Itongadol/Agencia AJN.- Colin Price es investigador de la Universidad de Tel Aviv, y formó parte del equipo que desarrolló el nanosatélite que la NASA envió a la Estación Espacial Internacional y que muy pronto estará en órbita para medir la radiación alrededor de la Tierra. En diálogo con la Agencia AJN, explicó lo que implica este logro para la Israel y los avances que se podrían realizar gracias a la nanotecnología de vanguardia. Además, aseguró que este año se lanzarán diez nanosatélites al espacio desarrollados por escuelas secundarias israelíes.
Itongadol/Agencia AJN (por Martín Klajnberg).- El pasado 20 de febrero, la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de los Estados Unidos, más conocida como NASA, envió a la Estación Espacial Internacional un nanosatélite que muy pronto será puesto en órbita por un astronauta japonés. Este prototipo fue fabricado en Israel y lleva el nombre de TAU-SAT1, que corresponde a la prestigiosa Universidad de Tel Aviv (TAU), que ha logrado que se lance al espacio el primer nanosatélite desarrollado enteramente en una universidad israelí.
El profesor Colin Price es miembro del equipo que desarrolló el nanosatélite, que, entre otros experimentos, medirá la radiación alrededor de la Tierra. “Estamos muy contentos. Es la primera vez que se lanza un nanosatélite de la universidad al espacio, y espero que podamos continuar trabajando en esto”, aseguró el profesor Price, en una entrevista exclusiva con la Agencia AJN.
Price es director de la escuela de Medioambiente de la Universidad de Tel Aviv, y detalló cuáles serán las tareas del satélite, que será puesto en órbita en colaboración con JAXA, la agencia espacial de Japón. “La misión científica para el TAU-SAT1 es mirar las condiciones peligrosas o dañinas que pueden haber alrededor de la Tierra. Así como tenemos problemas climáticos, como tormentas, también hay tormentas en el espacio, que se originan en el sol y tienen mucha radiación”, explicó.
Además, el investigador aseguró que este avance “es parte de la evolución” y que cada vez hay más nanosatélites en órbita. “Como son pequeños, baratos y sencillos de fabricar, se los podría producir en masa, y habría muchos más desarrollos a disposición de la ciencia, de la investigación, de la agricultura y hasta se podría proveer Internet en regiones en las que no hay acceso”, destacó.
En 2018, en el marco del 70 aniversario del Estado de Israel, la Universidad de Tel Aviv encaró un proyecto en el cuál impulsaba la creación de nanosatélites en escuelas secundarias con la intención de “generar interés en los estudiantes, dejarlos hacer parte del trabajo y que deseen involucrarse en la ciencia, en particular en el espacio”. Si bien solo lograron recaudar fondos para diez de ellos, Price aseguró que se lanzarán los prototipos desarrollados en los colegios durante el próximo verano israelí, es decir, entre junio y septiembre. “Serán prototipos más chicos que el que lanzamos desde la universidad, dado que el objetivo del proyecto no es científico sino educativo”, señaló.
“Como director de la escuela de Medioambiente, tengo la aspiración de usar esta tecnología para estudiar cambios climáticos, la deforestación en el Amazonas, u otras investigaciones para las que el satélite puede ser una herramienta muy útil, además de facilitar el aprendizaje de los estudiantes. Es un momento de mucho progreso y muy emocionante, y como los satélites son cada vez más pequeños podremos incluir mejores herramientas que nos proporcionen información más precisa, y podemos hacer esto rápido, en menos de dos años”, manifestó Price. “Nunca antes pudimos hacer algo así. El futuro llegó”, concluyó.
A continuación, los detalles de la entrevista que mantuvo el profesor Colin Price con la Agencia AJN:
AJN- ¿Cómo se está viviendo este logro en el equipo de la Universidad de Tel Aviv?
CP- Estamos muy contentos. Estamos esperando el procedimiento en la Estación Espacial Internacional donde van a efectivamente lanzar el nanosatélite. La semana pasada fue elevado a la estación y pasadas dos semanas un astronauta japonés lo lanzará al espacio, y ese es el paso que falta dar para poder empezar a recibir la información que recolecte. El satélite va en una especie de bolsa flexible en un proceso que realizamos a través de la agencia espacial japonesa, JAXA, a quienes les mandamos inicialmente el prototipo. De allí fue enviado a los Estados Unidos, pero es un astronauta japonés quien lanzará el satélite al espacio.
AJN- ¿Cuánto tiempo esperan que el satélite esté en funcionamiento una vez que esté en el espacio?
CP- Esperamos que esté en el espacio entre un año y medio y dos años. Debido a la fricción con la atmósfera, el satélite va a ir desacelerando y cayendo desde los 400 kilómetros de altura a los que va a estar ahora hasta llegar a unos 100 kilómetros. A esa altura, el satélite va a comenzar a incendiarse por la fricción hasta desintegrarse.
