Bashar Assad ha estado actuando simultáneamente como pirómano y bombero mientras los incendios revolucionarios se desataron alrededor de su país, dijo Michael Doran, un ex alto funcionario del Consejo Nacional de Seguridad para Medio Oriente (NdR: estadounidense).
La respuesta inicial del gobierno de Obama fue instar a la dictadura siria y a los activistas pro democracia a mostrar moderación. Pasaron semanas antes de que Washington condenara la masacre de manifestantes y culpara de ella directamente al régimen de Assad.
Incluso ahora, después que más de 200 personas han sido asesinadas y centenares arrestadas, la administración todavía no ha pasado de la retórica a la acción.
Muchos en el Capitolio se preguntan si Obama realmente tiene una política respecto de Siria. ¿Por qué una administración tan ansiosa de ver dejar el poder a Hosni Mubarak y Muammar Gadafi duda tanto en decirle a Assad ‘es momento de irte’? “¿Nuestra política es de ‘coherencia pasiva” o de ‘pasividad coherente’? ¿O es que no tenemos siquiera política alguna respecto de Siria?”, se preguntó el representante por Nueva York Gary Ackerman, el segundo demócrata de mayor rango en el Comité de Asuntos Exteriores.
Los funcionarios de inteligencia sirios instalaron francotiradores entre los manifestantes, con órdenes de dispararles a agentes de seguridad y soldados, de modo de “provocar” que el ejército disparase contra los manifestantes, según un documento posteado en Facebook por fuentes de la oposición. Si bien no fue confirmado, es consistente con otros informes acerca de que los manifestantes fueron infiltrados a fin de justificar la brutal represión de Assad.
Assad ha acusado públicamente de la violencia a los “sionistas” y otros provocadores extranjeros y les ha advertido a los manifestantes que después de haber prometido reformas, todas las protestas serán consideradas “sabotaje”. La secretaria de Estado, Hillary Clinton, ha estado recibiendo una paliza por llamar reformador a Assad; en realidad, dijo lo que le habían dicho miembros del Congreso de ambos partidos, en especial el senador John Kerry (demócrata por Massachusetts), presidente del Comité de Relaciones Exteriores.
Muchos republicanos y demócratas piensan, en palabras de una fuente del Congreso que ha hecho varios viajes a Damasco, que Kerry fue “tomado por tonto”. Assad le sigue diciendo a Kerry lo que éste quiere oír -que está listo para la paz con Israel y que puede ser destetado de Irán-, pero después de años de cortejarlo, el senador sigue volviendo con las manos vacías.
El gobierno israelí no puede aparecer decidiendo si quiere que Assad se quede o se vaya. Una gran razón para mantenerlo es el miedo a lo que podría venir después. Una prolongada lucha de poder podría desestabilizar la región, y hay un exagerado temor a que la Hermandad Musulmana pueda tomar el control.
Israel, sin embargo, tiene muchas mejores razones para desear la caída del régimen baasista. Assad es un estrecho aliado de Irán, está armando a Hezbollah y Hamas con misiles para atacar a Israel, tiene un gran arsenal propio de misiles y ojivas químicas, refugia y ayuda a numerosos grupos terroristas antiisraelíes, está activamente desestabilizando el Líbano y, posiblemente, Jordania, y ha demostrado ambiciones nucleares.
Dependiendo de lo que venga a continuación, su desaparición podría ser un duro golpe para la influencia iraní y podría debilitar a Hezbollah y Hamas. Daieinu (NdR: Nos bastaría, en hebreo). Siria es la puerta de acceso de Irán al Mediterráneo y comparte fronteras con cinco países importantes para los Estados Unidos: Israel, Jordania, Irak, Turquía y el Líbano.
Un periodista israelí que conoce íntimamente el mundo árabe dijo que los días de Assad están contados: “No puede evitar el tornado que está azotando Medio Oriente”.
La promesa de Assad de derogar la ley de emergencia no es significativa porque nada cambiará en la medida que permanezca en el poder. Una señal segura de ello fue su decisión de nombrar al jefe de su odiada policía militar, quien tiene reputación de brutalidad, como nuevo ministro del Interior. “Este régimen se está yendo al infierno, y eso es bueno para Israel; los israelíes que prefieren al diablo conocido están equivocados”, dijo.
Andrew Tabler, un experto en Siria del Instituto Washington para la Política de Cercano Oriente, coincidió. Assad ha estado prometiendo reformas desde que asumió hace 11 años, y ninguna hizo.
Es hora de algo de “enfoque y creatividad” en la política de los Estados Unidos respecto de Siria y de mostrarle a Assad que pagará un alto costo por esta represión, señaló.
La administración tiene que dejar de quejarse de no tener influencia y comenzar a delinear sanciones económicas para disuadir a los bancos y empresas extranjeros de hacer negocios en Siria, usar la autoridad que le confiere la Ley de Responsabilidad Siria y de Restauración de la Soberanía Libanesa para suspender toda inversión estadounidense en Siria, trabajar estrechamente con sus aliados europeos para establecer sanciones económicas efectivas y un aislamiento diplomático, congelar las cuentas de responsables de violaciones a los derechos humanos y llevar las mismas ante el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Cuando el Congreso regrese de sus vacaciones de primavera, el mes próximo, que busque la legislación de sanciones más apremiantes contra Siria e Irán. Es hora de poner una presión real sobre Assad, más allá de que la secretaria Clinton le diga que debería “dejar de reprimir a los ciudadanos (sirios) y empezar a responder a sus aspiraciones” y “abstenerse” de más violencia.
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