AJN/Itongadol (Por Lic. Claudio Gustavo Goldman para AJN).- A los 90 años y tras pasar dos meses internado por una infección urinaria, murió el ex presidente argentino Carlos Saúl Menem.
Había nacido el 2 de julio de 1930 en Anillaco, un pueblito de la provincia de La Rioja, de padres inmigrantes sirios y musulmanes, religión a la que renunció para ser mandatario provincial y, luego, nacional, en épocas en que la Constitución exigía que el Poder Ejecutivo y otros cargos relevantes solo fueran ocupados por católicos apostólicos romanos.
El 14 de mayo de 1989, Menem fue elegido Presidente y asumió anticipadamente el 8 de julio, en medio de una gran crisis socioeconómica.
Se dice que gran parte de su campaña fue financiada con fondos de países árabes, a los cuales les habría hecho promesas de profundizar programas de desarrollo nuclear y tratamiento de agua pesada suscriptos en el gobierno anterior, pero lejos de eso, ni bien asumió abandonó la participación de la Argentina en el Movimiento de Países No Alineados con las potencias de la Guerra Fría y adoptó una cerril política de «relaciones carnales» con los Estados Unidos, en el marco de las cuales se sumó muy tardíamente a una casi finalizada Guerra del Golfo y desarrolló estrechos vínculos con el Estado de Israel, al punto de haber sido el primer mandatario argentino en visitar el Estado judío, en 1991.
En su megalomanía egocéntrica, Menem creyó -o por lo menos, eso decía- que sus características personales lo convertían en la persona ideal para mediar en el conflicto de Medio Oriente y lograr la tan ansiada paz.
Se cree que la suma de todos esos hechos, tomados como una virtual traición por sus ex patrocinadores, habría motivado la elección de la Argentina como blanco para el atentado a la Embajada de Israel en Buenos Aires, que el 17 de marzo de 1992 provocó 29 muertos y unos 300 heridos, cuya impunidad también contribuyó al perpetrado el 18 de julio de 1994, contra la AMIA, la principal institución judía local, que dejó 85 víctimas fatales y al menos unos 150 lesionados, y que tampoco fue castigado.
Algunos incluso atribuyen a esa combinación la muerte de su hijo homónimo, presuntamente en un accidente en helicóptero, el 15 de marzo de 1995.
El extinto mandatario fue muy criticado por haberle dado su pésame al primer ministro de Israel, Itzjak Rabin, quien debió recordarle que la AMIA era una entidad argentina. Esa actitud llegó a considerarse hasta antisemita, por «extranjerizar» a los judíos.
En un sentido similar fue vista su decisión de designar a dos hebreos para vincularse a la causa: el ministro del Interior, Carlos Corach, luego imputado por encubrimiento, y su par de Justicia, Elías Jassán.
También fue muy cuestionado por designar a su ex concuñado, el ex agente de inteligencia sirio Ibrahim al-Ibrahim, al frente de la Aduana, y por la irregular nacionalización del traficante de armas Monzer al-Kassar, quien aparece sospechado -al menos- por el ataque a la Embajada.
El paupérrimo desempeño de la Justicia en los dos primeros hechos terminó de destruir toda confianza en Menem de la enorme mayoría de los judíos argentinos, muchos de los cuales ya ante de su eventual elección habían temido desgracias y considerado irse del país.
Es que la Corte Suprema, controlada por el Ejecutivo, nada hizo por investigar debidamente el ataque a la legación hebrea y hasta abonó la hipótesis -después abandonada- de la absurda implosión de un inexistente arsenal en el sótano de esa sede.
En tanto, el juez a cargo del atentado a la AMIA, Juan José Galeano, tenía estrecha relación con Jorge Anzorreguy, hermano del entonces secretario de Inteligencia, Hugo, y se mostró muy permeable a satisfacer los intereses de la Casa Rosada, ya sea por no hacer una pesquisa seria sobre la responsabilidad que pudo haber tenido el hijo de un allegado a Menem, Alberto Jacinto Kanoore Edul, como por apoyar una pista falsa que involucraba a policías de la provincia de Buenos Aires, por entonces gobernada por su ex vicepresidente, Eduardo Duhalde, con quien el mandatario estaba enfrentado.
