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Woody Allen: El mago de Brooklyn

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Hubo un tiempo en el cine donde se decía que había más estrellas que en el cielo. Un tiempo donde los grandes directores como Anthony Mann, Nicholas Ray, William Wyler o Elia Kazan realizaban continuas obras maestras que aún perduran hasta nuestros días. El talento era lo más valorado, la originalidad lo más buscado, y la conjunción con el éxito, lo más deseado.

Ese tiempo concluyó de forma inexorable, abocándonos a una industria totalmente deshumanizada y carente de estilo e inteligencia. Pero siempre en todas las catástrofes, hay algún pequeño genio que consigue sobrevivir. Un niño judío de Brooklyn descubrió muy temprano la magia de la imagen en movimiento. Contempló extasiado las grandes obras de los grandes directores europeos, impresionándose por Igmar Bergman. Así nació uno de los últimos grandes e irrepetibles genios de la historia del cine: Woody Allen.

Con un talento innato para la escritura, y con un lenguaje lleno de ingenio y humor, comenzó muy pronto, a los 17 años, ha publicar textos en algunos de los periódicos de mayor tirada del país. Este fue el inicio de un Woody Allen, que ha sabido labrarse un personaje en el que la ficción se confunde con lo biográfico. Su formación en la escritura de guiones, se produjo en un medio tan activo como la televisión. De allí decidió saltar a los escenarios con unos monólogos inteligentes y sarcásticos. Más tarde se lanzó a la gran pantalla.

Su apariencia enfermiza, con esas gafas de pasta, su corta estatura y sus tribulaciones psico-neuróticas, han proporcionado una importante publicidad a los psicoanalistas del mundo. Su forma de exponer su mundo interior en la pantalla, es también su forma de afrontar los conflictos interiores, que parece poseer una persona de una complejidad extrema. Cuando le vemos en la gran pantalla, enfrentándose de forma cómica y trascendental, a aquellos problemas cotidianos y reales a los que nosotros mismos nos enfrentamos cada día, no podemos evitar una sonrisa de propio reconocimiento.

Su interpretación de hombre nervioso, indeciso y asustado ante la magnitud del mundo, pasará a los anales de la historia no tanto del cine, sino de la cultura mundial. Es un icono importante dentro del siglo XX, y sus películas son una radiografía más o menos exagerada, de la realidad de este siglo. Un público fiel espera su cita anual con el maestro de la comedia inteligente, pero que también ha demostrado ser capaz de concedernos los dramas más intensos.

Creador de películas tan emblemáticas como Manhattan (1979), La rosa púrpura de El Cairo (The Purple Rose of Cairo, 1985), Misterioso asesinato en Manhattan (Manhattan Murder Mistery, 1993) o Poderosa afrodita (Mighty Aphrodite, 1995). Nos ha mostrado abiertamente sus obsesiones por las relacionas familiares, por el sexo, por el amor y el desamor, con la imagen de la ciudad de New York de fondo. Su extensa filmografía, de 35 títulos hasta ahora, le ha supuesto un reconocimiento mundial, traducido en incontables premios, como varios Oscar o el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.

En este reportaje intentaremos acercarnos un poco, a través de su filmografía, ha este hombre que ha marcado una época importante, dentro del mundo del celuloide. Dejaremos de lado un conflictiva vida personal, para centrarnos únicamente en su obra. Así, tal vez, comprenderemos un poco mejor a este polifacético autor, capaz de mantener su independencia creativa, en este difícil mundo de la industria cinematográfica.

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