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En enero de 1987, casi cuarenta y dos años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, dio comienzo en la ciudad de Lyon el proceso a Klaus Barbie, acusado de cometer crímenes de guerra y de lesa humanidad durante la conflagración bélica.
Barbie nació en Bad Godesberg, Alemania, el 25 de octubre de 1913 y era hijo de dos maestros, Nikolaus Barbie y Anna Hees, quienes se casaron un año después de su nacimiento. Su padre participó en la Primera Guerra Mundial, siendo gravemente herido.
Al culminar el bachillerato, Barbie no pudo ingresar a la universidad pues, habiendo fallecido su padre, su familia no podía costearle los estudios. En 1934 ingresó a las Juventudes Hitlerianas y durante seis meses fue voluntario en un campamento del Servicio Laboral del Reich, del que regreso imbuido de la ideología nazi.
A fines de septiembre de 1935 ingresó a las SS y en mayo de 1937 se afilió al Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP). Tres años después obtuvo su primer ascenso en las SS, siendo nombrado Untersturmführer (equivalente a subteniente).
Al iniciarse la Segunda Guerra Mundial fue destinado a la Sección IVB4 y enviado a prestar servicios en Ámsterdam. En mayo de 1942 lo trasladaron a la ciudad de Lyon como jefe local de la Gestapo, atribuyéndosele que la oficina a su cargo envió a campos de concentración a 7.500 personas, de las cuales más de 4.400 fueron asesinadas. También arrestaron y torturaron a más de 14.311 combatientes de la Resistencia. Personalmente fue acusado de numerosos crímenes de guerra, entre ellos la captura de cuarenta y cuatro niños judíos escondidos en la villa de Izieu y la tortura y posterior muerte de Jean Moulin, el miembro de la Resistencia francesa de más alto rango jamás atrapado por los nazis. Esto hizo que ganase el apodo de “El carnicero de Lyon”.
Como miles de oficiales de las SS, al ser evidente la derrota del nazismo, volvió a Alemania y obtuvo documentación falsa que le permitió ocultarse de las tropas aliadas en los primeros años de la posguerra. Inicialmente dirigió un cabaret en Munich e hizo tratos en el mercado negro. Posteriormente, al comenzar la denominada “Guerra Fría”, Barbie fue protegido y empleado por los servicios de contraespionaje del Ejército de los Estados Unidos (CIC), para los que trabajó en Alemania entre 1947 y 1951, en actividades de espionaje y contrainteligencia, especialmente relacionados con sus ex camaradas que pasaron a colaborar con los soviéticos.
Como Francia exigía su extradición y no estaba seguro hasta qué momento el CIC lo protegería, en 1951 se traslado a la Argentina, donde vivió hasta el derrocamiento del Presidente Perón en septiembre de 1955, trasladándose con su familia a Bolivia, donde adoptó el apellido de Altman (el del rabino de su pueblo natal). Allí comenzó a dirigir una serrería en La Paz, negocio al que se dedicó mientras establecía relaciones con ex nazis refugiados en ese país y estados vecinos, y con los militares locales, a quienes asesoró ampliamente en temas de seguridad y contrainteligencia en base a su experiencia. Además organizó grupos paramilitares durante los diversos gobiernos dictatoriales que se sucedieron hasta principios de la década del ’80 del siglo pasado.
Los cazadores de nazis Serge y Beate Klarsfeld lo identificaron y Francia solicitó su extradición en 1974, la cual fue denegada debido a que no existía el correspondiente tratado entre Francia y Bolivia. Sin embargo, cuando asumió el poder un gobierno democrático de centro-izquierda al país, presidido por Siles Suazo, Klaus Barbie fue detenido acusado de haber realizado una estafa y deportado a Francia a fines de enero de 1983, donde se lo detuvo.
Luego de cuatro años de investigaciones, se inició el juicio y se lo acusó de crímenes de guerra y contra la humanidad, y de las deportaciones de poblaciones civiles: la de los 44 niños judíos refugiados en una colonia en Izieu, la redada y posterior deportación de más de 80 personas en la sede de la Unión General de Israelíes de Francia de Lyon, y el denominado "último tren", en el que fueron deportadas entre 300 y 600 personas escasos días antes de la entrada de las tropas aliadas en Lyon. El resto de los crímenes habían prescripto según la ley francesa.
Si bien Barbie negó todos los cargos, los testimonios acumulados en su contra eran incontratables y finalmente fue condenado a cadena perpetúa el 4 de julio de 1987. Falleció en prisión el 25 de septiembre de 1991, enfermo de leucemia.