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«El voto obligatorio puede ser una trampa para esclavizarnos»
Entrevista

Sergio Bergman:
«El voto obligatorio puede ser una trampa para esclavizarnos»
Entrevista

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El rabino Sergio Bergman cuestiona la legitimidad del voto obligatorio al advertir que «en esta democracia con demagogia puede convertirse en una trampa para esclavizar». Añade que la obligatoriedad del sufragio implica forzar a los habitantes a que se conviertan en ciudadanos, cuando la ciudadanía no debe ser fruto de la coacción.

«En un sistema clientelar, con enormes bolsones de cautivos de punteros políticos que le ponen a la gente la boleta en la mano a cambio de prebendas, ir a votar a la fuerza puede convertirse en una intimidación psicológica», explica.

En la entrevista con La Nacion pide que el poder político libere a la gente de la obligatoriedad de sufragar, «como una medida cautelar, preventiva o, si se quiere, como un primer paso hacia la transparencia democrática».

Con distintos posgrados en educación y literatura (Universidad Hebrea de Jerusalén y Hebrew Union Colleges, respectivamente), este referente de la comunidad judía es discípulo de Marshall Meyer, el rabino defensor de los derechos humanos. Se ordenó en el seminario rabínico que lleva el nombre de su maestro y actualmente está a cargo del emblemático templo Libertad. Fue uno de los fundadores de Memoria Activa, y desde allí se convirtió en un referente social respecto del reclamo de justicia.

El religioso no descarta postularse en algún momento para un cargo electivo, aunque aclara que no lo hará hasta tener indicios de que se está gestando una nueva cultura política y explica que ése es el propósito de su reciente libro, Manifiesto cívico , que presentó en la última edición de la Feria del Libro.

-La senadora Cristina Kirchner alertó recientemente sobre los peligros de mezclar religión y política. ¿Cómo tomó esas palabras?

-En principio, estamos de acuerdo, si entendemos que el Estado y las religiones tienen que mantener su autonomía. Lo que no me queda claro es si la senadora, además, está haciendo una advertencia sobre el desarrollo de un nuevo campo sociocultural que no está inaugurado todavía en la Argentina, y que es la política cívica. Que los religiosos se involucren en política electoral puede ser discutible, pero de ningún modo lo es su contribución para ayudar a que los habitantes se transformen en ciudadanos. El libro que escribí es precisamente eso: una transferencia del know-how de valores espirituales al mundo público, que apunta a recuperar la mística de hacer un país, como les pasaba a nuestros abuelos. Hablo de una cogestión de la sociedad civil y las religiones.

-Pero si a la mayoría nos cuesta participar en el consorcio, ¿cómo hacer que la gente se involucre en política?

-La pregunta sería si les interesa el vecino…

-Probablemente muchos responderían que están demasiado ocupados con sus propias vidas como para ocuparse también de la del vecino.

-Por eso digo que se trata de un trabajo de conciencia de país, de aquí a diez años. Se trata de sembrar hoy para otras generaciones ¿Hay un acto de amor más grande? A eso vinieron nuestros inmigrantes, a trascender. Hoy, en cambio, el hijo ve al padre quejándose todo el tiempo, y nadie quiere pensar el país de aquí a 200 años Lo que estoy proponiendo es un cambio cultural, que es lo que va a cambiar el país en el largo plazo.

-El valor que más nos movilizó desde el corralito fue el dinero. ¿Cómo se cambia eso?

-La solución para nuestras tensiones como sociedad es, en última instancia, espiritual o, si le parece mejor, cultural. Todo sistema político está movilizado por una energía espiritual, que es la utopía que los políticos proponen. Pero cuando esa utopía pierde fuerza espiritual, se vuelve un arma peligrosa, porque sólo busca poder. El problema que tenemos hoy es que la política está deshumanizada. En este contexto, vale poner en discusión si el voto debe ser obligatorio.

-¿Usted qué cree?

