De acuerdo con estos documentos, que suponen unos ochenta folios fechados entre abril de 1941 y principios de 1946 y hallados por casualidad en 2005, Frank intentó sin éxito durante la ocupación por las tropas hitlerianas emigrar desde Holanda a una zona libre de conflicto, en compañía de su esposa Edith y sus dos hijas, Margot y Ana, cuyo testimonio estremeció al mundo tras acabar la guerra y después de que su padre recuperara, también por azar, el diario.
La familia Frank trató de escapar a Estados Unidos, Cuba, e incluso Portugal pero los intentos fueron vanos.
Estos intentos fueron el prólogo de la trágica historia de los Frank, que se inicia en 1933 en Fráncfort del Meno (Alemania) donde residía entonces esta familia judía de clase media que se ve obligada a emigrar a Holanda, tras el acoso que sufren sus miembros a consecuencia del ascenso al poder del Tercer Reich.
Los Frank se establecen en Amsterdam, donde Otto monta una sucursal del negocio de especias que regentaba en Alemania, pero la invasión nazi pone fin a sus deseos de llevar una existencia tranquila y se inicia la pesadilla.
«Después de mayo de 1940, los buenos tiempos quedaron definitivamente atrás: primero la guerra, luego la capitulación, la invasión alemana, y así comenzaron las desgracias para nosotros los judíos…», escribe Ana el 20 de junio de 1942 en su diario (Plaza & Janés, 1993, edición íntegra de Otto Frank y Mirjam Pressler).
En 1942, y ante la posibilidad de una inminente deportación, Otto y su familia optan por esconderse en un habitáculo existente en la parte posterior del local de su empresa en el número 263 de Prinsengracht, vía ubicada en los famosos canales de Amsterdam.
A los cuatro miembros de la familia Frank se unieron primero otras tres personas: el matrimonio Van Peels, a los que Ana llama en su diario «Van Daan», y su hijo Peter, por el que ésta sintió una pasión adolescente.
Con posterioridad, se incorporó al grupo Fritz Pfeffer, a quien Ana llamaba «Albert Dussel» y con el que la adolescente judía tuvo más de un encontronazo durante el largo encierro, según se deduce de algunos pasajes del diario.
Ana comenzó a escribir el diario el 12 de junio de 1942, justo el día en que cumplía 13 años, y se interrumpe el 1 de agosto de 1944.
Tres días después, en torno a las diez y media de la mañana, un sargento de las SS alemanas, Karl Josef Silberbauer, y tres ayudantes holandeses, miembros de la «Grüne Polizei» (policía verde), arriban en un vehículo ante la fachada del número 263 de la Prinsengracht y detienen tanto a los ocho escondidos como a dos de sus protectores, Viktor Kluer y Johannes Kleiman.
Según el Instituto de Documentación de Guerra (RIOD, por sus siglas en holandés), el arresto se debió sin duda a una delación.
Tras una breve estancia en un centro de detención de Amsterdam y en un campo de concentración holandés para judíos, los Frank, los Van Peels y Pfeffer fueron trasladados en los últimos trenes que partieron hacia Auschwitz, en Polonia, y cuando solo faltaban semanas para que las tropas aliadas liberasen Holanda.
Edith, la madre, murió de inanición el 6 de enero de 1945 y Margot y Ana a consecuencia de una epidemia de tifus en Bergen Belsen (norte de Alemania), entre finales de febrero y principios de marzo de ese mismo año.
Según la Cruz Roja holandesa, Hermann van Pels murió en las cámaras de gas de Auschwitz el mismo día de su llegada, el 6 de septiembre de 1944, mientras que su esposa Auguste se cree que murió en un centro de detención de Checoslovaquia y su hijo Peter a consecuencia de la fatiga el 5 de mayo de 1945 en Mathausen (Austria), solo tres días antes de la liberación.
Mientras Pfeffer murió en el campo de concentración de Neuengamme (Alemania), en diciembre de 1944, Otto Frank logró sobrevivir y regresó a Amsterdam, donde Miep Gies y Bep Voskuijl, dos cómplices de aquel encierro, le entregaron el diario de Ana.
Tras un período de vacilación, decide publicarlo y la primera edición aparece en 1947 con el subtítulo de «Het Achterhuis» (La casa de atrás).
Desde entonces el famoso diario se publicó siempre en una versión abreviada hasta que el texto fue revisado en los años 90 y se editó con el texto íntegro, incluyendo los pasajes más íntimos en los que Ana habla de su despertar a la sexualidad.
El Diario de Ana Frank ha sido traducido a la mayoría de las lenguas y se han vendido varias decenas de millones de ejemplares.