AJN- Entonces, cuándo empieza a caer, desaparece y se evapora sin que nadie lo vea. ¿Es así?
CP- Sí. Con un satélite de tamaño normal, podría llegar a verse como una estrella fugaz, pero al ser tan pequeño nuestro nanosatélite, simplemente va a desaparecer.
AJN- Hace algunos años usted hablaba sobre el “Nuevo espacio”, como una nueva realidad en la cual la nanotecnología facilita el acceso al desarrollo satelital. ¿Considera que este lanzamiento muestra que esa época ya llegó?
CP- Sí. El número de nanosatélites está creciendo exponencialmente año a año. Desde universidades hasta grandes empresas, startups, laboratorios… Por ejemplo, Elon Musk y su compañía SpaceX está invirtiendo muchísimo dinero en tecnología espacial, una en particular que tiene cientos de dispositivos tomando imágenes de la Tierra en tiempo real una o dos veces al día. Para hacer eso se necesitan muchos nanosatélites. Hay otra compañía que pretende usar pequeños nanosatélites para dar acceso a Internet desde el espacio a regiones que no tienen electricidad, como algunos lugares de África. Si hay cientos de satélites dando vueltas por el espacio todo el tiempo, siempre va a haber uno en cada región, aunque estés en medio del desierto del Sahara, si hay suficientes satélites. También, por ejemplo, pueden “mapear” plásticos en el océano para poder removerlos. Entonces, como son pequeños y baratos, además de ser sencillos de fabricar, se los podría fabricar en masa, y habría muchos más desarrollos a disposición de la ciencia, de la investigación, de la agricultura y hasta, como recién expliqué, para proveer Internet en regiones en las que no hay acceso. Hay muchas compañías introduciéndose en el mundo del “Nuevo espacio”, y es muy bueno que la gente tenga acceso al espacio. Se pueden hacer incluso experimentos biológicos con microgravedad.
Sin embargo, cada vez hay más sistemas en el espacio y se está hablando de “tráfico espacial”, por todos los satélites que hay. Como dije antes, eventualmente se van a evaporar, pero hay muchos que no están funcionando y que se acumulan. Podría haber un problema con eso en el futuro. No llegamos a eso todavía.

Prof. Colin Price.
AJN- ¿Se puede controlar el movimiento de los satélites o, una vez en órbita, siguen su curso sin que se puedan controlar?
CP- Depende de qué satélite, pero uno grande, que cuesta más dinero, tiene ciertos motores que permiten acomodar su posición. Los más pequeños, no tienen nada de eso, y donde se colocan, quedan, no se pueden mover de allí. Va a flotar por la gravedad. La mayoría de los satélites no tienen ninguna propulsión o motor que los haga moverse.
AJN- ¿Qué es lo que el nanosatélite va a estar haciendo, exactamente?
CP- Básicamente, la misión científica para el TAU-1 es mirar las condiciones peligrosas o dañinas que pueden haber alrededor de la Tierra. Así como tenemos problemas climáticos, como tormentas, también hay tormentas en el espacio. Esas tormentas se originan en el sol, que no es estable, y genera este tipo de fenómenos. Estas tormentas generan mucha radiación y emiten partículas microscópicas a una velocidad muy alta, de hasta cien kilómetros por segundo. Si esa pequeña partícula impacta en un satélite o hasta en un astronauta, causa mucho daño.
La altura de nuestro satélite será de 400 kilómetros, y se llevarán a cabo con él cuatro experimentos diferentes. Dos de ellos son cortos, como ver el deterioro de la superficie de los paneles solares, que son también impactados por las partículas microscópicas. Además, tenemos un instrumento que mide la energía de las partículas microscópicas, como parte de la investigación.
Otro experimento es medir la radiación gama que impacta en el satélite proveniente del sol. Finalmente, el último experimento que realizaremos será mediante una nueva tecnología un material que se abre para chequear el impacto a través de la temperatura espacial, para futuras misiones.
Los primeros dos experimentos van a durar poco, sólo algunas semanas. Los otros dos, los de las partículas y la radiación, se extenderán hasta que el satélite desaparezca en la atmósfera. Podrían ser dos años.
Hay otra misión, desarrollada en conjunto con Francia, que va a utilizar tres satélites que van a volar uno a diez kilómetros del otro y que va a poder medir tormentas espaciales desde tres ángulos diferentes al mismo tiempo. Esta información es algo nuevo que va a generar cambios significativos en el futuro.
AJN- ¿Cómo recolectan en la Universidad toda esa información?
