Itongadol.- Con motivo del reciente fallecimiento de Lilian Keller, su esposa y compañera de trabajo, Moishe Korin hace un repaso de su vida. Su inmensa presencia en el Gran Templo Libertad, el teatro y el arte lo dejó en un lugar especial en la vida judía de la comunidad judía argentina.
Decir que Léibele fue un hombre de la música, de la liturgia, de la jazanut, del canto, resulta insuficiente, porque Léibele Schwartz fue en la Argentina y en todos los lugares donde actuó, el cantante, el jazán por excelencia;a la manera del salmista bíblico cuando exclama: “kol atzmotai tomarna” – todos mis huesos dirán- o sea ¡en mi canto va todo mi ser!
Tranquilo como era, sus pasos, sus gestos, sin embargo, estaban siempre cargados de “do-re-mi-fa-soles”, de una música en constante renovación, como un río caudaloso.
Ahora que tanto bien nos haría su presencia, para entonar con su melodía nuestra vida judía y argentina, un tanto empañada, sentimos como nunca cuán cierto es aquello de que, para poder apreciar la altura de una montaña, es preciso que tomemos cierta distancia de ella. Sólo ahora, cuando el dolor por la ausencia del virtuoso Leibele Schwartz lleva ya 336 meses, nos es dable apreciar su talla y se agiganta aún más su verdadera imagen.
El aporte de Léibele a la cultura argentina también fue muy importante, pues la cultura en nuestro país se constituye con el aporte y la comunicación de las diversas colectividades.
El arte en general, el canto y las melodías en particular, colaboraron en el conocimiento y enriquecimiento mutuo de las distintas tradiciones culturales. La labor artística de Léibele Schwartz es un símbolo y un puntal de esa comunicación y convivencia en la diversidad.
A nivel personal, Leibele le escapaba a la muchedumbre, no le gustaba hablar en términos grandilocuentes como por ejemplo: el interés de la Nación, la importancia de la humanidad, el bienestar de los pueblos del mundo, etc… Él se interesaba por cada individuo en particular, por cada amigo, por cada colega. Registraba cada vivencia, cada actitud individual.
Cuenta una leyenda remota que cuando el mundo aún era demasiado joven, no tenía libros. necesitaba que alguien le contara en voz alta cuentos y leyendas, que le revelara la historia de sus mayores, que le enseñara a descifrar sus sueños y sus misterios.
Llegó un hombre y cantó: fue el poeta lírico. Luego vino otro hombre y narró: fue el poeta épico. Finalmente llegó un carro lleno de hombres y mujeres, que amén de contar y cantar, también hicieron vivir la palabra ante la multitud: fue el teatro, donde los hombres aprenden a verse. En cada generación, el rapsoda, el recitador, narraba; el juglar cantaba; el actor representaba. Un hombre extraordinario, una vez se animó a narrar, cantar y actuar. Las tres voces fueron una, para ofrecer al pueblo una poesía total: Ese hombre fué Léibele Schwartz!
La primera vez que lo vi. y lo escuché, Leibele era un joven muchacho todo vestido de blanco en el shil de la calle Antezana un día de Yom Kipur, que con sus fervientes oraciones despertó en mí, la inquietud dilemática del hombre moderno, ante un Dios cada vez más lejano.
Sorprendía Léibele con su interpretación de las oraciones y transmitía a través de ellas una milenaria tradición.
Tiempo después lo encontré a Leibele en el Teatro Soleil interpretando con su actuación y su canto el personaje del meshulaj, el mensajero, el joven místico emisario en la exitosa obra teatral “A fon vert gueboirn” – “Nace una bandera”- entre dos grandes del teatro judío, que fueron Berta Guershtein y Jacob Ben Ami.
Tiempo después, en el Teatro Excélsior, brillaba con luz propia a través de su canto y encanto, entre otros dos grandes del teatro: Dzigan y Schumajer.
Ecos de sus triunfales éxitos en África, Europa, EE.UU. e Israel nos llenaban de orgullo.Ahí conoció, estudió y actuó junto a grandes como: Moishe y David Kusewitzky, Pinchik y Molly Picon, Moishe Oisher, Tito Skipa y Sidor Belarsky.
A su regreso se incorporó al Templo de la calle Libertad, lugar que enalteció con su voz y su presencia durante 22 años consecutivos.
Los corazones de cientos de judíos congregados en el templo se estremecían, cuando Leibele elevaba su voz desde el púlpito y simultáneamente, con sentimiento judío de conjunto; cada cual lograba un encuentro personal, sea al recordar un ser querido, al rogar por un año mejor o al agradecer el haber tenido la fuerza para superar las dificultades.

Leibele Schwartz
Todo ese gran pueblo, reunido con pasión y fervorosa vocación, estaba encabezado por Léibele, cuya magnífica voz no provenía sólo de sus cuerdas vocales sino también de su sensibilidad profundamente humana y judía. Sin ser observante ritual, expresaba en su mirada el apego por su pueblo, por su historia y su tradición.
Léibele siguió deleitándonos como actor y cantante, ya sea en shows de música folklórica judía, o bien en la comedia musical, “Oy vey Sofía”, en el teatro Tabarís.
