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Rosh haShana 5776: el Chavo y el Shofar

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Itongadol/AJN.- En vísperas del año nuevo judío, que comenzará este domingo por la tarde, el rabino de BAMI- Marc Chagall, Ioni Shalom, comparte una interesante enseñanza sobre la Halajá y el Shofar, estableciendo un paralelismo con la famosa serie mexicana, El Chavo del Ocho, con la que, además, identificó el sentimiento de empatía con la situación de los refugiados: “Conocimos cuáles son los padecimientos que tenemos cuando somos discriminados, cuando quieren obligarnos a esconder nuestra identidad como el Chavo en el barril, y no estamos dispuestos a hacerlo. Compartimos el dolor por todos los refugiados que deben esconderse e intentar correr por una vida mejor”, expresó.

Todos aquellos que tuvimos la suerte de ver los capítulos del Chavo, no podemos olvidarnos de la triste pero simpática vivienda humilde que tenía este personaje. El Chavo vivía en un barril, en el cual se escondía cada vez que Don Ramón lo quería regañar. Creo que Roberto Gómez Bolaños jamás habría creído que su barril me sería inspiración para comprender una Halajá (ley judía) sumamente complicada.

Todos nosotros seguramente alguna vez escuchamos el sonido del Shofar. Sabemos la movilización interior que genera en nosotros. Pero existen ciertas reglas técnicas que siempre me parecieron un tanto desactualizadas y que no guardaban lógica con la esencia que entendía del Shofar y de la realidad actual. Una de las reglas técnicas que más me asombró expresa que aquel que toca el Shofar desde adentro de un pozo, puede cumplir y hacer cumplir con la Mitzvá del Shofar, siempre y cuando escuche su sonido y no sólo su eco (Shulján Aruj 587:1). La primera vez que leí este texto, lo encontré un tanto irreal. Más aún después de leer su continuación donde dice que esta misma regla se aplica también para aquel que toca el Shofar dentro de un barril.

¿A quién se le ocurriría meterse en un pozo o dentro de un barril para tocar el Shofar?

Y si bien esa pregunta quedó casi olvidada en mi cabeza, en los últimos tiempos comencé a comprender aquella ley de una manera distinta, gracias a experimentar dos encuentros transformadores en mi vida. Uno de ellos fue el Muslim Jewish Congress, un encuentro de musulmanes y judíos, donde pudimos abiertamente conocer cómo vivimos en los diferentes lugares del mundo: cuáles son nuestros dolores, nuestros miedos, nuestras esperanzas y desafíos. Conocimos cuáles son los padecimientos que tenemos cuando somos discriminados, cuando quieren obligarnos a esconder nuestra identidad como el Chavo en el barril, y no estamos dispuestos a hacerlo. Compartimos el dolor por todos los refugiados que deben esconderse e intentar correr por una vida mejor. Comprendimos que tenemos tanto en común y tanto por hacer en conjunto, que no hay que esconder que trabajando juntos se puede generar algo mejor.

La otra experiencia fue un viaje de líderes religiosos jóvenes a Israel. En este viaje, judíos y cristianos, estudiamos, compartimos y vivimos la vida cotidiana israelí de diferentes zonas para intentar comprender la realidad que allí se vive desde todos los ángulos posibles y ayudar a descomprimir la intensidad que lamentablemente se importa hacia nuestras tierras. Pudimos ver de cerca los peligros y amenazas que se viven allí diariamente y fuimos testigos de las duras consecuencias que ello genera. Rápidamente, se cruzaron en mi cabeza esta ley que antes no entendía y las imágenes de los niños israelíes protegiéndose en los bunkers y refugios. Imaginé los jóvenes y adultos de tantas guerras, de tantos pueblos, de tantas penurias, de tantas atrocidades humanas que debieron esconderse, no sólo en barriles sino, en cualquier recoveco que encontraran para salvar su vida. La imagen del barril y del pozo ya no parecían chistosas, irreales ni lejanas, sino tristes y lamentables. La Halajá comenzaba a tomar un nuevo sentido: incluso en los pozos más profundos o en las dificultades más estrechas, la Halajá hacía hincapié en tocar el Shofar y escuchar su voz y no su eco… ¿Por qué? ¿Por qué era tan importante para la tradición judía sostener este ritual a través del tiempo, incluso en las situaciones más complicadas? ¿Por qué justamente en el momento de confesión personal y de anulación de votos, esta Mitzvá toma tanta importancia?

