AJN.- La familia Werthein tiene una larga tradición en nuestro país: son pioneros de una Argentina floreciente donde el esfuerzo, el involucramiento y el compromiso fue y sigue siendo una conducta que los distingue.
Darío Werthein es el autor del libro “Llegar al Futuro” junto a Carlos Magariños, actual embajador argentino en Brasil. Darío presidió la Fundación Tzedaká, una de las principales organizaciones de asistencia social de Argentina, y actualmente es consejero de la Bolsa de Buenos Aires y presidente del Consejo de Administración de ORT Mundial. Fue asesor de la Secretaría de Industria de la Nación y también tuvo a cargo la Subgerencia General del Banco Mercantil Argentino.
Darío Werthein y Carlos Magariños son dos amigos, pero también son especialistas en temáticas relacionadas al desarrollo tecnológico y humano de la Argentina. Por eso han escrito el libro “Llegar al Futuro”, en el que revisan “desde adentro” la lógica de funcionamiento de los centros de decisión del país y del mundo, y develan cómo el conocimiento y la economía de la innovación pueden dar vuelta el futuro de la Argentina.
“Llegar al Futuro”, publicado por Editorial Sudamericana, será presentado el 29 de abril en la próxima edición de la Feria del Libro de Buenos Aires, en una mesa moderada por el periodista económico José del Río.
Los autores de “Llegar al Futuro” representan dos mundos que, lejos de enfrentarse, se complementan para dar forma a ideas que pueden acercar a la Argentina hacia el futuro, pues sus roles son diferentes y complementarios: uno se posiciona desde lo público y el otro desde lo privado; uno desde la academia y el otro desde la experiencia.
AJN.- La familia Werthein siempre se distinguió por su compromiso con el país, ¿la decisión de escribir este libro es para Usted continuar con esa importante tradición?
Darío Werthein: Mi familia, mis abuelos y bisabuelos fueron grandes trabajadores en la Argentina, donde estamos desde hace más de cien años. Mi padre, gran trabajador y gran entusiasta, extendió todo lo que podía la ganadería, ya que él creía que el campo era una de las fortalezas más importantes que tenía Argentina en el mundo. Nosotros seguimos así, siempre trabajando por el país. Toda mi familia vive acá, mis hijos, mis tíos…
AJN: ¿Es un legado?
DW: Es como un legado, estamos orgullosos y agradecidos por la oportunidad que tuvimos, al igual que todos los inmigrantes que vinieron a la Argentina. Este es el espíritu: seguir trabajando y pensando en el desarrollo de nuestro país.
Por otro lado, también recuerdo algo que decía mi papá: “Las cosas te pueden ir bien o te pueden ir mal”, y se miraba los brazos y decía: “Nunca te van a faltar estos dos brazos para trabajar”. Esa es la manera y esa es la forma.
AJN: En el libro Usted expresa que quieren participar en el debate en la Argentina, se nota un compromiso. ¿Qué los llevó a esto?
DW: Yo creo que en la Argentina todavía nos falta debatir muchas cosas. Debatir a dónde queremos ir, qué país queremos, determinar a qué tipo de convivencia aspiramos los argentinos. Aprender a respetar todas las ideas, porque no hay ninguna mala, son todas buenas. Tenemos que debatir y aprender a trabajar en equipo, poner toda esta brillantez acá, para trabajar para nosotros mismos. Y creo que es eso lo que tenemos que aprender, ese es el camino y esas son las discusiones.
¿Qué queremos? ¿Cómo queremos a este país?¿Cómo lo queremos hacer? ¿Cómo queremos que quede para nuestros hijos? Estas preguntas las tenemos que pensar y repensar para los próximos veinte años, no solamente para hoy. Hoy tenemos este gobierno, podemos estar de acuerdo o no estar de acuerdo con él, pero lo importante es comprometernos a generar un cambio cultural profundo. Lo están encarando con seriedad y sinceridad, con el convencimiento de que si no cambiamos algunas reglas básicas de convivencia, el país no tiene futuro. Debemos tener un punto de partida con acuerdos elementales de la sociedad para poder construirla.
AJN: Este libro se publica con un nuevo gobierno en Argentina, estamos frente a un cambio.
DW: Así es, la Argentina está generando un cambio, definitivamente. Te voy a presentar solamente un ejemplo: el blanqueo fue súper exitoso. Miles y miles de personas han venido a blanquear su dinero. Creo que esto registra el deseo de mucha gente de cambiar, de hacer mejor las cosas, de ir hacia un país diferente. Es un tema cultural, porque al blanquear, como vas a pagar más impuestos, también estás incrementando la responsabilidad de ese ciudadano. Tenés que interesarte y hacerte cargo de lo que sucede en el país. No podés decir: “Hagan lo que quieran, total yo ya saqué la plata”. Ahora el que blanqueó tiene que participar, porque cuidar al país es una forma de cuidar su plata.
