Crisis en Pakistán, tensión en Irán y Georgia, incerteza en Kosovo, disensiones con Rusia, conferencia de paz sobre Oriente Medio en Annapolis (EE. UU.)… La agenda de Javier Solana (Madrid, 1942), alto representante para Política Exterior y Seguridad de la Unión Europea, rebosa. Su optimismo, también. «Sin negociaciones no hay acuerdos», repite. Desde 1999 lo hace como jefe de la diplomacia europea; este fin de semana, en Israel y los territorios palestinos. La Vanguardia conversó con Solana el viernes en Barcelona.
Seguir leyendo noticia
¿Medio siglo de Unión Europea, con mejora económica pero con achaques políticos?
Europa tiene una vocación política y una manifestación política de esa vocación. El nuevo tratado – que se aprobó en Lisboa hace tres semanas- permite que Europa tenga más presencia, más coordinación y visibilidad en las políticas. La acción de la UE en el mundo es cada día más importante y la demanda de presencia europea en la política internacional crece.
¿Qué papel tendrá la UE en la conferencia de paz sobre Oriente Medio de Annapolis, a finales de noviembre?
Es una cita importante, pero no el lugar único donde las cosas van a resolverse. Hay una etapa anterior a Annapolis y habrá otra posterior, como la conferencia internacional de países donantes que se hará en París el 17 de diciembre. Tres líneas de actuación han de ponerse en marcha: una nueva dinámica política, un nuevo plan económico para los palestinos y un cambio en las condiciones sobre el terreno para ellos, es decir, que desaparezcan los controles en la vida cotidiana de los palestinos. Estos tres vectores han de avanzar a la vez; si no, ninguno de ellos será creíble. Y es también muy importante la percepción que puedan tener los habitantes de Palestina sobre la voluntad de Israel y el apoyo de la comunidad internacional para avanzar.
Aparentemente se detecta pesimismo en todas las partes…
Yo percibo lo contrario. Los contactos – siete rondas ya- entre el presidente palestino, Abas y el primer ministro israelí, Olmert, a los que yo veré este fin de semana, han hecho posible no una sensación de pesimismo, que es lo que ha habido muchos años, sino un cambio de tendencia. No la llamaré ambiente de optimismo, porque sería una exageración, pero sí de cambio de tendencia positiva.
¿Que los palestinos estén enfrentados, Hamas contra Al Fatah, complica llegar a acuerdos?
La negociación, según los acuerdos de Oslo, no se hace con el Gobierno palestino sino con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Mientras no haya Estado palestino, la legitimidad negociadora la tiene la OLP y quien la preside es Mahmud Abas.
¿También hay esperanza en lograr un acuerdo sobre el contencioso nuclear con Irán? Usted propone crear un centro internacional de enriquecimiento de uranio con fines civiles que provea a todos los países; ¿es una propuesta asumible por Teherán?
Lo que yo digo no es nuevo. Pero sí lo es que haya otros miembros de la comunidad internacional que hagan esta oferta. El último, Arabia Saudí, que la ofrece a todos los países del golfo Pérsico. En un plazo de diez años habrá instalada una potencia nuclear superior en un 60% a la que existe hoy; estaremos rozando los 500 gigavatios de energía nuclear instalada para producir energía eléctrica. Quienes firmaron el tratado de no proliferación ni imaginaban lo que está pasando hoy en día; por lo tanto, hay muchos huecos en todo el sistema internacional sobre el asunto de la energía nuclear.
¿Irán aprovecha los huecos?
La energía nuclear necesita uranio enriquecido: si se enriquece poco sirve para producir energía eléctrica en una central nuclear; si se sigue enriqueciendo puede servir para otras cosas, como producir armas. Esto es lo que hay que impedir, porque los países firmantes del TNP por definición no pueden hacerlo. Tienen que dar garantías de que objetivamente sólo van a producir energía eléctrica. Y la garantía es un control internacional.
¿Teherán no las da?
Irán ha firmado el tratado y tiene el pleno derecho a tener energía nuclear para fines pacíficos. A lo que no tiene derecho es a mantener a la comunidad internacional en duda sobre el objetivo último. Más allá de la central nuclear que le va a proporcionar Rusia, y también el combustible, no tiene ningún contrato con otro país para la producción de energía eléctrica. Pero sigue empeñado en enriquecer uranio. Y eso plantea dudas, falta de confianza, de la misma manera que el hecho de que Irán no fuera capaz de resolver los temas que tenía pendientes con la Agencia Internacional de la Energía Atómica desde hacía más de diez años.
También Rusia preocupa a Europa por la dependencia energética con respecto a Moscú.
La cuestión no es sólo la dependencia energética, va más allá. Rusia es el más importante vecino que tiene la UE, y varios de sus países más próximos han tenido alguna experiencia vital no positiva con Rusia. Es natural que haya tensiones. Además, Rusia es un actor global con el que hay que contar para resolver muchos de los problemas que la UE quiere solventar. Necesitamos una relación sólida, unida, constructiva con Rusia.
¿Hay reciprocidad en Moscú?
En un mes habrá en Rusia elecciones parlamentarias, en cuatro meses, presidenciales. El momento actual es de transición y no hemos de esperar que se puedan resolver los temas pendientes aquí y ahora.
Fuera de Europa también hay incertezas, como Pakistán…
Yo estoy en contacto, día si día no, con el presidente Musharraf. Sabe lo que se espera de él. Es un país con bombas nucleares, e inestabilidades en países que tienen esa capacidad no le gustan a nadie.
LVG
Lavanguardia