Ni el momento ni el lugar de los ataques simultáneos contra diplomáticos israelíes en Nueva Delhi (en la foto, peritos inspeccionan el auto de la esposa del funcionario) y Tbilisi eran de extrañar. La semana del cuarto aniversario del asesinato del jefe de operaciones de Hezbollah Imad Mughniyeh, el cual nadie se ha acreditado pero es ampliamente atribuido a Israel, siempre sería una fecha en letras rojas para ataques contra objetivos israelíes.
La elección del blanco fue dictada por un número de consideraciones. Ya sea que este ataque fue perpetrado por Hezbollah o por otro afiliado a Irán, la decisión de no llevar a cabo un ataque de venganza en suelo israelí fue para no darle a Israel una excusa para tomar represalia contra el aparato militar de Hezbollah en el Líbano. Éste se reserva para el día posterior a que Israel ataque Irán.
Por lo tanto, la atención de Hezbollah e Irán se ha centrado en las representaciones israelíes en el exterior. Los intentos de atacar objetivos en Azerbaiyán, Bulgaria y, más recientemente, Tailandia fueron cortados de raíz mediante una estrecha cooperación entre la inteligencia israelí y los servicios de seguridad locales. También fue detenida una célula de Hezbollah en Europa occidental el año pasado, antes de que pudiera lanzar una operación. Hace dos años, un tiroteo a autos que transportaban a diplomáticos israelíes en Jordania no provocó víctimas.
Hubo múltiples advertencias de inteligencia acerca de un ataque inminente, y los recientes asesinatos de científicos nucleares en Teherán y las misteriosas explosiones en varias instalaciones iraníes sólo agregaron ímpetu. Ambos lugares, la India y Georgia, son países con cuyos liderazgos políticos y, especialmente, sistemas de defensa Israel tiene relaciones estrechas. También son los países cuyas fuerzas de seguridad no tienen el control total sobre amplias regiones y fronteras.
Georgia limita con Azerbaiyán, un vecino de Irán que en los últimos años se ha convertido en un semillero de intrigas regionales, con agentes israelíes e iraníes operando a volando. La India, que limita con otro vecino de Irán, Pakistán, ha sufrido durante mucho tiempo el mayor número de ataques terroristas de cualquier país del mundo. Cada blanco les ofrecía a los perpetradores múltiples canales para contrabandear explosivos y cómplices dispuestos a proporcionar casas seguras y apoyo logístico. Como ha quedado ampliamente demostrado en el ataque de 2008 en Mumbai, a la India no le faltan elementos islamistas radicales dispuestos a facilitar ataques, y si bien la minoría musulmana en Georgia, del diez por ciento, tiene poca historia de violencia, el país ha intensificado su relación con Irán en el último par de años, incluyendo la exención de visa para el creciente número de turistas y hombres de negocios iraníes que visitan Tbilisi y el resort Batumi. Y precisamente en la frontera rusa con Chechenia no hay escasez de yihadistas bien entrenados.
Si bien los ataques sin duda llevarán a una revisión de las medidas de seguridad en las embajadas y consulados de Israel, es difícil ver cómo podrían intensificarse. El hecho que a pesar de múltiples intentos esto es lo máximo que los terroristas han conseguido hasta ahora debería servir de validación de la estrategia dual de confianza en la seguridad israelí y cooperación con servicios de inteligencia locales.
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