AJN: El libro también habla de la amistad con Carlos Magariños. Por momentos esa amistad es tan importante como el libro.
DW: Sí, la verdad es que para mí fue un honor poder hacer esto con Carlos, quien está efectivamente hoy trabajando para el país, siendo embajador de Argentina en Brasil. Creo que está en el lugar más importante para Argentina desde el punto de vista del exterior, ya que tenemos que construir una colaboración con Brasil, y esto nos va ayudar a extenderlo hacia el resto del mundo. Creo que está aportando un grano de arena muy importante para este momento. Nosotros estudiamos juntos en la universidad, y después decidimos tomar caminos distintos: él fue por el lado público, yo por el lado privado, pero siempre estuvimos en contacto, siempre nos veíamos. Los dos vivimos afuera varios años, en el exterior, y somos personas a las que les gusta la acción y la transformación, sea en la empresa, en la sociedad o en la política. A pesar de que venimos de lugares distintos y a veces tenemos pensamientos diferentes, y también algunas discusiones en las que no nos ponemos de acuerdo, siempre tratamos de encontrar lo que nos suma, no las diferencias. Creo que eso es lo más lindo que se puede encontrar en un amigo para hacer un proyecto como este.
AJN: Ustedes hablan del grave déficit en materia de calidad educativa en un momento de gran debate de lo que queremos para nuestros hijos y nietos en esta materia. ¿Cómo se vincula el libro en este sentido?
DW: Creo que se ha convertido en la gran debilidad de la Argentina, un país que históricamente tuvo una sociedad muy bien educada. Pero, más que el nivel educativo, me preocupa la falta de un debate serio. Nadie discute seriamente sobre la educación. La clase media argentina optó por mandar a sus hijos a escuelas privadas y ha perdido, en consecuencia, el interés por lo que sucede en las escuelas del Estado.
La deserción escolar es un problema gravisimo. En un mundo globalizado, en el que las habilidades para generar una economía competitiva son cada vez más exigentes, la mitad de los argentinos apenas tendrá para ofrecer al mercado un título primario.
AJN: Actualmente Usted está involucrado en una de las instituciones educativas más importantes del mundo, la escuela técnica ORT. Esto también tiene que ver con su interés, responsabilidad y compromiso con el tema de educación.
DW: Por supuesto. La educación es la herramienta más poderosa del mundo para transformar a la sociedad, para transformar el sistema productivo, el sistema global, la comunicación en todo el mundo. Para que la sociedad avance hacia un futuro diferente debemos preparar a los estudiantes para que aporten al desarrollo social y económico del futuro.
AJN: En el libro hablan de que la educación crearía una sociedad más equitativa y solidaria. ¿Tuvo que ver su educación, la herencia y el hecho de haber presidido una institución judía como la Fundación Tzedaká, la más importante en ayuda solidaria con cientos de beneficiarios?
DW: Claro que sí. La solidaridad es una parte importante, es la responsabilidad de la sociedad de poder ayudar a todas las personas que están más necesitadas. No creo que sea una tarea solamente del Estado. El Estado es fundamental en lo que tiene que hacer, pero creo que la sociedad en general es la que debe contar con la participación de sus ciudadanos y la que debe contribuir de alguna manera. Debemos trabajar en forma conjunta la sociedad, el Estado y el sector privado.
AJN En el libro, ustedes mencionan a Israel como un modelo. ¿Qué es lo que hizo ese país que puede imitar Argentina?
DW.- En su pequeño territorio, sin recursos naturales ni tierras fértiles, rodeado de enemigos, Israel alberga cuatro mil compañías de tecnología. Hoy es el país que más porcentaje del Producto Bruto Interno (PBI) destina a proyectos de investigación y desarrollo. La educación militar, el manejo de tecnologías valoradas en millones de dólares, el trabajo en equipo y el enfrentamiento de grandes retos son el pan de cada día de los jóvenes israelíes, y son cualidades muy valoradas en cualquier empresa de punta.
AJN: Finalmente, ¿se puede “Llegar al Futuro”? ¿Cómo?
DW: Es importante hacer las preguntas adecuadas y tratar de ser creativos buscando caminos. No hay una solución, pero sí existen distintas vías. Por eso creo que es importante hacer las preguntas correctas y después tener la mente abierta para poder encontrar las soluciones. Somos creativos, la Argentina es muy creativa, tenemos que enseñar a nuestros jóvenes a pensar distinto, a romper moldes, a experimentar y a buscar siempre la originalidad, para llevar a este país al lugar en el que todos creemos que debe estar.