En estos días encontré una posible respuesta en una sección de la Torá que justamente relaciona la importancia de cumplir con los votos y compromisos asumidos, con el tema del Kashrut (la dieta alimenticia judía).

Las leyes de Kashrut sostienen un principio básico fundamental. Los utensilios que se utilizan para las comidas, deben poder expulsar la esencia de la comida que estuvo en contacto con ellos para poder cambiar de estado y ser utilizado para otra comida. Es decir, si un metal por ejemplo fue utilizado para cocinar un alimento carneo al fuego (como una parrilla), este metal debería pasar nuevamente por fuego para volver a ser utilizado en un alimento lácteo. Dicho de otro modo, el metal debe expulsar lo que absorbió del cocinar con el fuego anterior.

De acuerdo a este principio, los elementos que utilizamos a diario, absorben aquello con lo que están en contacto y precisan de algún tipo de purgamiento para liberarse de todo aquello que lo condiciona para ser utilizado en otra situación. Nuestros objetos, nuestras calles, nuestras casas, absorben aquello con lo que están en contacto.
Y con los seres humanos ocurre algo similar. Estamos en contacto con miles de elementos y situaciones… y absorbemos. Las noticias y los comentarios que atraviesan los medios de comunicación y las redes sociales, se aferran a nuestras órbitas y se adhieren a nuestros pensamientos y acciones. Las crisis, las persecuciones se reviven de la manera más atroz y espeluznantes, se apoderan del miedo y la preocupación en la cual vivimos. ¿Cuánto puede un hombre incorporar en su ser sin sentirse abrumado y saturado de tanto dolor y angustia?

Incluso para aquellos que creen que los problemas son sólo un eco de lo que le pasa a los otros y que las guerras están lejos nuestro, basta con salir a la calle y observar el nivel de agresividad y violencia que se vive a diario. Basta con entrar a las aulas de los chicos (si tienen la suerte de poder estudiar en una lamentable realidad donde no es igualitaria para todos los chicos) y contemplar la agresividad que desatan allí, muchas veces consecuencia de lo que absorben en sus casas.

Cuando se dificulta poner en palabras todo ello que molesta, duele, hiere y lastima, el intenso sonido del Shofar es el grito enmudecido que intenta expulsar aquello que hemos absorbido y que necesitamos sacar. Desde los pozos más profundos y dolorosos, desde los barriles más estrechos, el Shofar es el sonido de la esperanza. Es el sonido de la depuración de nuestros dolores más intensos y del compromiso con la vida para purgar aquello que no nos permite hacer de nuestra vida, una vida mejor.

Con inmenso orgullo puedo contarles que este año 200 chicos tocarán el Shofar en nuestra comunidad de BAMI – Marc Chagall. Una escuela comunitaria que ha logrado formar a los chicos para poder salir de los barriles, para poder conocer su identidad, expresarse de manera sana y conocer la realidad de una manera distinta, apostando a la no-violencia, al diálogo y a la tradición constructiva.

Que este nuevo año, podamos reproducir la voz del Shofar a través de las acciones de nuestras manos y el palpitar conjunto de nuestros corazones. Que podamos creer en, crear a y recrear desde el mundo, un lugar más sano, más dulce, libre de violencia y con más amor. Nuestros chicos no solo lo agradecerán, sino que serán los que sostengan esta promesa.

Shaná Tová y Gmar Jatimá Tová.

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