Itongadol.- En el marco del aislamiento social, preventivo y obligatorio en la Argentina para hacer frente al coronavirus, Itongadol mantuvo una entrevista con la directora ejecutiva del Centro Hebreo Ioná, Janá Yansenson.
“Los niños y docentes deben por primera vez poder reproducir la cotidianidad escolar en un ámbito virtual, no se trata de volcarlo literalmente de una modalidad a otra sino de adaptarla de la mejor manera posible para que esta falta de contacto físico directo no interfiera en los procesos de aprendizaje”, destacó.
-¿Los niños sienten mucho la falta de la escuela?
-En efecto, los chicos sienten la falta de la escuela, teniendo en cuenta que la escuela es el lugar privilegiado para la socialización, de encuentros y también de desencuentros. Lo presencial implica un cuerpo y palabra que en la pantalla no está.
Cuando el colegio se mudó a la virtualidad y la interacción pedagógica se tornó reducida, la escuela física se extraña.
En una encuesta realizada a los chicos, dicen querer volver a la escuela, pero se alegran, en su gran mayoría, de poder estar más tiempo con su familia.
-¿Qué es lo más complicado del confinamiento para los niños para escuela y los docentes?
-Los niños y docentes deben por primera vez poder reproducir la cotidianidad escolar en un ámbito virtual, no se trata de volcarlo literalmente de una modalidad a otra sino de adaptarla de la mejor manera posible para que esta falta de contacto físico directo no interfiera en los procesos de aprendizaje.
Para el docente una clase virtual lleva bastante tiempo de preparación previa, materiales diseñados específicamente, depende de las respuestas y la necesidad de una retroalimentación precisa, acotada y constante.
-¿Vuestra única preocupación ha sido que la escuela pueda seguir su programa de forma virtual, o hay también un acompañamiento más amplio que el estudio?
-Desde el inicio nuestra ocupación central como siempre ha sido la educación integral de nuestros alumnos, donde el aspecto emocional, de contención y acompañamiento es tan importante como la trasmisión y acompañamiento en el desarrollo de los contenidos.
Tomamos la decisión de priorizar el contacto diario a través de la plataforma zoom, sostener el vínculo, encontrarse en la virtualidad, mirarse a los ojos entre docente y niños. Además de que pueda operar como soporte para lograr transitar la rutina diaria. Al mismo tiempo utilizamos una plataforma asincrónica en la cual se envían tareas y propuestas más distendidas
Hubo una primera etapa de puesta a punto, tanto desde lo tecnológico como los dispositivos con que contaban las familias, especialmente cuando hay dos o tres hijos. La expectativa nos jugó a favor, las dificultades se fueron sorteando por mail o telefónicamente.
-¿La escuela funcionaba igual, peor o mejor en esta situación de pandemia?
-La escuela mudada a la virtualidad, no es la escuela que todos conocemos. Toda su estructura, hasta lo pedagógico fue diseñada en la presencialidad. Esta es otra escuela.
En esta modalidad se requiere de un alumno autorregulado que sea capaz de respetar el encuadre y colaborar en el proceso, de igual manera que apela a un docente flexible dinámico y sobre todo capacitado para afrontar una educación que parecía impensada y ahora es nuestra vida cotidiana.
-¿Ahora la escuela se hace más en familia?
-En este nuevo escenario, el vínculo familia-escuela cambió. De alguna manera, en la escuela y en tiempo de clases, las intervenciones de los padres estaban acotadas en tiempo y espacio escolar, hoy hay un continuo entre familia y escuela que requiere de encuadres claros.
En este punto los padres estaban allí para ayudarnos o para observarnos.
Es a partir de esa realidad que se diseñó, en forma conjunta con el gabinete psico-pedagógico del colegio un espacio de escucha para los padres de cada grado y en pequeños grupos, dividiendo en algunos casos los grados. El primer objetivo fue saber y conocer cómo están, cómo se sienten y organizan los adultos que acompañan a nuestros alumnos. En segunda instancia compartir la experiencia de la escuela en casa y cómo poder mejorar aquellos obstáculos que se presentaran.
-¿Debemos pensar otra escuela que sea posible después del Coronavirus?
-Cuando regresemos a la presencialidad, la escuela, alumnos y docentes no seremos los mismos. Estos cambios conllevan una profunda reflexión entendiendo el proceso de enseñanza-aprendizaje que tiene como centro el trabajo colaborativo y la autonomía de los estudiantes. Una clase virtual lleva bastante tiempo de preparación previa, materiales diseñados específicamente, depende de estudiantes que se hagan responsables de sus propios aprendizajes y de una retroalimentación amorosa, acotada y constante del docente.