéndose, que siempre fue difícil, pero ahora es casi imposible, si la idea de ellos es que con su trabajo puedan adquirir un techo, es casi imposible. Etonces dependen de que tengan un padre pudiente que esté dispuesto a ayudarlos, y hasta qué punto implica ayudarlos, porque si de verdad le van a dar una solución tiene que ser algo que le contemple que tengan uno, dos o tres hijos a futuro. Si le comprás un monoambiente quizás les creas un problema a futuro. Porque la solución del techo tiene que contemplar que el día de mañana van a tener hijos.

Estamos hablando de 70, 80 metros mínimo, algo que en capital es absolutamente inaccesible. Nosotros asumiendo el compromiso y comprometiéndonos a aportar soluciones en el tema de la asimilación, tenemos un proyecto que queremos construir 200 casas, que serán subvencionadas para familias jóvenes que de repente no tengan la posibilidad de adquirir un techo y que tengan ganas de tener una vida y darles a sus hijos una educación judía, manteniendo tradiciones y valores. La idea es que puedan armar casas de unos 80 metros al estilo Israel, como en los ishuvim, que si le tenemos que asignar un valor al terreno estamos hablando de 20 o 30 mil dólares. Si un valor de venta normal sería de metro cuadrado de mil dólares, estamos hablando de 80 mil dólares, la casa vale cien mil dólares. El Círculo comprometiéndose con esto, y en este abanico de colaboración de trabajo en conjunto con otras instituciones, dona la tierra que ya tiene para este espacio, con lo cual el costo del terreno no está. Al hacer algo en forma masiva,podemos optimizar muchísimo el costo, podemos estar hablando de costos de aproximadamente 45 o 50 mil dólares. Se resigna la ganancia porque es un proyecto que no tiene como objeto lucrar, sino ayudar, y esa casa que cuesta cien mil dólares se les da a las familias jóvenes que tienen que pagar 50 mil dólares en tres años, en dólares sin intereses, con la condición de que vengan a vivir al club y durante 10 años manden a los chicos a la escuela judía del club. Entonces, de alguna manera esa gente se garantiza, con seguridad, un marco social y deportivo, una vida comunitaria, educación judía y también se garantiza flujo para el proyecto que implicaría de armar la escuela.

¿En qué punto estamos hoy?

Lo que estoy contando tiene que ver con lo que queremos, con una cuestión de una vivencia personal, de ver lo bien que le hace a los adultos mayores, a mi madre de 83 años que la he tenido que operar y cuando la llevaba al club le cambiaba la cara, cuando estaba en silla de ruedas le cambiaba la cara, me decía ‘escucha los pájaros’. Ahí entendí que hay que hacer algo para los adultos mayores, y así nació el proyecto de hacer condominios para ese rango etario, como lo hacen en Estados Unidos y en Israel.

Somos una comunidad y tenemos que aprovecharlo. No hay que trabajar de forma aislada, ya que la experiencia de cada uno puede servirle al otro. Creo que hay que armar una sola comunidad. Yo no voy a hacer una escuela de Círculo, sino que voy a buscar alianzas con otra escuela y que sean ellos quienes pongan a sus expertos, nosotros pondremos el lugar.

Hace mucho yo quería empezar una colonia para chicos con necesidades especiales, todavía no lo pude hacer, pero si estamos hablando de un proyecto de vida permanente, ya no hablamos de una colonia. ¿Por qué no le damos a los chicos un espacio verde, al aire libre permanente, y hacemos un acuerdo con gente que existe y tiene la idoneidad? A Hamakom Shelí, Baderej y otras instituciones armarles un sitio para que puedan hacer actividades como equinoterapia por ejemplo. Es decir, actividades que no pueden realizar en capital, y después ellos dirán si será algo permanente o de una vez por semana, pero el espacio está. Y de esa manera trabajamos en forma mancomunada.

Hablaste de hacer como ocurre en Estados Unidos e Israel condominios para los adultos mayores, ¿dónde y cómo sería ese proyecto?

Sería en Canning y la idea es armar edificios con pileta para los adultos de la tercera edad. Con un auditorio donde puedan exhibir sus muestras de rikudim, de coro, de canto, para las familias, y a su vez armar un espacio en el que se desarrolle un espacio cultural entre los jóvenes y los adultos. De esta manera a los adultos los pones en valor, los dignificas enseñándoles a los chicos, sean parientes o no, un oficio, por ejemplo, un carpintero que les enseñe a hacer un banquito, mujeres que les enseñen a hacer algún tipo de actividad especial, cosas que ya son arcaicas, bordar o lo que sea; y que los chicos les enseñen a usar el Zoom, a usar el teléfono, a usar internet. Así se genera ese intercambio, ese respeto recíproco, y a su vez también va a estar el caso de que de repente la persona que va a estar ahí va a tener a su familiares que también están ahí, y le van a decir ‘vení papá, vení mamá’, o abuelo, pasa Shabat con nosotros. También con la gente del Keren Kayemet tenemos un proyecto que vamos a armar un espacio interesante, un sistema de riego por goteo, que ya estamos conectados con la gente de Netafin, que nos están donando el espacio para hacerlo, y que va a estar abierto para todas las escuelas, para todos los chicos. Es un espacio del Keren Kayemet, que va a poner una oficina verde, para que los chicos puedan hacer excursiones, pasar el día en el lugar y no verlo a través de un video. Van a poder plantar un árbol, trabajar la tierra, meter las manos en la tierra, y eso no es lo mismo que ver un video de lo que fue el desierto y lo que es hoy el milagro de Eretz Israel.

