bemos cómo se siente y expresarlo? Hasta ahora, los investigadores creían que los niños no desarrollaban una emoción tan sofisticada hasta los 7 años, pero un nuevo estudio realizado en la Universidad de Haifa encontró evidencia de que puede evidenciarse en niños de tan sólo 2 años.
"El estudio fortaleció la percepción de que alegrarse del mal ajeno es un mecanismo evolutivo que se desarrolla dentro de nosotros como lo hacemos frente a situaciones de desigualdad", explicó el profesor Simone G. Shamay-Tsoory, del departamento de Psicología de la Universidad de Haifa, que dirigió el estudio.
La emoción de la alegría por la desgracia de otra persona puede tener sus raíces en los celos, la competitividad o incluso a veces el odio. Según una teoría, alegrarse del mal ajeno es un mecanismo evolutivo que se desarrolla como resultado de la competencia por los recursos limitados, por ejemplo, la lucha entre dos hermanos sobre la atención de sus padres. Este mecanismo, que se desarrolla a una edad temprana, se convierte más tarde en un mecanismo que nos permite sentir placer en la desgracia del otro, incluso cuando no hay competencia por los recursos.
Hasta ahora, la hipótesis que prevalecía entre los investigadores fue que los niños menores de 7 años no estaban desarrollados emocionalmente como para tener esos sentimientos. Este estudio, realizado por el profesor Shamay-Tsoory, junto con Dorin Ahronberg-Kirschenbaum de la Escuela de Educación de la Universidad de Haifa, y Nirit Bauminger-Zviely de la Universidad Bar Ilan, trató de determinar si tal emoción existe incluso antes, a los 2 a 3 años.
Para ello, los investigadores establecieron 35 grupos compuestos por una madre, su hijo y un amigo del niño con la misma edad. Los grupos se sometieron a dos situaciones.
La primera fue una situación de "iguales", en la que la madre animó a los niños a jugar juntos, los ignoró durante dos minutos, y luego comenzó a leer un libro en voz alta para sí misma durante dos minutos. Después de esos dos minutos, la madre vertió por "accidente" un vaso de agua sobre el libro. En la segunda, la situación fue "desigual", porque después de los primeros dos minutos, la madre llevó al niño que no era de ella a su regazo y comenzó a leerle el libro en voz alta. Aquí, también, después de dos minutos, la madre derramó la taza de agua en el libro.
Los investigadores encontraron que cuando la situación desigual fue llevada a su fin, el propio hijo de la madre mostraba signos visibles de la felicidad, expresándolo con saltos, aplaudiendo, o rodando por el suelo. Por el contrario, cuando el agua se derramó mientras la madre estaba leyendo el libro a sí misma, no hubo reacciones similares. Según los investigadores, la "desgracia" que hizo a los niños felices fue el hecho de que sus compañeros habían dejado de escuchar la historia, lo que refuerza la teoría de que alegrarse del mal ajeno es un desarrollo social, una reacción a la desigualdad.
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