En cada presentación el público vibraba y se emocionaba, y cuando intercalaba una composición litúrgica podía arrancar lágrimas de emoción.
Cada movimiento del cuerpo, acompañando la canción, manifestaba sin lugar a dudas a un grande, a un genio.
Él tenía una característica, típica del show-man: gustaba contar anécdotas y chistes entre canción y canción, (pero con una connotación muy especial: un nivel por encima de la mediocridad).Uno de esos chistes decía:
“En un compartimento de un tren, en la Rusia Zarista, coinciden un judío, Jacobo y un coronel ruso, Yvan Yvanovich Yvanov acompañado por su perro. El coronel empieza a jugar con el animal, a quien le ordena:
– Soldado Moishe, (dirigiéndose al perro), párese en dos patas; soldado Moishe, hágase el muerto; soldado Moishe, mueva la cola; soldado Moishe, tráigame la cartera!
Mientras que con admirable habilidad el perro ejecuta las órdenes, su dueño observa de reojo la no reacción del judío, hasta que harto de la impasibilidad de éste,el coronel ruso le pregunta directamente:
– ¿Y qué le parece mi perro?
– De veras es muy inteligente – contesta rápidamente Jacobo- Estoy seguro de que si no fuera judío ya lo hubieran nombrado general.

«Leibele» Schwartz junto a Max Berliner.
Léibele ha sido amplio, profundamente apasionado, querido y respetado. Él fue una persona, fue muy hombre, muy judío; fue un hombre judío muy del espectáculo. Él ha vivido y ha hecho todo, con toda su alma, con todo su ser y muy intensamente.
Léibele irradiaba alegría en derredor de una copa, disfrutando de una buena comida, o en la sobremesa del café, especialmente en el Bar Colon (Malabia y Corrientes) Él tenía profundos sentimientos de amistad que son incomparables e irreemplazables.
Ante la necesidad de un amigo, era el primero que reemplazaba el muy famoso dicho “Hay que..” por el “Aquí están mis primeros 50 dólares”.
Léibele irradiaba con su presencia amor, entusiasmo, honestidad y profesionalidad para con todo lo que emprendía.
Para mí, que tuve la dicha de conocerlo más íntimamente cuando ambos éramos ya adultos, sospecho que hubo en Léibele algo de muchacho que no se marchita, una especie de instinto sano por la vida; Léibele te encantaba con el brillo travieso de sus ojos; con su perspicaz mirada, con su talento cuando solía narrar algo picaresco y provocativo, o cuando solía descubrirse ante ti con su amplia comprensión de la inteligencia y el corazón.
Aun relataremos de Leibele el niño inmigrante llegado de Brodi, en Galitzia; de Leibele el niño prodigio, relataremos de Léibele el actor del I.F.T. y cantante de Radio Belgrano; relataremos del Léibele que actúo desinteresadamente en favor del Hogar de Ancianos o del Hospital Israelita, entre otras instituciones benéficas-, como así también en festivales por algún necesitado; relataremos de Leibele en sus memorables actuaciones en el Hotel Bauen y el Teatro Embasy junto a la cantante Iojebed Fij y el Maestro Nestor Schtofblat; en el Teatro Catalinas en la calle Florida junto a los actores Norman Erlich y Luis Minces; o también relataremos de su memorable actuación en el Conjunto Musical “Zimrá” bajo la dirección de la inolvidable Paloma Efron, junto a Dina Rot, Berta Biali y otros; contaremos de sus actuaciones en Montevideo, Santiago de Chile, Caracas, en Lima, en Porto Alegre y donde no…
Relataremos de Léibele, de Clarita Z/L, su querida esposa y compañera. Admiradora y compinche, relataremos de Leibele como padre, como hermano y como amigo solidario; aun hablaremos de Leibele en las fiestas y banquetes de espíritu bromista; aun contaremos de Leibele como compañero de Henry Güero. De Samuel Dan, de Max Berliner y de todos nosotros
A Léibele Schwartz, uno como yo, no lo siguió fanáticamente- no hubiera sido posible: cada tanto lo encontraba; el virtuoso de Léibele de pronto estaba haciendo algo; ese algo se relacionaba con lo que le sucedía a uno, con lo que a uno le pasaba, con lo que pensaba o hacía. Quizá faltaba un ritmo y Léibele lo acercaba; quizá faltaba una melodía y Léibele la proporcionaba; quizá faltaba el tono preciso de la emoción y él nos lo revelaba desde el púlpito o desde el escenario.
A pesar del tiempo transcurrido recordamos al amigo, el virtuoso, que físicamente se fue hace 28 años, mucho antes de lo esperado; pero estamos profundamente agradecidos por haber podido conocer, sentir, percibir y apreciar un alma y un talento que ahora ya es parte de cada uno de nosotros.
Cerremos por un instante los ojos y reconstruyamos en la fantasía, la delicada imagen de ese noble y creativo ser humano que se llamó Iehuda Leib Kirshner Z”L de bendita memoria, esposo de Clarita Z/L, padre de Susana y Miriam,hijas de su primer matrimonio. De Shefri, Adrían, Paul y Sabrina, hijos de Leibele y Clarita hermano de Clara de Waksber y Frida de Tursky y a quien nosotros por siempre seguiremos llamando querido Léibele Schwartz!