Junto con el Keren Kayemet también tenemos el proyecto que complementa el de las casas subvencionadas, que es armar una granja y huertas orgánicas para abastecer, justamente, a esas familias. La idea es armar un restaurante kosher orgánico, y que por lo que tengo entendido sería el primero fuera de Israel. Esto es a verificar, pero es lo que me están diciendo, de armar oficinas del Keren Kayemet sustentables ahí, la idea es armar oficinas de la gente de la Sojnut, para atender a la gente durante el fin de semana. Hatzala va a abrir una base para dar respuesta a toda la zona sur, con consultorios, con todo, y estamos abriendo una base de Hatzlala con ambulancias. Otra idea es también abrir oficinas de Yeladenu, primero para que los chicos de Yeladenu puedan participar en el club, y aparte fomentar las actividades que hace Yeladenu de padrinazgo y todos los programas que ellos tienen desde el club, para todas las instituciones. Entonces la idea es que comencemos a funcionar como comunidad de verdad, no como entes aislados. Que nos podamos complementar.

¿En qué punto es un proyecto que lo ves factible para parte del 2022?

Ya adquirimos las tierras el año pasado, adquirimos dos espacios diferentes de tierra. Cuando arrancamos la parte del club como está ahora, se estaban utilizando unas 13 hectáreas, hoy se están utilizando 40, y para el proyecto que estamos contemplando estamos hablando de entre 75 y 85 hectáreas.

¿Vos pensás que algo de todo lo que detallaste se podrá ver en el 2022?

El inicio de la obra por supuesto, el inicio de la urbanización empezará inmediatamente, y los acuerdos ya están hablados, avanzados en lo conceptual. Es un proyecto que obviamente estamos hablando de una forma de continuidad de vida judía, con lo cual genera el interés de muchas instituciones centrales, que lo ven como un proyecto viable de continuidad, y entendemos que están dadas las condiciones para hacerlo. Aquella gente que de repente decida tomar la decisión de salir de la ciudad e irse a vivir a un lugar de espacio verde, con éste proyecto tendrá la posibilidad de no tener que resignar sus valores y sus tradiciones.

¿Qué podés decirme de tu equipo de trabajo y de tus compañeros de la Comisión Directiva? más allá de tu liderazgo como presidente.

A lo largo de estos años una de las mejores virtudes que ha tenido el club fue el equipo de gente trabajando, tanto de voluntarios como de profesionales. Se ha ido profesionalizando, ha tenido un crecimiento muy importante, y el crecimiento debe de ser ordenado, y la idea es que crezcamos en forma ordenada, por ende se adquiere mayor profesionalización. Históricamente antes había una especie de confrontación, y casi competencia entre el profesional y el dirigente, hoy creo que hay una maduración en ese sentido, y se entiende que somos complementarios y necesarios; los dirigentes para la toma de decisiones y los profesionales son quienes ejecutan. Y la verdad que tanto el equipo de profesionales, que es excelente, como el de los voluntarios y dirigentes que trabajan, la verdad que gracias a dios ahí hay una cuestión fantástica. Parte de la problemática que te mencionaba antes tiene que ver con eso, con la poca formación de dirigentes, el poco trabajo para formar dirigentes, para comprometer a los jóvenes

Las nuevas generaciones

A las nuevas generaciones, claro, hablamos de crisis dirigencial, no es casualidad. Acá en el club estamos con un proyecto de comisiones jóvenes, para que los chicos comiencen a trabajar de chiquititos, que trabajen con proyectos y presupuestos, para que vean lo que es, que no es soplar y hacer botellas. Te cuento que gracias a dios pudimos inaugurar una plaza nueva espectacular, una cancha de hockey nueva, una cancha de fútbol, y así un montón de actividades nuevas, y a pesar de la pandemia hemos podido seguir creciendo, la idea es seguir haciéndolo, y otra es ofreciéndole a toda la comunidad un espacio para trabajar. Nosotros lo que es en las instituciones con las que trabajamos y con las que tenemos acuerdos, por ejemplo los campamentos, no se les cobra nada, no tenemos como objetivo lucrar, queremos ser complementarios y abrazarnos, y armar acuerdos; ser complementarios, ser el patio de todas las escuelas para que puedan trabajar y tener un espacio para disfrutar.

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