La eliminación de Osama Bin Laden tiene un carácter especialmente simbólico. No pondrá punto final a la acción terrorista, con el aval de la teología fanática de la Jihad Mundial, de quien Bin Laden era mentor y diseñador como líder de Al Qaeda. Tampoco impedirá atentados terroristas que intenten vengar la sangre del archi-terrorista. Pero, Estados Unidos, logró reconstruir y no poco, su imagen en el mundo. Sus ciudadanos se sienten, hoy, mejor. Eso es, de hecho, todo.
La persecución tras Bin Laden se inició antes del 11 de septiembre de 2001. Fue en 1998, cuando los activistas de Al Qaeda perpetraron, bajo sus órdenes, los atentados en Kenya y Túnez. Bill Clinton, por a entonces Presidente de Estados Unidos, perdió a Bin Laden cuando sus fuerzas lanzaron misiles hacia su campo de entrenamiento, en Afganistán.
La segunda oportunidad fue tras el atentado a las Torres Gemelas en 2001. Bin Laden se escondió al noreste de Afganistán, junto la ciudad de Jalalabad. En las montañas de Tora Bora una fuerza especial norteamericana intentó capturarlo y, tras una persecución de dos meses, Bin Laden logró escapar a Pakistán. Desde entonces, las agencias de inteligencia norteamericanas contaron con puntas de ovillo que casi los condujeron al lugar exacto.
En Pakistán fue capturado uno de sus secretarios, Khalid Sheikh Mohammed y también su socio palestino, Abdullah Azam, fue apresado. Pero Bin Laden, gracias a la red de fieles colaboradores, logró escabullirse.
Solo, tras diez años, logró la CIA encontrar sus huellas, ésta vez en serio.
El cierre de cuenta también fue acompañado de un acorde disonante. La intención era de una detención silenciosa, como en el caso de Saddam Hussein. Pero la fuerza especial fue descubierta y atacada. El hecho que los norteamericanos no lo capturasen creando un efecto moral estremecedor, representa cierta decepción.
En presencia de los enormes recursos, es difícil definir el hallazgo, tras más de una década, como gran logro, pero cabe mencionar las dificultades de ubicar a Bin Laden como muy similares a las de la de encontrar a Gilad Shalit. A Israel, eso la obliga a preocuparse porque los límites estén muy bien sellados de infiltraciones y, en especial, continuar dedicando atención de inteligencia a los preparativos de la Jihad Mundial, que pueden llegar a nosotros y por supuesto cuidarse con los vuelos al exterior, en particular a los países de la cuenca del Mediterráneo.
La eliminación de Bin Laden constituye, sin duda, un golpe moral irrecuperable para la Jihad Mundial. Pero, el Islam fanático, asesino, está allí, con Bin Laden o sin él. Cabe suponer que su lugar será ocupado por quien se desempeñara como su secretario, Ayman Al Zawahiri, que continuará proyectando sus cintas y en los principios ideológicos e instrucciones a sus seguidores, a través de Al Jazeera.