Mientras que la administración Bush está desplegando 21,000 soldados estadounidenses adicionales en Irak y presionando para que sus aliados envíen más tropas aliadas a Afganistán, éstos rechazan su política en Oriente Medio. Cada vez están más convencidos de que la victoria será difícil en cualquier conflicto asimétrico entre Estados, por más poderosos que sean, e insurgentes armados motivados por la religión.
El dogma de Donald Rumsfeld de la transformación militar —la modernización tecnológica de la capacidad de un ejército para permitir una victoria decisiva con menos tropas— fracasó rotundamente en Irak. Tampoco Israel, con su abrumadora ventaja tecnológica, pudo derrotar a Hezbollah en Líbano. En el norte de Israel cayeron más cohetes y misiles en 33 días de los que recibió Inglaterra durante toda la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto, los israelíes ahora deben considerar un fenómeno totalmente nuevo: una entidad asimétrica, Hezbollah, con la capacidad de fuego de un Estado nación.
Ni las experiencias soviéticas en Afganistán en los años 80 ni las actuales de la OTAN justifican el argumento de que el número de tropas es lo que más importa en un campo de batalla moderno. La masa ya no significa la victoria. La noción de «batallas decisivas» del gran pensador militar Carl von Clausewitz como el «centro de gravedad» de la guerra es simplemente irrelevante en los conflictos que no tienen un «centro de gravedad» visible.
Esta naturaleza cambiante del campo de batalla significa que la guerra como acontecimiento concluyente de un conflicto internacional se ha vuelto obsoleta. La lógica superficial clausewitziana de que las acciones militares conducen en última instancia a una solución política ya no es convincente. La victoria no puede lograr la paz, sencillamente porque siempre habrá una guerra después de la guerra.
Dicho esto, sería peligrosamente ingenuo creer que el ejercicio del poder y la capacidad de intimidar son innecesarios. Pero los objetivos del uso de la fuerza deben estar vinculados a reconocer que en los conflictos asimétricos de hoy, la victoria ya no se alcanza en el campo de batalla.
Sólo se lograrán resultados más sostenibles con mejores políticas exteriores que aborden las inquietudes genuinas de las civilizaciones en crisis.
*EX CANCILLER DE ISRAEL, VICEPRESIDENTE CENTRO INTERNACIONAL TOLEDO PARA LA PAZ .
Clarin