Cuando el gabinete de seguridad israelí aprobó una serie de nuevas medidas contra las organizaciones integristas palestinas, anteayer, dio también luz verde para retomar una práctica poco usada últimamente: la de los «asesinatos selectivos».
Conscientes de que Israel ya ha usado esa táctica en el pasado y de que puede volver a recurrir a ella, los jefes políticos y militares de Hamas y la Jihad Islámica tomaron precauciones especiales.
En sus organizaciones se les indicó no utilizar sus Jawals (el nombre de la empresa palestina de teléfonos celulares), no movilizarse en medios de transporte fácilmente ubicables y evitar mostrarse en grupos. Esto, a fin de no ser ubicados con facilidad por Israel, cuyos aviones sin piloto sobrevuelan la Franja de Gaza y rastrean rápidamente a sus blancos a través de las señales de sus teléfonos celulares.
Si bien no está totalmente claro si el ataque fue intencional o no, quizás el primer mensaje de advertencia de Israel en ese sentido fue el operativo lanzado anteanoche en Gaza, cuando un misil impactó en la casa del diputado de Hamas Khalil al-Haya. Siete miembros de su familia murieron en el ataque. Israel afirmó que su objetivo no era la casa del legislador, sino un grupo de hombres armados que estaba en la zona. Pero en Hamas se interpretó el ataque como una advertencia.
Desde el estallido de la intifada palestina contra Israel, a fines de septiembre de 2000, y hasta abril pasado, 328 palestinos murieron en distintos operativos israelíes de este tipo. El primero fue en noviembre de 2000, contra Hussein Abayat, miembro del movimiento Al-Fatah, en Belén.
Según la organización de Derechos Humanos B´tselem, 210 de ellos eran transeúntes que nada tenían que ver con la actividad armada de los blancos buscados. Israel reconoce que todos ellos murieron por error, como un daño colateral de los ataques selectivos, dirigidos únicamente «contra terroristas».
Este es uno de los aspectos más problemáticos de los «asesinatos selectivos»: el riesgo de que en la búsqueda de una persona responsable de un atentado, o que esté camino a perpetrar alguno, mueran también palestinos inocentes. Eso, más allá de las consideraciones morales, tiene también un efecto nocivo en términos de la necesidad de buscar, eventualmente, una fórmula que permita a las dos partes vivir aquí juntas y en paz.
Pero las dudas planteadas respecto de la práctica de los «asesinatos selectivos» van más allá de este punto. La gran pregunta es si esta táctica logra cambiar realmente la situación. Los hechos demuestran que no es así. Los operativos selectivos pueden amedrentar por un tiempo y complicar la situación de quienes preparan los atentados y se ven obligados a pasar a la defensiva y buscar refugio, pero no ponen fin al terrorismo.
Los interrogantes al respecto no son nuevos. Ya a fines de 2001, un año después del comienzo de la intifada, un alto oficial de seguridad israelí declaró: «Todas las medidas antiterroristas que hemos puesto en marcha durante el año pueden ser comparadas en forma figurada con un intento de vaciar el mar con una cuchara».
Para los palestinos, los ataques selectivos constituyen una violación de los derechos humanos, un crimen de guerra que debe ser prohibido.
Legítima defensa
Para Israel, es una forma de legítima defensa a la que recurre cuando no puede detener al terrorista buscado, y cuando su muerte es clave para impedir nuevos atentados. Pero, mientras la posición oficial es que esta práctica se utiliza sólo cuando no hay otra alternativa, hay quienes afirman que Israel ya no la aplica sólo para frenar «bombas de tiempo», sino también como un acto punitivo, para dar una lección.
Ahora, para Israel, los jefes de los grupos extremistas vuelven a ser blancos «legítimos» de esos asesinatos. Y dado que el primer ministro Ismail Haniyeh declaró que los palestinos no detendrán la lucha hasta llegar «a la victoria o el martirio», queda por ver quién se retractará primero.
La Nacion