Itongadol/AJN.- El 6 de diciembre se realizarán la elecciones parlamentarias en Venezuela, un evento que coloca a este país en la mira y los ojos del mundo por razones más que conocidas: estas elecciones llegan en uno de los momentos económicos y políticos más difíciles de la historia de Venezuela.
El sistema electoral reformado durante la era de Chávez está diseñado, según algunos analistas, de manera de poder garantizar la permanente continuidad del régimen actual en el poder. Adicionalmente se aprecian las quejas en relación a la reestructuración de los circuitos electorales, la migración de votantes, la composición de las tarjetas de votación, el tema de la publicidad, el manejo de la media, la incorporación de candidatos cuyos logos tienen parecido gráfico al del grupo de la unidad y las diferentes quejas que ya se observan en los distintos medios internacionales.
La normativa electoral en Venezuela contribuye a general suspicacias frente a los entes internacionales y a los países que de alguna manera han sido críticos del sistema de gobierno, pues no existen veedores internacionales -solamente se contempla un sistema de acompañamiento- y es el gobierno el que determina por lo general qué misión y qué personalidades son aceptables. Para muestra: la llegada el día de ayer al país del ex presidente Rodríguez Zapatero, “un pájaro de mal agüero” que desde mi humilde opinión, y como español, ejerció el peor período presidencial de la historia de la democracia española, y ya todos sabemos cómo fue favorecido por algunos sucesos cercanos a su elección.
El Parlamento es donde se deciden temas de trascendencia para cualquier nación. Esto significa que en Venezuela sin mayoría calificada o absoluta no se obtiene el control de la Asamblea, y la mayor cantidad de votos no representa una victoria definitiva, mas sí un síntoma para otros análisis.
Hasta este momento, la mayoría de las encuestas dan como ganadores a la oposición, sin embargo algunos sondeos también muestran preocupación en grupos de ambas tendencias de electores por el sistema de votación venezolano.
Estas elecciones, desde mi punto de vista, representan mucho más que un resultado de mayoría simple, calificada o absoluta. Definitivamente el evento, independientemente del resultado, marcará el inicio de un cambio de política gubernamental que deberá apuntalar el trabajo profundo para recuperar sus espacios perdidos, que son el resultado del fracaso de las políticas de gobierno y de una gestión muy cuestionada, sin garantías de que ese esfuerzo genere resultados positivos.
El descontento del venezolano por los temas de escasez, inseguridad y los otros factores que afectan a la vida cotidiana de los ciudadanos será determinante para la masa electoral.
Una mayoría absoluta para la oposición generaría una señal de esperanza para quienes aspiran a un cambio de un sistema que ha gobernado con muy malos resultados los últimos 17 años, pues se activarían los mecanismos constitucionales para acelerar tal intención.
Una mayoría absoluta para el gobierno podría ser una orden para radicalizar la Revolución y para que el gobierno sienta que está en el camino correcto.
Un resultado de mayoría simple para cualquiera de las partes generará mayor incertidumbre al país, pues en el mejor de los casos el estatus actual es muy complicado.
Al final, la clave para el día después del 6 de diciembre pasará por la obligatoriedad de la búsqueda de acuerdos entre ambos lados que generen un ambiente de gobernabilidad con garantías para poder abrir los espacios de diálogo por lo menos en los temas donde no existen diferencias, como la recomposición social, la escasez y la seguridad.
Después serán los actores políticos de cada una de las partes los que tendrán que jugarse sus capacidades para lograr cambios importantes a futuro, en base a las estrategias que solo tengan como línea única la vía democrática y las herramientas legales que la Constitución y las leyes amparan.
* Ex presidente de la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela.