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Honrar a nuestros caídos buscando la paz

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El 63er aniversario del Estado parece que será el último Día de la Independencia de un Israel sin fronteras. Se espera que en cuatro meses, la Asamblea General de la ONU determine el límite oriental del Estado de Israel y reconozca a Jerusalem como su capital. No, no es un error de tipeo. La otra cara del reconocimiento internacional de un Estado palestino dentro de las fronteras del 4 de junio de 1967 es el reconocimiento internacional de las líneas de cese del fuego de 1949 (el Acuerdo de Rodas). El reconocimiento de Jerusalem Oriental como capital de Palestina significa el reconocimiento de Jerusalem Occidental como la capital de Israel.
Si la guerra es la continuación de la política por otros medios, tal como indica la célebre frase de Carl von Clausewitz, ésta será la aplicación política más exitosa de los beneficios de la Guerra de la Independencia. Si las conquistas de 1967 estaban destinadas a lograr el reconocimiento árabe de las líneas del 4 de junio y no a tomar la tierra de la Margen Occidental y la Franja de Gaza para el establecimiento de asentamientos o “liberar” Jerusalem, entonces la esperada votación en las Naciones Unidas de septiembre es la última manifestación política de la victoria militar de la Guerra de los Seis Días.
La Declaración de Independencia de Israel, firmada el 14 de mayo de 1948, indica: “Extendemos nuestra mano a todos los Estados vecinos y a sus pueblos en una oferta de paz y buena vecindad y los exhortamos a establecer vínculos de cooperación y ayuda mutua con el pueblo judío soberano establecido en su propia tierra”. En 2011, más de 100 países, incluidos todos los Estados árabes y la mayoría de los musulmanes, apoyan la mano extendida de los vecinos palestinos por paz y buena vecindad sobre la base de las fronteras de 1967, y la Liga Árabe y la Organización de la Conferencia Islámica están ofreciendo relaciones normales con Israel.
El reconocimiento de la ONU de un Estado palestino a lo largo de los límites del 4 de junio de 1967 le otorgará legalidad internacional de primer orden a la decisión de 1988 de la Organización de Liberación de Palestina de renunciar a la demanda (si bien no al sueño) de regresar a Haifa, Acre y Jaffa. Esta vez, la iniciativa provino del lado palestino y cuenta con el entusiasta apoyo de los Estados árabes. El presidente Shimon Peres dijo no hace mucho, en una conversación privada, que David ben Gurión habría comenzado a cantar con alegría cuando escuchase que las Naciones Unidas estuviesen a convertir la “Línea Verde” en una frontera internacional y terminar con la idea de un estatus internacional para Jerusalem, preparando el camino para el reconocimiento de Jerusalem -la ciudad que es sede de la Knesset (NdR: Parlamento israelí), la Residencia Presidencial y la Oficina del Primer Ministro- como la capital de Israel.
Lamentablemente, Israel no está dirigido por un genio de la acción como Ben Gurión, sino por Benjamín Netanyahu, un genio del habla. En lugar de describir el reconocimiento de la Línea Verde como un gran paso hacia la culminación de la visión sionista, el primer ministro insiste en convertir el reconocimiento de un Estado palestino en un día negro para Israel. En lugar de declarar la victoria, está decidido a arrastrar a Israel dentro de una derrota. Por suerte, los palestinos están conducidos por Mahmoud Abbas, un estadista astuto y valiente que se está manteniendo firme contra los fanáticos religiosos, nacionalistas e irracionales. No sólo está asegurando un amplio apoyo al gran logro de la Guerra de la Independencia, sino que también le está dando a Israel la oportunidad de beneficiarse de una parte significativa de los beneficios de la Guerra de los Seis Días.
Un documento interno elaborado en la Mukata (NdR: sede de la Autoridad Palestina) sobre el plan palestino para buscar la independencia en las Naciones Unidas señala que el reconocimiento del organismo mundial de un Estado palestino y su determinación de las fronteras no debería ser percibido como una alternativa a las negociaciones de paz con Israel, sino como un incentivo para reanudar las conversaciones. El reconocimiento internacional de una Palestina soberana, dice el documento, le permitirá al nuevo Estado discutir todas las cuestiones fundamentales con su vecino de igual a igual. El primer tema citado es el intercambio de territorio, seguido por la determinación de políticas respecto de las fronteras, el agua y la seguridad, y finalmente, resolver el problema de los refugiados.
Los soldados muertos en las guerras de Israel, cuya memoria honramos hoy, no fallecieron por la expansión de las fronteras de Israel. Fueron enviados a la batalla para defender la continuidad del Estado dentro de límites reconocidos y seguros. Con su muerte nos encomendaron buscar la paz, no la anexión o la desposesión. Sólo podemos esperar que en el próximo Día de la Independencia seamos un Estado como los demás, un Estado con fronteras, libre de la carga de la ocupación y que viva en paz con sus vecinos. A esto podemos agregar la esperanza de que en este momento del año próximo, el embajador palestino en Jerusalem sea un invitado de honor en la recepción del Día de la Independencia en la Residencia Presidencial.

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