Itongadol/AJN.- La esquina de Sarmiento y José Evaristo Uriburu, en pleno barrio porteño del Once, y el café allí situado fueron durante muchos años un lugar de reunión de importantes dirigentes y profesionales judíos que se acercaban casi todos los días, al caer la tarde, para conversar sobre la situación comunitaria y hacer acuerdos para la conducción de las instancias centrales: AMIA, DAIA, OSA…
El líder de la misma era Gregorio Fainguersh z”l, fallecido hace una década y a quien la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires le rindió un homenaje con una placa en su memoria inaugurada precisamente en ese lugar por iniciativa de uno de sus participantes, Jaime Jacubovich, hace nueve años.
Nacido el 26 de mayo de 1909, ocupó diversos cargos de responsabilidad en la desaparecida escuela Jaim Najman Bialik de la calle Aguirre, en Villa Crespo, y en la AMIA, que presidió en dos períodos: 1963-1966 y 1969-1972.
De hecho, tras su muerte sus habituales contertulios crearon “la peña Fainguersh” en su memoria y mantuvieron el hábito de reunirse allí.
“Allí se ‘cocinaron’ muchas situaciones de riesgo y de interés judaico y de las instituciones, y cada vez que había un problemita -hubo tantos que no me acuerdo- se consultaba con Gregorio Fainguersh, quien hacía de nexo entre las personas y solucionaba todo”, recordó Jacubovich, en diálogo con la Agencia Judía de Noticias (AJN).
En los cónclaves también participaban la esposa de Fainguersh, Esther Jazper z”l, con quien vivía precisamente en el edificio en cuya planta baja se encuentra el bar, y los mismos habían comenzado en confiterías cercanas a Corrientes y Callao, su domicilio anterior hasta que se mudaron y trasladaron la sede de los debates, con sus amigos Moishe Onik z”l, Hersh Laznik z”l, Marc Turkow z”l y Jaim Rajchenberg z”l.
En los últimos años asistían, y luego conformaron la peña Fainguersh, León Kovalivker z”l, Gilbert Lewi z”l, Abraham Katz z”l, Salomón Calman Eliscovich z”l, Manuel Tenenbaum, Simón Drelevich, Mauricio Szlufman, Moshé Korin y Benjamín Katzav, entre otros.
En estos últimos tiempos “nos reuníamos los sábados, aproximadamente de 11 a 13 hs.; al principio éramos pocos, pero cerca de las 12 ya se completaba la peña y Gregorio -y muchas veces Esther- nos daban su opinión o interpretación de los hechos más importantes que ocurrían en la AMIA o la DAIA, y también analizábamos la política israelí”, relató Jacubovich.
Esos encuentros eran muy concurridos los días previos a las elecciones de la AMIA y la DAIA, pues se analizaban las propuestas de quienes se postulaban para la presidencia y se evaluaba cómo se constituirían las comisiones directivas.
Los dirigentes de antes eran “mucho más políticos” y, por ejemplo, recurrían a taxis para trasladar votantes, subrayó el veterano referente comunitario.
“Ahora hay una ‘rosca política’ que perjudica a la comunidad, ésa es la gran diferencia”, enfatizó quien se remontó a “la época de la Jevre Kadishe”, antecesora de la AMIA, cuando bastaba “un peso por mes para cubrir a toda la familia” con la cuota social.
De todos modos y “a pesar del atentado (del 18 de julio de 1994), hoy tenemos una institución modelo; no creo que otra comunidad tenga una institución de este estilo, que haya abarcado tantas situaciones de crisis del país y de los judíos, con una bolsa de trabajo (la Red de Empleo) que es extraordinaria, la mejor de la República Argentina”, se enorgulleció Jacubovich.
Su padre, Samuel, había sido presidente de los Comedores Populares Israelitas Argentinos e integrante de la AMIA, y justamente Fainguersh lo nombró titular del “Din Toire (Tribunal Arbitral), un grupo de personalidades que ejercían de jueces en problemas judaicos entre instituciones o personas” porque “nada iba a la Justicia nacional, todo se aclaraba y se cumplía tal como lo decidían”, destacó.
En tanto, Jaime estuvo muchos años alejado de la comunidad porque le hizo “un boicot por el error de penar a las instituciones cuando la culpa la tiene el mal directivo, a raíz de la unión del Círculo Israelita de Villa Crespo con Macabi”, a pesar de que estaba prohibido “vender, hipotecar, enajenar o prestar propiedades si no era para construir en el barrio judío más importante del mundo” después de Brooklyn, en Nueva York, explicó el veterano dirigente.
“Cuando me quejé de eso a la AMIA y la DAIA no me dieron bolilla”, se quejó.
Sin embargo, “un señor fallecido, que en paz descanse, Salomón Lobov, me hizo entrar de vuelta, porque ya no pisaba la AMIA, ni la malograda ni la actual”, durante la última presidencia de Hugo Ostrower (1999-2002), quien “me hizo conocer el nuevo edificio y la ayuda social que se prestaba, me conmovió y me puse a sus órdenes”, resaltó Jacubovich.
Por entonces “se le debían cinco meses de sueldo y el aguinaldo al personal y había mil deudas”, así que “conseguimos una comisión de alrededor de 20 personas que nos llamamos ‘Voluntarios pro AMIA’”, pero “como la mayoría quería que yo la encabezara, inventé una copresidencia con Salomón Lobov”, memoró.
“Hicimos mucho: una comida mensual para indigentes, el techo que cubre la plaza seca…”, y todavía “está pendiente” el poner plantas en la planta baja del edificio, reclamó el veterano dirigente.
Jacubovich les recomendó a los nuevos dirigentes “que miren hacia adelante recordando todo lo bueno que se hizo -este edificio es una prueba- y no ser partícipes de divisiones” porque “ante los no judíos, los religiosos y los no religiosos, son nada más que judíos y nos odian por igual”.
“La peña Fainguersh se discontinuó luego de la muerte de Esther y varios de los asistentes”, lamentó, pero “fue inspiradora de todas las cosas que fueron progreso y unidad en la comunidad”.
“Fui amigo de Gregorio, un hombre extraordinario, y el último que lo vio con vida en el sanatorio”, ya que “lo dejé al anochecer y falleció esa noche” del 12 de febrero de 2004, finalizó el veterano dirigente.