Esto último se dio tras la reelección de 1995, que también fue un 14 de mayo. Paradojas del destino, es la fecha de la independencia del Estado de Israel, según el calendario gregoriano, en 1948.
El «menemismo» o «menemato» generó hondas fracturas en la comunidad judía por la estrecha relación que el Presidente desarrolló con dos personajes enfrentados, pero fundamentales para la misma: el embajador de Israel, Itzjak Avirán, y el titular de la DAIA, el Congreso Judío Latinoamericano y el banco Mayo, Rubén Beraja, a quien llegó a ofrecerle integrar un comité de redacción de un Código de Ética para la función pública del cual la gente se reía, debido a los altos niveles de corrupción que había en su gobierno.
Si bien estos últimos efectuaron críticas públicas por la impunidad de ambos atentados, no fueron suficientes para aventar las sospechas de connivencia y hasta de negociados con el poder.
En ese contexto se produjo el primer quiebre entre familiares de las víctimas de la AMIA y la dirigencia, en el acto del 18 de julio de 1997, aquel del famoso discurso del «Yo acuso al gobierno de Menem y Duhalde», de Laura Ginsberg, y la presentación de Memoria Activa como querellante independiente.
Esas palabras motivaron la urgente convocatoria a la Casa Rosada de los presidentes de la DAIA y la AMIA, Oscar Hansman, que habría incluido un pedido de disculpas que Beraja siempre desmintió, pero la gran mayoría de la población nunca le creyó.
En su ida y vuelta con la comunidad, Menem también tomó dos decisiones históricas: la apertura de los archivos sobre la llegada y presencia de criminales nazis y colaboracionistas en el país, en febrero de 1992, y la consecuente creación de la Comisión de Esclarecimiento de las Actividades Nazis en la Argentina (CEANA), seis años después.
Además, durante se cadencia fueron extraditados Josef Schwammberger, a Alemania, en 1990; Erich Priebke, a Italia, cinco años después; y Dinko Sakic, a Croacia, en 1998, y se creó el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), que comenzó a funcionar doce meses antes.
Menem también recibió a los entonces presidente de Israel Jaim Herzog, en 1989, y canciller Shimon Peres, en 1994 y 1997.
Luego de que dejara la Presidencia, el 10 de diciembre de 1999, Galeano reactivó la causa contra Kanoore Edul para encubrir la protección anterior, pero ello no le alcanzó para impedir una reciente condena por la misma.
En 2003, Menem volvió a postularse para retomar el poder y si bien fue el más votado, con un exiguo 25%, el enorme repudio que generaba en las tres cuartas partes lo llevaron a declinar competir en el balotaje y «servirle en bandeja» el sillón de Rivadavia a Néstor Kirchner, quien impulsado por su esposa, la entonces senadora Cristina Fernández, no perdió oportunidad de señalarlo como el principal responsable de la impunidad de los atentados y asegurar que no cejaría hasta verlo condenado por ello.
No obstante, una vez que su ex predecesor asumió como senador, en 2005, este se esmeró por serle funcional y en esas ocasiones, esas promesas pasaban al olvido…
Tres años después, el ex mandatario fue imputado por encubrimiento de Kanoore Edul, una acusación que lo llevó al banquillo en 2015 y de la cual resultó absuelto por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 2 cuatro años después, si bien este fallo fue apelado y está a la espera de la revisión de la Cámara de Casación Penal.
Seguramente habrá mucho más para escribir sobre Menem, porque esta necrológica fue realizada en un par de horas, pero nada les quitará a los familiares de las víctimas, los heridos y sobrevivientes de los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA la sensación de que murió impune…