CP- El satélite viaja a una velocidad de 8 kilómetros por segundo, aproximadamente, por lo que orbita alrededor de la tierra cada 90 minutos. Eso significa que cuando el satélite pase por Israel, lo que ocurrirá una o dos veces al día en las que podremos efectivamente ver el satélite, nuestra estación en la universidad podrá recolectar esa información durante unos diez minutos. El satélite almacena la información que va recolectando y cuando pasa por Israel la podemos descargar para guardarla y analizarla. Sólo pasa una o dos veces porque el satélite sigue su órbita, pero la Tierra va girando. A veces va a ser de día, a veces de noche. Podríamos utilizar otras estaciones en otras partes del mundo para recolectar la información, pero creemos que con las veces que pase por Israel será suficiente.
AJN- Y ya están trabajando en un segundo satélite…
CP- Sí. Tenemos fondos para un segundo satélite, que ya se está construyendo, y que va a tener como objetivo de probar tecnología israelí en el espacio, no tanto una misión científica. Esperamos poder mandarlo en 2021. Dependemos de que la EEI mande otros cohetes también, y aprovechar esa oportunidad. El lanzamiento de la semana pasada lo estuvimos esperando durante cinco meses. Si tenemos una oportunidad antes, lo vamos a enviar antes. Tenemos también que ver quién lo va a mandar, si nos asociamos nuevamente con los japoneses o si esta vez será con estadounidenses, con India… veremos quién lo lanza.

Así luce el nanosatélite de la Universidad de Tel Aviv que la NASA envió a la Estación Espacial Internacional.
AJN- ¿A qué se debe que el primer satélite que se envía al espacio hecho enteramente por una universidad israelí sea de la Universidad de Tel Aviv? ¿Qué los distingue de otras universidades locales?
CP- Porque somos los mejores (risas). En realidad, otras universidades tienen construidos satélites, como la Universidad Ben-Gurión o el instituto Technion, pero en esos casos la construcción no se hizo dentro de los establecimientos sino afuera, ya sea en la Agencia Aeroespacial Israelí o en manos de empresas privadas. El nuestro, en cambio, tuvo a nuestros estudiantes trabajando en ello, elaborando el software, la comunicación… Es parte de la evolución. Hoy en día se está volviendo más común que universidades trabajen en estos proyectos. Ha crecido el interés. Creo que es el momento apropiado, ya hay suficiente experiencia en Israel y alrededor del mundo como para poder desarrollar esta tecnología dentro de la universidad.
AJN- Hace tres años, para el 70 aniversario del Estado de Israel, usted explicó en una entrevista con este medio que se estaba lanzando un proyecto que consistía en producir nanosatélites en escuelas secundarias. ¿Cuál es el estado del proyecto y cuál es el objetivo asociado a él?
CP- Sí, planeabamos fabricar 70 satélites en escuelas por el aniversario. Sin embargo, hasta el momento hemos logrado reunir fondos para sólo diez. El objetivo es académico, la idea es que los satélites desarrollados por estas diez escuelas sean lanzados al espacio durante el verano. En realidad, nuestra intención es generar interés en los estudiantes, dejarlos hacer parte del trabajo y que deseen involucrarse en la ciencia, en particular en el espacio. Incluso son parte del proyecto escuelas de mujeres, escuelas religiosas, orfanatos… Tenemos una distribución muy variada de chicos de diferentes orígenes, incluso con diferentes idiomas, dado que también trabajamos con estudiantes árabes, en ciudades beduinas, especialmente de la periferia, fuera del centro de Israel.
Quien encabeza el proyecto es el doctor Meir Ariel, que es parte del equipo que fabrica los nanosatélites. Fue un proyecto exitoso, pero no logramos reunir el dinero para las 70 escuelas planeadas. Los diez satélites serán lanzados este año. Serán prototipos más chicos que el que lanzamos desde la universidad, dado que no van a estar haciendo experimentos científicos, pero el objetivo del proyecto es el costado educativo.

El profesor Price recibió en su oficina al director de la Agencia AJN, Daniel Berliner, en su visita en 2018.
AJN- ¿Cómo se siente con este logro?
CP- Muy contento. Es la primera vez que se lanza un nanosatélite de la universidad al espacio. Espero que podamos continuar trabajando en esto. Recibimos muy buenas devoluciones de otras entidades alrededor del mundo que apoyan a la universidad. Como director de la escuela de Medioambiente de la universidad, tengo la aspiración de usar esta tecnología para estudiar cambios climáticos, la deforestación en el Amazonas, u otras cuestiones para para las que el satélite puede ser una herramienta, incluido el aprendizaje de los estudiantes. Es un momento de mucho progreso y muy emocionante, los satélites son cada vez más pequeños y gracias a eso podremos incluir mejores herramientas que nos proporcionen información más precisa, y podemos hacer esto rápido, en menos de dos años. Eso va a permitir que, por ejemplo, un estudiante que quiera hacer su PhD pueda proponer un tópico, construir el satélite, lanzarlo, obtener la información y analizarla, todo eso en el tiempo que lleva un postdoctorado. Nunca antes pudimos hacer algo así. El futuro llegó.