-Que tiene que ser obligatorio en la medida en que haya un programa de formación cívica. De lo contrario, resulta una trampa que deja cautiva, como esclavos electorales, a una gran cantidad de gente que vive, en la Argentina, por debajo del nivel de la dignidad. Tenemos bolsones enteros tomados por el sistema de punteros políticos, que llevan a la gente a votar y le ponen una boleta en la mano, a cambio de prebendas. Votar así puede, incluso, transformarse en un arma de intimidación psicológica. Creo que mientras el sistema permanezca así, descompensado, como una medida cautelar, preventiva, o como un primer paso de transparencia democrática, habría que liberar a la gente de la obligación de votar.

-Gran parte de los jóvenes no creen en nada. Muchos adultos están frustrados y otros tantos no son religiosos. ¿Qué motor se puede usar para motivarlos?

-Aclaro que yo separo religión de espiritualidad. Todos somos seres espirituales. Yo quiero despertar el espíritu de cada argentino con ganas de hacer algo -y hay muchos- para recuperar la utopía de querer hacer un país más justo. El país debería ser un acto de amor. La Constitución es la proclama de un acto de fe amorosa. Estoy proponiendo hacer una lectura en valores del preámbulo de la Constitución. ¿Dónde? En los lugares de trabajo, en las escuelas, en el barrio. Propongo meditar sobre qué quieren decir esos valores, cómo se encarnan, ver si los podemos poner en práctica.

-Usted apareció impulsando la Coalición Cívica, de Telerman y Carrió, pero después se lo vio con Mauricio Macri, incluso festejando con él en su búnker. ¿Cómo se explica?

-Es que yo no estoy en la Coalición

-¿Cómo que no?

-Estamos en todo espacio que nos convoque para gestionar juntos. Colaboramos en la Fundación Axel Blumberg. Colaboramos con Roberto Lavagna. En algún momento tuvimos un contacto con Daniel Scioli. Y ya habíamos tenido encuentros con Macri. Nos hemos venido reuniendo y trabajando con Eugenio Burzaco y Gabriela Michetti, de Pro.

-Le voy a decir que suena raro.

-Rarísimo, incomprensible, y hasta indigerible en los términos de los paradigmas anteriores de la política.

-¿Va a ser candidato a senador porteño en octubre?

-No, por el momento. Estamos en junio y, hasta acá, digo que no me voy a postular. Pero no lo descarto en el futuro. Hasta ahora, no veo una masa crítica de ciudadanos que quieran salir de lo privado para dedicarle un poco de tiempo a lo público, que sería empezar a comprometerse con la política cívica. Ahí sí yo me sentiría en una red. Si me postulara sin esa masa crítica estaría satisfaciendo más la necesidad de las estructuras partidarias que la representación legítima de una nueva cultura política. Mi idea es reclutar ciudadanía: empezar con apenas cien personas que tengan algún prestigio en la actividad privada -artistas, intelectuales, profesionales, artesanos- y que, sin renunciar a ella, tengan vocación de poner algo de eso en lo público.

-¿Qué propone, exactamente?

-Que el contador, el artesano, el abogado, todos, coparticipemos con todos los políticos, sin excepción, que asuman cargos de representación en octubre. Esto significa acompañarlos, ir de la mano con ellos y cogestionar en el Congreso, una vez que los elegimos. Veremos qué podemos darles, en una especie de consejo asesor de ciudadanos.

-Cristina Kirchner podría ser la candidata presidencial por el oficialismo. ¿La ve más sensible hacia este tipo de propuestas?

-Sí, claro. Por su trayectoria, tiene mayor sensibilidad que Néstor Kirchner respecto del cuidado de la institucionalidad.

-Usted ha dicho, aunque suene extraña la idea viniendo de un rabino, que reconoce en el cardenal Jorge Bergoglio a su pastor. ¿Cómo evalúa la falta de diálogo entre Kirchner y el cardenal?

-El Presidente debería reconocer la investidura: hay que ir a verlo al cardenal. Hay que terminar de hacer los deberes y respetar los usos y costumbres de la autoridad eclesiástica.

-Para terminar, déjeme preguntarle acerca del pecado. ¿Cuál sería nuestro principal pecado capital?

-Sin duda, la soberbia, que consiste en no darse cuenta de que lo que pasa ahí afuera también nos está pasando a nosotros.

Por Laura Di Marco
Para LA NACION

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